Aunque lo hemos deformado hasta convertirlo en una especie de lujo, el contacto con la naturaleza es una necesidad humana. No existe paz comparable a la que sentimos al relajarnos en un bosque, una playa o una montaña. Alejarnos de las prisas y el ruido de la ciudad nos permite conectar con nosotros mismos, seamos niños o adultos. Quizá hayas aprovechado el verano buscando estos entornos. Puede que aún tengas presente cuánto nos ofrece la naturaleza cuando nos acercamos a ella. ¿Piensas que no te queda más remedio que resignarte a pasar el curso entero privado de estas experiencias? ¡Te equivocas!
Mucha gente vincula el concepto educación en la naturaleza a un tipo especial y específico de escuela. Es cierto que hay cada vez más centros que apuestan por este formato, sea en bosques o en granjas, pero educar en la naturaleza es mucho más que eso. Katia Hueso, fundadora de la primera escuela infantil al aire libre de España, lo explica en el curso «Educar en la naturaleza». Hablamos de una filosofía, de una ética, de una manera de vivir la vida y ver el mundo. Si quieres compartirla con tus hijos, no es imprescindible que busques un centro especializado. Lo fundamental es el entusiasmo, la imaginación y el compromiso.
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1. La educación ambiental
La educación ambiental tiene puntos en común con la educación en la naturaleza, pero también muchos aspectos diferenciadores. Hace hincapié en el conocimiento ecológico y la conciencia, en la conservación del medio y la sensibilidad hacia él. A través de las iniciativas de educación ambiental promovemos actitudes de respeto y cuidado de los recursos naturales. Además, dentro de esta perspectiva encontramos corrientes variadas. La educación ecosocial, por ejemplo, puede incorporar cuestiones de género, apoyo a colectivos en riesgo de exclusión, justicia, equidad...
2. Voluntariado ambiental
Los voluntariados medioambientales ofrecen oportunidades puntuales de interactuar con la naturaleza. Los grupos organizados para hacer plantaciones, limpiar montes o restaurar bosques nos permiten implicarnos activamente en la conservación del medio. Además, Katia Hueso destaca un valor añadido muy relevante: impulsan el trabajo intergeneracional. Hay voluntariados a los que podemos acudir en familia, abriendo una ventana para que abuelos, padres y niños trabajemos en equipo. Es un escenario idóneo para que los mayores compartan sabiduría, compensando el déficit de conocimientos sobre la naturaleza que a menudo tienen los más jóvenes.
3. Campamentos
La palabra 'campamento' no va exclusivamente ligada a las vacaciones del verano. Organizaciones como los Scouts están vivas a lo largo de todo el curso. Los campamentos facilitan que los niños disfruten del medio natural con frecuencia. Eso sí, es importante conocer de antemano los criterios que siguen los organizadores y el enfoque que aplicarán. Algunos campamentos nos proponen calendarios repletos de actividades dirigidas, que no siempre son las más enriquecedoras para los niños. "La sociedad demanda una agenda de actividades lo más completa posible. Esto limita la exploración, la creación, la motivación... todas las premisas del juego libre y espontáneo", apunta Katia Hueso. En cualquier caso, buscando con detenimiento podemos encontrar opciones adecuadas. Y si no es así... ¿por qué no hacerlo por nuestra cuenta? No es difícil organizar acampadas con los peques, priorizando siempre su seguridad. Fórmate e infórmate antes de lanzarte a la aventura con ellos.
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4. Turismo activo
Los niños algo mayores pueden probar actividades como la escalada, el piragüismo y el senderismo. Estas alternativas permiten experimentar riesgos y emociones fuertes en entornos naturales. Nos desafían a desenvolvernos en el medio y exprimir nuestras capacidades. Sin embargo, los preparativos y la ejecución técnica de estas actividades acaparan buena parte del tiempo que les dedicamos. El contacto con la naturaleza no queda opacado, pero sí en un segundo plano. Si nuestro objetivo primordial es educar en la naturaleza, quizá funcionen mejor como complementos que como opciones prioritarias.
5. Interpretación ambiental
La emoción juega un papel decisivo en la interpretación ambiental. En este formato, un guía nos transmite la información sobre aspectos ambientales apoyándose en recursos como el relato o la teatralización. De este modo, los niños pueden recibir datos de una manera atractiva y emocionante. Aplicamos así lo que Marta y Lluvia Bustos nos enseñan en el curso «Educar y aprender desde el entusiasmo». "El entusiasmo es un motor emocional para conducir a los niños hacia el conocimiento", subrayan. La interpretación ambiental es un recurso muy eficaz para afianzar aprendizajes y actitudes fomentadas con otras actividades.
6. Educar en la naturaleza en espacios cotidianos
En casa, en la escuela e incluso en la oficina podemos crear rincones que planteen la oportunidad de educar en la naturaleza. Los huertos escolares son cada vez más comunes y facilitan estudiar temas relacionados con alimentación y sostenibilidad. Pero eso no es todo: si dispones de una pequeña parcela puedes crear un jardín de vida salvaje, un jardín sensorial, un jardín comestible... "Un pedacito de naturaleza real, tangible y disfrutable en nuestro entorno inmediato", define Katia Hueso. Los comederos para aves, las cajas nido o los hoteles para insectos también invitan a los niños a conectar con la naturaleza sin necesidad de grandes espacios. Porque con iniciativas sencillas también podemos aproximarnos a estos pilares pedagógicos, que Katia desarrolla en el curso «Educar en la naturaleza».