El legado de María Montessori tiene un valor incalculable. Su obra escrita es realmente amplia; pero además, existen un sinfín de proyectos desarrollados a partir de su trabajo. Existe bibliografía que nos ayuda a entender el desarrollo de los niños, catálogos repletos de materiales Montessori, tutoriales para crear ambientes preparados... Tenemos tanta información al alcance de un clic que quizá olvidamos de vez en cuando que no sólo hay que trabajar con los niños, con los materiales y con el entorno. Para aplicar con éxito el método Montessori, es fundamental que los adultos acompañantes tengamos clara la importancia de trabajar sobre nosotros mismos. El niño es dueño, líder, protagonista y responsable de su propio aprendizaje; pero para concentrarse en sus tareas necesita el acompañamiento de un adulto consciente.
La formación que adquiere un guía Montessori profesional incluye la comprensión y asimilación del rol que debe desempeñar. Sin embargo, es un aspecto que mamás, papás y educadores no especializados pueden pasar por alto. Vale la pena dedicar tiempo a profundizar en ello. En el curso «Montessori en el hogar», Bei M. Muñoz analiza con detalle el papel del adulto Montessori. Por si nunca has reparado en esta cuestión, pasemos a ver tres puntos de partida básicos.
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1. El ejemplo: un pilar fundamental
No sólo educamos cuando nos lo proponemos, lo hacemos constantemente. Es relativamente sencillo tomar la actitud apropiada cuando vamos a ofrecer una explicación a un niño, cuando hemos tenido unos segundos para pensar en lo que queremos decirle. Pero también estamos educándole cuando, por ejemplo, tenemos una discusión de pareja en su presencia. Educamos con todo lo que hacemos, con todo lo que decimos, con cómo lo hacemos y cómo lo decimos. Además, educamos con el clima que generamos en el hogar. Para desarrollar principios Montessori en casa, es esencial hacer un esfuerzo continuado por crear un ambiente en el que se respire empatía, libertad dentro de unos límites, ayuda mutua y respeto generalizado. Ten presente que "educar con el ejemplo no es una forma de educar, es la única".
2. No olvides observar a tus hijos
Ir al colegio. Volver del colegio. Las comidas. Las tareas domésticas. Los deberes. Las actividades extraescolares. Los juegos y las responsabilidades. Sabemos que el ritmo diario es frenético, que a veces no queda tiempo ni siquiera para respirar. ¿Quién puede pensar en hacer una pausa para observar? Para llevar a la práctica las propuestas de Montessori debemos cambiar nuestra mirada hacia los niños. Y ese cambio de mirada también pasa por entender que la observación no es una actividad contemplativa, sino activa. No es un simple complemento, no es opcional, sino que es algo que debemos convertir en prioridad.
En el blog ya hablamos anteriormente de la importancia de la observación adulta durante el juego libre del niño. Para conocer en qué etapa de desarrollo está tu hijo, cuáles son sus necesidades, intereses y motivaciones, deberás aprender a observar. Sobre todo, tendrás que aprender a no tener prisa, a no juzgar, a no intervenir, a no interrumpir. Es una habilidad que requiere práctica, tiempo y esfuerzo. Pero cuando descubras los valiosos frutos que puede brindarte, comprenderás por qué no puedes permitir que la exigencia diaria te prive de estos enriquecedores momentos de pausa.
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3. Conocimiento, formación y afán de mejora
Acompañar y educar a un niño, ser madre o padre, es una tarea exigente y compleja. No existen fórmulas mágicas que garanticen el éxito, pero las posibilidades mejoran cuando, además de buena voluntad y conciencia de nuestras responsabilidades, tenemos conocimientos. Entender cómo funciona la mente absorbente de los niños, saber qué etapas atraviesan en su desarrollo, tener sensibilidad hacia sus necesidades afectivas, tener capacidad para preparar un ambiente, comprender cómo construyen su propio aprendizaje... La formación constante es también una necesidad y un deber para padres y educadores.
En el curso «Montessori en el hogar», Bei M. Muñoz nos propone desarrollar en familia el modelo pedagógico de la maestra italiana. Comprobarás que Montessori no sólo ofrece un camino para acompañar a los niños en su desarrollo, sino que a través de ese acompañamiento, también los adultos nos acercamos a nuestra mejor versión. Porque es una propuesta que nos mantiene tal como querríamos estar siempre: conectados.