El contacto frecuente con la naturaleza y la actividad física al aire libre tienen grandes beneficios para los niños. Al decir esto no hemos revelado nada nuevo. Cualquiera al que preguntes te dirá que sí, que jugar en entornos naturales es un hábito con consecuencias muy favorables en el desarrollo físico, mental, emocional y social de nuestros peques. Sin embargo, si observamos objetivamente nuestras costumbres, no parece que tengamos estas ventajas tan presentes como debiéramos. Pensemos en el ritmo de vida de los niños de hoy. ¿Cuántas horas semanales pasan jugando al aire libre la mayor parte de ellos? ¿De verdad buscamos y reservamos tiempo para que aprovechen todos los beneficios de la naturaleza?
Si vives en una gran ciudad, dispones de alternativas para ofrecer esos momentos a tus hijos. Al contrario de lo que mucha gente cree, no hace falta que esperemos al buen tiempo. Podemos hacerlo en cualquier momento del año, incluido el invierno. Lo que está claro es que daríamos un gran paso si las escuelas convencionales, en especial en educación infantil, apostasen por dedicar tiempo y recursos a la educación al aire libre. No sólo porque es posible, sino porque además es necesario, barato y sencillo.
Para hacerlo desde la seguridad y el conocimiento en el contexto de la pandemia, la Federación Nacional de Educación en la Naturaleza -EDNA- ha publicado un completísimo documento con una actualización de protocolos y medidas para el desarrollo de la actividad educativa en la naturaleza, ante la COVID-19. En él incluyen referencias a trabajos científicos que demuestran beneficios de la actividad física al aire libre para los niños. Hoy queremos echar un vistazo a los beneficios para su salud mental.
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1. Aumento de la alegría y sensación de felicidad
Una actividad tan sencilla como dar un breve paseo por una zona verde tiene capacidad para reducir la frustración y promover la reflexión pausada. Pero lo más interesante es que estos beneficios se mantienen al salir de ese hermoso paisaje y volver al entorno urbano. Convertir en costumbres esta clase de actividades puede incrementar de manera muy notable la sensación de felicidad de los niños que participan en ellas (fuente).
2. Restauración de la capacidad de atención
El contacto con la naturaleza tiene un 'poder protector' contra los factores ambientales estresantes. La evidencia científica apunta que su capacidad para ayudarnos en la restauración fisiológica, emocional y de la atención es superior a la de los entornos urbanos. Por ello, podemos decir que en el bosque, en la montaña o en la playa encontramos auténticos "entornos restauradores". Son lugares que nos regeneran como ningún otro (fuente).
3. Atenuación de la ansiedad
Un estudio publicado en 2015 comparó los efectos de pasear durante algo menos de una hora por un entorno urbano y las consecuencias de un paseo de idéntica duración por un paisaje verde. Completada la caminata, los participantes realizaron varias pruebas para evaluar su funcionamiento afectivo y cognitivo. El paisaje verde demostró mayor capacidad para rebajar la ansiedad y la rumiación, entendida como fijación en emociones negativas (fuente).
4. Atenuación del estrés infantil
Tener la oportunidad de disfrutar habitualmente de la naturaleza puede moderar el efecto negativo del estrés en los niños. Se ha comprobado que los peques que están en contacto con la naturaleza gestionan mejor el estrés y demuestran más capacidad para afrontar circunstancias difíciles. Además, las consecuencias positivas del juego en entornos naturales son incluso más visibles en niños vulnerables. "De aquí se deduce la importancia estratégica de la inclusión de elementos naturales en los entornos residenciales y educativos", afirman los autores del estudio.
5. Expansión del juego simbólico y la imaginación
Una investigación realizada en Australia apuntó que es necesaria una combinación de elementos para que un entorno natural favorezca el aprendizaje al aire libre en los niños. Entre ellos, la posibilidad de interactuar activamente con la naturaleza y la presencia de un adulto interesado que brinde aliento y estímulos. "Cuando estos aspectos están presentes, se enriquece el juego y el aprendizaje de los niños", concluyen las autoras del estudio.
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6. Atenuación de los síntomas de TDAH
El juego en la naturaleza tiene potencial para ayudar a niños y niñas con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). La inserción en sus rutinas del juego en espacios naturales resulta en síntomas considerablemente más leves que los padecidos por niños acostumbrados a jugar en espacios cerrados. Así lo indican los resultados de un seguimiento realizado a 421 niños y niñas en el año 2011 (fuente).
7. Incremento del bienestar y la capacidad de autorregulación
En el año 2018, tres investigadores británicos decidieron estudiar el efecto del juego y el aprendizaje en el bosque en un grupo de niños entre 5 y 7 años. Niños, por otro lado, que vivían situaciones complejas por motivos sociales, económicos o personales. Los resultados obtenidos fueron espectaculares. "En términos de bienestar, se desarrolló notablemente su autorregulación y resiliencia. (...) Los niños incrementaron su bienestar físico y social, su confianza para aprender y la conexión con la naturaleza", resolvieron los autores del estudio.
8. Aumento de la confianza, la autoestima y las habilidades sociales
Los niños son más felices cuando tienen ocasiones de jugar e interactuar en espacios naturales. Se sienten mejor consigo mismos y eso suele reflejarse también en su manera de relacionarse con los demás y con el entorno. Cuando juegan en la naturaleza disfrutan, se sienten motivados y su curiosidad florece. Además, afrontan las dificultades desde la confianza y mantienen una excelente predisposición hacia el aprendizaje (fuente).
9. Mejora del rendimiento escolar
¿Qué ocurre cuando las escuelas convencionales apuestan por la educación al aire libre y el juego en la naturaleza? "Nuestros resultados sugieren que las escuelas urbanas pueden mejorar el rendimiento académico de los niños incrementando la cantidad de árboles, particularmente las escuelas en desventaja socioeconómica (...) Estos resultados respaldan los trabajos existentes, que demuestran vínculos entre rendimiento académico y espacios verdes", señala este estudio.