19 de agosto de 1839. Louis Daguerre, conocido pintor y diseñador de escenarios para ópera y teatro, presenta un revolucionario invento ante la Academia de las Ciencias francesa. Como habrás deducido, se trataba del daguerrotipo, procedimiento fotográfico desarrollado a partir del trabajo previo de Joseph Nicéphore Niépce. En el año 2009, el fotógrafo australiano Korske Ara propuso que cada 19 de agosto se celebrase el Día Mundial de la Fotografía para recordarlo. No se nos ocurre mejor fecha para aceptar el desafío que Eva Gascón nos lanza en el curso «Fotografía de familia»: contar las historias de aquellos a quienes amamos.
Seguramente, Daguerre jamás imaginó que un día casi todo el mundo llevaría una cámara de fotos en el bolsillo. Los smartphones actuales disponen de dispositivos de calidad razonable, suficientes para lograr buenos resultados. Tal vez no para un profesional, pero sí para ti, que sólo buscas obtener imágenes que te permitan revivir momentos especiales. D0minar la técnica y disponer de una buena cámara es imprescindible para un profesional, pero no tanto si aspiramos a divertirnos y atesorar recuerdos. Por eso, Eva Gascón comparte consejos no para convertirnos en fotógrafos de prestigio, sino en contadores de historias.
1. La importancia del hilo narrativo
"El hilo narrativo es lo que te da poder para ser un auténtico contador de historias. Es lo que hace que cada historia sea única", apunta Eva Gascón. Para encontrar un hilo narrativo y seguirlo es importante pararnos a pensar, antes de ponernos a sacar fotos como locos. Pensar en la historia que queremos contar y en las imágenes que pueden contarla. "No sólo entrenamos el manejo de la cámara, también se entrena la mirada: qué miramos y cómo lo miramos", añade Eva. ¿Quieres contar cómo juegan tus hijos? No fotografíes únicamente sus manos, sus caras y los juguetes que emplean. La habitación, el desorden, tu propio ángulo cuando les echas un vistazo vigilando desde el pasillo... hay muchas otras escenas que también son parte de ese relato. Si no aprendes a apreciarlas, tus historias nunca estarán completas.
2. Primero vive, después fotografía
Contar historias no es posible si siempre tenemos las manos y los ojos en la cámara. Hay un montón de cosas que no podemos ver ni sentir si sólo estamos pendientes de disparar. La observación es fundamental. Conociendo los movimientos y los gestos de los miembros de la familia es más sencillo conseguir las fotos que deseamos. Sabrás cuándo va a reír tu hijo, cuándo se va a enfadar papá, cuándo va a bromear el abuelo... "Hay que vivir el momento para entenderlo. Después, puede ser fotografiado", explica Eva Gascón. Para que la experiencia sea agradable para todos, permítete dejar de sacar fotos de rato en rato. Juega con tus hijos, relajaos juntos y vuelve a fotografiar cuando te apetezca. Nadie tiene por qué sentirse como un modelo. "Los niños están más predispuestos si después les muestras la historia, se reconocen y sienten el valor de esas fotos", amplía Eva.
3. No te olvides del contexto
Un buen relato no tienen por qué contar todo de manera explícita. A menudo, lo que más nos emociona es lo que intuimos, lo que las palabras evocan sin decir o lo que las imágenes sugieren sin mostrar. Prestar atención al contexto, a todo lo que hay alrededor de la historia que intentamos contar, es una excelente manera de hacer fotografías hermosas y sugerentes. Una foto de una montaña de juguetes no dice mucho por sí misma. Pero si ese pequeño caos es el colofón a un conjunto de fotos tomadas mientras tus hijos jugaban, estarás construyendo un recuerdo más completo de ese momento tan especial.
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4. No te obsesiones con los resultados
Sonríe. Ponte así. Date la vuelta. Mira hacia allá. No hagas eso. Quieto. Ya te puedes mover. Ahora haz esto otro... ¿te suenan estas frases? A veces, buscando una buena foto, acabamos desnaturalizando las situaciones. Y al final, lejos de acercarnos al objetivo, nos distanciamos de él. Lo mismo sucede cuando nos desanimamos al comprobar que nuestras fotos no tienen tanta calidad como nos gustaría. Está bien tratar de aprender y mejorar, buscar estrategias para que los resultados sean cada vez mejores. Pero no olvides que la meta es recoger instantes; y que la fotografía es buena si consigue capturarlos, aunque la ejecución no sea óptima. "La peor foto es la que no hemos hecho", explica Eva Gascón.
5. Mucha empatía... y una pizca de picardía
Estar detrás de la cámara tiene ventajas y desventajas. Lo que debemos evitar es acomodarnos en esa posición. Es bueno pensar de vez en cuando cómo nos sentiríamos si estuviésemos al otro lado del objetivo. Pregúntate si estarías pasando un buen rato, si te sentirías cómoda mientras te sacan fotos justo en ese instante, valora cómo querrías ser retratada. Además, para no irritar a nuestros fotografiados, podemos actuar con astucia. No apuntes hacia ellos todo el tiempo. Haz los ajustes que necesites mirando hacia otro punto, con condiciones de luz similares; y enfócales de nuevo cuando estés lista, cuando hayan bajado la guardia al creer que no eran tus 'víctimas'.
6. La historia de tu familia es feliz, pero no sólo feliz
Las fotografías de sonrisas pueden ser bellas, pero no dejes de atreverte a ir un poco más allá. Una de las cosas más reconfortantes de sacar fotos a tu familia es conseguir captar muchas emociones distintas. No se trata de ponerte a sacar fotos durante los veinte minutos que dura una rabieta, sino de hacer un par antes de soltar la cámara y lidiar con el espinoso asunto. Porque contar historias también es reflejar decepciones, enfados, frustraciones y lágrimas. En el curso «Fotografía de familia» encontrarás las herramientas precisas para empezar a hacerlo. Nociones técnicas básicas y alicientes para estimular tu creatividad de la mano de Eva Gascón, fotógrafa especializada en nacimientos, bebés y familias.