Tras mes y medio de confinamiento absoluto por la crisis del coronavirus, miles de niños en España pueden salir de sus casas desde el domingo 26 de abril. Una hora cada día, siempre en las proximidades de sus hogares y acompañados por un adulto. Es una nueva etapa en estos tiempos extraños y difíciles, un cambio que plantea nuevas inquietudes e interrogantes a las familias. ¿Cómo gestionar estas salidas? ¿Qué medidas conviene tomar para garantizar la seguridad de niños y mayores? ¿Cómo pueden estar afectando las horas de encierro a nuestros hijos y cuál es la mejor forma de acompañarles?
El enemigo es el COVID-19, pero los peligros son múltiples y trascienden el ámbito de la salud fisiológica. El bienestar emocional y socioafectivo de los niños también está bajo amenaza. Además, a las puertas de mayo todavía no tenemos claro qué ocurrirá con el curso escolar empezado en septiembre. Hay dudas en todos los hogares, en todas las familias; preguntas numerosas y variadas. Por eso hemos consultado a nuestros expertos: los profesores de Escuela Bitácoras.
Los pediatras Carlos González y Lucía Galán, el psicólogo Alberto Soler y los educadores Eduardo Rodríguez y Laura Estremera nos brindan perspectivas distintas y a la vez complementarias. Porque los niños nos necesitan más que nunca y es el momento de ofrecer respuestas. Las circunstancias más complejas son las que exigen nuestra mejor versión como padres.
"Hay que enfocar las salidas como una posibilidad, no como una imposición"
El primer vecino con el que nos cruzaremos al salir de casa es el miedo. Es natural sentir recelo tras varias semanas de reclusión rigurosa. Esa punzada de temor cumple una misión: recordarnos que la protección continúa siendo fundamental. Las medidas de higiene básica son conocidas: lavado de manos frecuente, antes de salir y al llegar; y en el exterior, mantener una distancia de al menos dos metros con otras personas. "Hay que explicar con dulzura a los niños que no deben tocar columpios, bancos o farolas", apunta Lucía Galán.
Laura Estremera también subraya la importancia de esa charla previa. "Tenemos que explicarles las condiciones en que podemos salir. Es importante hablarles desde la realidad y desde lo que nos preocupa", indica. La línea que separa prudencia y pánico es en estos momentos más estrecha que nunca, pero no podemos permitir que el miedo atraviese la puerta de casa. Ni al salir, ni al regresar. "Al llegar a casa, lavado de manos, fuera zapatos y si se desea, cambio de ropa", añade Galán. No es necesario "correr a la bañera ni desinfectar la ropa con lejía" si hemos paseado en condiciones seguras.
Porque el objetivo es que las salidas sean relajantes; y el nerviosismo puede convertirlas en experiencias desagradables. Lo mismo sucederá si empujamos a salir a un niño que se siente inseguro. "Tenemos que enfocarlo como posibilidad, no como imposición. Si genera tensión y angustia, no pasa nada por dejarles unos días más para que se hagan a la idea", sostiene Alberto Soler. La comunicación se convierte así en una medida de seguridad adicional. "Exploremos los motivos por los que no quieren salir, si no quieren hacerlo. No es lo mismo si es miedo o ansiedad, que si es por pereza o jugar a la consola", advierte el psicólogo.
"Las salidas controladas deben cubrir las necesidades de los niños, no de los adultos"
No importa si vives en una ciudad o en una aldea. Sobre el papel, las restricciones para pasear son iguales para todos: una salida de una hora diaria, sólo menores de 14 años, acompañados por un adulto y sin alejarse más de un kilómetro de casa. La de Carlos González es una de las voces más críticas con estas limitaciones. "No se quiere reconocer que no es igual vivir junto a una playa, cruzar la calle, caminar un rato y volver a casa; que doscientos vecinos de un bloque de viviendas saliendo al mismo tiempo. La consigna parece "si yo me fastidio, tú te fastidias también", denuncia el prestigioso pediatra.
González considera que se podría y debería haber permitido salir a los niños mucho antes. En este aspecto coincide con Eduardo Rodríguez. "Tengo la certeza de que existe gran desconocimiento de las necesidades de los niños y niñas. En muchas ocasiones esto se transforma en actuaciones que se alejan del sentido común. Creo que, de manera prudente, meditada y con civismo por parte de todos, podríamos haber adoptado estas medidas mucho antes, como en otros países", explica el educador.
Llegados al punto en que estamos, Rodríguez cree que debemos pensar en "cubrir las necesidades de los niños y niñas y no las de los adultos". Pero, con las restricciones actuales, satisfacer dichas necesidades puede resultar muy difícil en núcleos urbanos. No parece haberse tenido en cuenta que los niños precisan "entornos con posibilidades de acción para desarrollar su movimiento y su juego, para un mejor desarrollo físico, psíquico y emocional". Desde luego, aquello de visitar el supermercado o la farmacia no cumpliría estos requisitos. Y además, "no son lugares seguros. Donde mejor están los niños es al aire libre, no haciendo la compra", opina Lucía Galán.
