El verano está a la vuelta de la esquina. Las temperaturas suben, llegan las vacaciones y seguro que tienes ganas de disfrutar en el agua con tu bebé. Es normal que, cuando son muy pequeños, tengamos dudas y reparos a la hora de bañarles en la playa o en una piscina. En el curso «Cómo apasionar a los niños por el agua», Noemí Suriol nos enseña a convertir el agua en un entorno seguro y agradable para los bebés. "La actividad acuática es para los padres una oportunidad para mejorar, para enriquecer el vínculo afectivo y dar seguridad y confianza a los niños", explica la profesora, que lleva más de cuatro décadas acompañando en el agua a padres e hijos.
Merece la pena plantar cara a los miedos y descubrir los beneficios de nadar y disfrutar en el agua con los bebés. La posibilidad de comunicarnos que nos ofrece la actividad acuática es una de sus ventajas más notables. Noemí Suriol nos habla de siete llaves de la comunicación en el agua. "Si abrimos las puertas con estas llaves, comprobaremos que la comunicación con nuestros hijos mejora. No sólo en el agua, sino en el día a día", sostiene.
1. La mirada
"El agua es un lugar donde la mirada siempre debe estar presente para el bebé. La mirada es el mejor flotador para un niño".
Lo que sienta tu bebé en el agua dependerá, en buena medida, de lo que tu mirada le transmita. Por eso es tan importante que sea tranquila, confiada y desprovista de temores. Si os miráis mientras jugáis y nadáis, estaréis conectados. Comprenderás al instante sus necesidades y sus deseos. Y por supuesto, estará seguro. Cuando el adulto observa desde distancias cortas, los niños no corren peligro en el agua.
2. La expresión
"En el agua, el bebé necesita una cara alegre".
Lo que decíamos sobre la mirada puede extenderse al resto del rostro. Si tu cara habla de inseguridad y miedo, tu bebé no tardará en captar ese sentimiento y hacerlo suyo. Es imposible que esté tranquilo al hacer inmersiones si al mirarte percibe nerviosismo y estrés. Lo que necesita en el agua es, ante todo, confianza. Haz un esfuerzo por darle serenidad y las alegrías llegarán enseguida.
3. La respiración
"El bebé oye nuestra respiración".
Noemí Suriol explica que los adultos "nos hemos acostumbrado a olvidar estar conectados con nuestra respiración". También de ese modo exteriorizamos nuestro estado de ánimo; y el bebé es sensible a esa información. Si controlas tu respiración, te relajarás con mayor facilidad. En cambio, si los nervios te dominan, tu respiración se entrecortará y tus movimientos serán más bruscos.
Más información sobre el curso «Cómo apasionar a los niños por el agua»
4. Las palabras
"Debemos poner palabras a lo que estamos haciendo".
Como en cualquier otro contexto, es fundamental acompañar a los bebés con nuestra voz. Hablándoles podemos anticipar lo que vamos a hacer y explicar lo que hacemos en el momento presente. Es otra herramienta poderosa para ofrecerles la seguridad y la calma que buscamos. Así, si les damos un masaje en el agua, podemos verbalizar si es fuerte o suave usando esas palabras. Si nos vamos a sumergir, lo anunciaremos de antemano.
5. La entonación
"El bebé se sentirá más o menos a gusto en función de tu tono de voz".
No sólo es lo que decimos, también importa cómo lo decimos. Algunos bebés son especialmente sensibles al tono de voz de los adultos. Conocer a tu hijo te ayudará a saber cuál le relaja y le agrada. En vuestras primeras experiencias juntos en el agua podrás emplear el que le resulte más tranquilizador. Pronto entenderá que está a salvo y se concentrará en disfrutar y aprender a tu lado.
6. La relajación
"En el agua no podemos hacer nada sin partir de la relajación".
Cuando vamos a comenzar a nadar y vivenciar en el agua, el punto de partida siempre es la tranquilidad. Nuestros movimientos tienen que ser suaves y fluidos, evitando las brusquedades. Como señalamos antes, tanto nuestra mirada como nuestra voz deben enviar el mismo mensaje. Evita los sobresaltos y los gritos. Poco a poco, el tiempo nos dirá si el niño también disfruta de un juego más dinámico e intenso; pero todo comienza por la calma.
7. Las pausas
"Aprender a movernos es más fácil que aprender a pausarnos".
Al acompañar a los niños en un nuevo aprendizaje es normal que queramos exprimir al máximo cada segundo. Conocemos su capacidad para entender y asimilar, su mente absorbente; y deseamos enseñarles un montón de cosas. Conviene no olvidar que necesitan pausas, tiempo para asimilar lo que sucede. Esos segundos de parada no son tiempo perdido, sino tiempo ganado. "La pausa nos permite estar presentes, aquí y ahora", indica Noemí Suriol.