Niños a los que les cuesta dormirse o levantarse cada mañana. Peques con sueño ligero, que despiertan un montón de veces cada noche. Movimientos exagerados, pequeños ronquidos o aparentes dificultades para respirar. Por un motivo u otro, el sueño de los niños suele representar una preocupación importante para los padres. Nos inquieta especialmente cuando son pequeños y aún no tienen la capacidad de explicar sus sensaciones. Durante esa etapa sólo podemos saber lo que vemos con nuestros propios ojos. Y para observar correctamente es fundamental partir de la información adecuada.
Durante el curso «El sueño en la infancia», Alberto Soler insiste sobre este aspecto. El sueño de los niños no funciona como el de los adultos. Lo que para nosotros supone un problema real puede no serlo para ellos. Es necesario comprender cómo duermen para no agobiarnos sin razones. Lo que los adultos llamamos dormir mal no implica necesariamente la existencia de un trastorno. Es más: con frecuencia se dice que un niño no duerme bien sin que muestre ningún síntoma preocupante o impropio de su edad. Emitir diagnósticos corresponde a los profesionales sanitarios; pero para detectar problemas, lo primero es conocerlos. La mayor parte de consultas que los padres hacen acerca del sueño de sus hijos tiene que ver con las disomnias.
¿Qué son las disomnias?
Las disomnias son trastornos relacionados con la cantidad, la calidad o el horario del sueño. Provocan que se duerma poco, que se duerma mal, la sensación de no poder descansar o de no poder hacerlo en los momentos del día reservados para ello. Existen más de treinta tipos reconocidos de disomnia, que presentan y combinan síntomas diferentes. Pero ante todo, cautela. Tu hijo puede manifestar determinadas señales y no tener ningún trastorno. Por lo general, es preciso que los síntomas tengan continuidad en el tiempo para hablar de alteraciones alarmantes.
Conocer las necesidades generales de sueño en los niños es un buen comienzo. La National Sleep Foundation es un organismo de referencia en este aspecto. Sus tablas de recomendaciones sobre horas de sueño nos ofrecen información orientativa. Por ejemplo, se aconseja que un niño de entre 1 y 2 años duerma de 11 a 14 horas diarias, incluyendo siestas. ¿Debes preocuparte si tu hijo sólo duerme 10 horas cada día? En absoluto. Podría haber motivos para la inquietud si duerme menos de 9 o más de 16. Y aunque así sea, es posible que no sufra una disomnia ni ningún otro trastorno. La información nos guía, pero conviene no obsesionarnos con los consejos genéricos. Cada niño es distinto, por eso lo esencial es observarles a ellos.
Más información sobre el curso «El sueño en la infancia»
Sueño insuficiente e hipersomnia
Los niños con sueño insuficiente están inquietos, casi vigilantes, cuando duermen. Un movimiento o un pequeño ruido basta para despertarles. Esto acaba provocando que duerman bastantes horas menos de las que cabría esperar a su edad. Pasan el día somnolientos, irritables, con problemas para concentrarse y con escaso interés por el juego. No siempre que se observan estos síntomas hay una disomnia: también pueden causarlos, por ejemplo, algunos tratamientos médicos. Si existe trastorno, las causas son variadas, desde cuestiones de ansiedad a una infección. Cuando las señales se mantienen al menos durante un mes, se abre la posibilidad de que estemos ante una disomnia.
En el extremo contrario está la hipersomnia, aún menos frecuente que la anterior en bebés y niños. Quien la sufre tiene grandes problemas para permanecer despierto y alerta durante la mayor parte del episodio de vigilia diurno. Los niños con hipersomnia necesitan dormir bastantes más horas de lo esperado a su edad. Si son algo mayores, mantienen la costumbre de la siesta incluso después de los 6-7 años, pese a descansar alrededor de 10 horas por la noche. Y con todo, presentan somnolencia e irritabilidad. La hipersomnia no es lo mismo que la narcolepsia, otro tipo de disomnia en la que los episodios de sueño son súbitos e irreprimibles. Detrás de la hipersomnia puede haber rutinas inadecuadas o incluso trastornos físicos o neurológicos. Cuando los síntomas se mantienen en el tiempo hay que acudir a la consulta del pediatra.
Otras disomnias
El síndrome de la apnea obstructiva del sueño (SAOS) son episodios repetidos en los que se produce obstrucción parcial y prolongada de las vías respiratorias superiores. En el síndrome de piernas inquietas podemos observar episodios periódicos de movimientos estereotipados de las extremidades, generalmente las piernas. Por otro lado, el retraso de la fase del sueño es un trastorno del ritmo circadiano que hace que los niños tiendan a dormirse y despertarse más tarde de lo que deberían. De todas estas disomnias nos habla con detalle Alberto Soler en el curso «El sueño en la infancia». El psicólogo también profundiza en otros trastornos, como las parasomnias.
De lo que podemos estar seguros es de que dejar llorar a un niño no soluciona los problemas de sueño. No sirve para remediar los trastornos, pero tampoco para solventar otras necesidades, por ejemplo de tipo afectivo. Está probado que el 'método Estivill' y sus variantes no merecen la pena. Presta atención a tus hijos, contrasta tus observaciones con información fiable y, si tienes dudas o estás preocupada, acude a tu pediatra. Seguro que encontrarás la manera de que todos descanséis tranquilos en casa.