Con los más pequeños, "evitar la ocasión para evitar el peligro"
Si Pedro tiene cinco años y vive con sus padres en pleno centro de Madrid, podrá pasear una hora cada día. Sin embargo, es muy probable que en ese tiempo no pise verde; y tampoco tendrá ocasión de jugar en un parque infantil. Es fácil que la salida termine en frustración y rabieta. "Es que la situación es frustrante para todos, aunque la comprensión será mejor cuanto mayores sean. Con los pequeños quizá sea buena idea "evitar la ocasión para evitar el peligro". Intentemos no acercarnos a parques a los que solíamos ir o zonas frecuentadas por amigos", reflexiona Alberto Soler.
Por complicado que resulte, el optimismo es urgente. "Los pocos estudios que hay por ahora indican que el confinamiento puede estar incrementando la prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión en niños", señala el psicólogo. "Algunos encuentran que el desarrollo de patologías a causa del confinamiento puede estar relacionado con el rasgo de optimismo o pesimismo previos, el nivel de preocupación que tuvieran los niños, sus estrategias de afrontamiento previas, así como la incidencia de la pandemia en su zona de residencia", detalla Soler.
La limitación de movimientos a la que han estado sometidos los menores también puede tener consecuencias diversas. "Es importante tener una concepción del niño y la niña como seres globales e integrales. Cualquier limitación en el plano del desarrollo motor no tiene únicamente impacto en el plano físico, sino que también lo tendrá en el plano cognitivo y emocional", explica Eduardo Rodríguez.
Sobrellevar el confinamiento más allá del paseo diario
Carlos González y Laura Estremera apuntan que el acompañamiento emocional de los adultos es determinante en el bienestar del niño. Lo es siempre, pero aún más en este momento. Tal vez de forma especial en aquellos que se han quedado sin iguales a su alrededor. "Aunque un adulto pueda estar ahí, no se adapta a nivel cognitivo como lo hace un igual. Es una parte que no está satisfecha y que no puede sustituir una pantalla. El contacto, el encuentro, el juego entre iguales… necesita esa vivencia, ese estar, ese permanecer", comenta Estremera.
Con apenas una hora diaria de aire libre, no podemos hablar de fin del confinamiento. Y mientras la situación general no mejore, prestar atención a la forma en que acompañamos a los niños debe ser prioridad. "Mi consejo es tratarles con mucho cariño, tener mucha paciencia, no asustarles más aún... y renunciar a muchas reglas que antes eran razonables. Cuando el único sitio en que un niño puede saltar es el sofá, todo cambia", expone Carlos González. La postura de Alberto Soler es similar. "Tenemos un papel clave en estos momentos. Fomentemos la comunicación, estemos atentos a cómo están llevando esto, dejemos un poco de lado las estrategias que buscan el control de la conducta y seamos más flexibles, atendiendo mucho más al clima familiar que al cumplimiento de objetivos", comenta.
A falta de aire libre, adecuar el espacio disponible en casa es poco menos que imprescindible. "Es importante la mirada de los adultos, que confíen y respeten los procesos naturales. Y que la casa sea un ambiente preparado donde el niño o la niña puedan tomar decisiones", propone Laura Estremera. "Que los niños y niñas puedan contar un espacio propio, adecuado a sus necesidades, hará que se sientan más seguros, fomentará su autonomía y favorecerá su autorregulación. Pero la adecuación del entorno no tendrá un impacto integral si no se acompaña por parte de los adultos con una mirada hacia niños y niñas como seres capaces, competentes y llenos de iniciativas", agrega Eduardo Rodríguez.
¿Y qué pasa con el curso escolar?
Deberes, exámenes y evaluaciones han acaparado titulares en las últimas semanas. El desenlace del curso escolar parece cuestión de importancia capital, pero, ¿realmente es así? En algunos centros se han dado pautas incluso para niños menores de 6 años. "El acompañamiento emocional también es parte del currículum en educación infantil. Hay familias con enfermos, otras que están viviendo un duelo. Pero seguimos dando importancia a no perder tiempo de clase, a que se conecten a una pantalla a una hora concreta, a que hagan fichas… Tendríamos que dejar tiempo para el juego, confiar en los procesos de los niños y dar más peso a la parte emocional", declara Laura Estremera.
"En niños mayores, si vemos cómo está elaborado el currículum, vemos que los mismos contenidos se repiten curso tras curso. Los van a repasar de nuevo más adelante. ¿Qué importancia tienen tres meses de contenidos dentro de diez años de enseñanza obligatoria, si no se han atendido otras necesidades importantes de las personas? Centrémonos en lo que es importante ahora", añade la maestra. Un curso perdido, en el peor de los casos, tal vez no sea un problema tan grave como nos parece últimamente. "Al final no importará tanto cuántas fichas hayan hecho, o la hora a la que se hayan ido a la cama, sino el clima y el tiempo que pasaron con sus familias en casa. Hagamos que su recuerdo sea el mejor posible a pesar de la que está cayendo ahí fuera", concluye Alberto Soler.