Durante siglos la educación ha estado basada en el sometimiento a los adultos del niño. Éste no tenía libertad de opinión o actuación y estaba limitado a obedecer y actuar tal y como le era indicado. Era, pues, un sujeto pasivo de su aprendizaje, obligado a reproducir el modelo que recibía.
Del mismo modo sucedía en las aulas, y los maestros incluso empleaban el castigo tanto verbal como físico para reprimir compartimentos inadecuados o de desobediencia.
Poco a poco este modelo, basado en el autoritarismo, va desapareciendo y dejando paso a un método en el niño es parte activa y consciente de su propio aprendizaje, razona por sí mismo elabora sus propias respuestas, respetando la figura del adulto, pero siendo igualmente respetado.
Todo ello ha sido fruto de muchos años de llevado a cabo por grandes personalidades dentro de la educación, como María Montessori o Rudolf Steiner, dando paso a otras metodologías educativas innovadoras, como es el caso de la Disciplina Positiva, que tiene sus orígenes en las investigaciones del Psiquiatra Alfred Adler, a principios de los años 20.
Pero no fue hasta 1980 cuando Jane Nelsen y Lynn Lott decidieron ampliar la obra de ambos psiquiatras, adaptándola al modelo socioeconómico familiar y escolar actuales. Ambas comienzan a realizar talleres sobre la educación en positivo y escriben varios libros sobre este apasionante tema, orientados a las necesidades actuales de la infancia.
La educación en positivo no es, contrariamente a lo que podría pensarse, una opción pedagógica reciente sino una metodología basada en la evidencia científica y el denodado estudio durante muchas décadas de pedagogos, psicólogos y psiquiatras de todo el mundo.
¿Cuáles son las principales señas de identidad de una educación en positivo?, ¿qué beneficios aporta?
· La educación en positivo está basada en la comunicación, el cariño, el entendimiento y la empatía.
· Se trata de “un baile perfecto entre amabilidad y firmeza”, en palabras de Bei M. Muñoz, con respeto mutuo y sin luchas de poder.
· El respeto es la clave y no se emplean ni el autoritarismo ni los gritos para educar.
· Se requiere de la colaboración de todos los miembros de la familia, siendo todos parte activa del proceso.
· Ayuda a los niños a sentirse protagonistas de su aprendizaje.
· Permite a los niños desarrollar sus capacidades innatas y todo su potencial.
· Favorece la autonomía, la seguridad, la autoconfianza, la escucha y la convivencia en comunidad.
· No se emplea el castigo ni el premio (disciplina punitiva) como consecuencia de nuestros actos.
· El principal objetivo es modelar las habilidades que queremos transmitir a nuestros hijos, siendo nosotros el espejo donde se reflejen.
· Los retos diarios son una oportunidad para modelar estas habilidades.
· Los errores son tomados como oportunidades de aprendizaje y por lo tanto, nos hacen tomar responsabilidad consciente para el cambio.
· Nosotros no somos el error; las acciones que realizamos sí pueden ser erróneas o fallidas. Por lo que no culpabilizarnos es muy importante.
Con este abanico tan amplio de características, podemos concluir que educar en positivo es el método ideal para hacerlo de una manera consciente, respetuosa, amable y firme, a nuestros pequeños, siendo la fórmula ideal para forjar adultos felices y llenos de valores y habilidades individuales y sociales.
Si quieres descubrir más sobre la educación en positivo te animamos a hacerlo con el curso Disciplina Positiva, de Bei Muñoz, Educadora certificada de Padres en Disciplina Positiva por la Positive Discipline Association.