En los últimos años, la expresión “apego seguro” ha ido ganando presencia entre padres y educadores cuando se abordan temas relacionados con la crianza y la educación de los más pequeños.
Tras la Segunda Guerra Mundial, en la que se estima que fallecieron en torno a 60 millones de personas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) encargó al psiquiatra y psicoanalista John Bowlby un estudio sobre las dificultades que presentaban los niños huérfanos y “sin techo”.
Como consecuencia de este trabajo, Bowlby elaboró su “Teoría del apego”, en la que concluyó que los bebés desarrollan una relación íntima de apego con la figura adulta que se muestra sensible, receptiva, cercana y accesible, cubriendo de este modo no sólo unas necesidades fisiológicas sino también emocionales y afectivas. Una relación privilegiada entre el adulto y el niño.
No fue hasta la década de 1960 cuando la psicóloga Mary Ainsworth, colaboradora de Bowlby, realizó varias investigaciones que no sólo reforzarían los hallazgos del británico, sino que también introdujeron el concepto de "base segura" y permitieron segmentar el número de patrones de apego en el recién nacido: apego seguro, apego seguro-evitativo y apego seguro-ambivalente y el apego desorganizado, este último nombrado por las psicólogas Main & Solomon en 1990.
Qué es el apego seguro y qué características tiene
· Es una relación asimétrica: una de las personas (el adulto) está en situación de superioridad y sabe resolver las necesidades que se presentan, se muestra segura y resolutiva ante los problemas.
· Es una relación rítmica: donde hay turnos, con una comunicación armónica entre ambos.
· Es una relación íntima: es prioritario el contacto piel con piel, los gestos de cariño, caricias, cercanía, miradas...
· Es una relación desformalizada: sin necesidad de protocolos ni formas, ya que es de cercanía y confianza, espontánea y lúdica.
· Debe haber accesibilidad y disponibilidad de la persona de referencia: los niños necesitan sentirse seguros de que siempre va a haber alguien accesible y que les ayude. Esto les proporciona mayor autoestima.
· Las relaciones son exclusivas: la figura de apego se comparte solamente con hermanos o familiares. Hay que mostrarse incondicional al niño.
· Permanentes en el tiempo: es decir, que no sean puntuales, sino que tengan durabilidad y constancia.
· Hay autores que hablan de la posibilidad de varias figuras de apego para dar mayor estabilidad y seguridad al niño y que de este modo, no sienta tanta angustia por separación.
· Debe haber un estilo educativo a partes iguales entre disciplina y afecto.
Todas estas características y muchos otros aspectos del Apego Seguro y de la Crianza Respetuosa, los podemos descubrir de la mano de Soraya Sánchez en el curso «Crianza respetuosa en la primera infancia», que nos invita a reflexionar sobre la mirada hacia la infancia y pretende ayudarnos a educar de una manera más consciente y empática.