Casi todos hemos tenido (o tendremos) una verruga vírica en algún momento de nuestras vidas. Se calcula que alrededor de un 80% de la gente contrae, antes o después, uno de los virus que puede causarlas. Es una infección frecuente, pero las mamás y los papás nos llevamos un buen susto al ver que nuestro bebé o hijo de corta edad tiene una verruga. ¿Dónde se habrá infectado? ¿Es necesario acudir a la consulta del pediatra o del dermatólogo? ¿Conviene tomar precauciones y/o aplicar algún tratamiento?
Lo primero es afrontar el asunto con tranquilidad. Por lo general no hay problemas graves detrás de una verruga. Se trata de una manifestación visible de que se ha contraído un virus, pero se puede tener el virus y no tener verrugas. Puede pasar hasta un año desde la infección hasta que el virus 'despierta' y las provoca. Lo normal es que el organismo de tu peque consiga eliminar el virus por sí mismo en algún momento; aún así, las infecciones suelen tratarse para evitar contagios. Lorea Bagazgoitia, dermatóloga especializada en dermatología infantil, nos habla en detalle de verrugas víricas en el curso «La piel de los niños».
¿Qué virus generan las verrugas y cómo se contraen?
Las verrugas víricas son muy comunes en bebés y niños, más que en los adultos. Los virus que suelen provocarlas pertenecen a la familia del papiloma humano, dentro de la que hay muchísimos diferentes. Cada uno de ellos tiene preferencia por una zona del cuerpo; y muestran un aspecto distinto según donde aparezcan. La apariencia de las verrugas que suelen salir en las manos, esos pequeños 'bultos' de carne, no es la misma que la que presentan las que vemos en la cara o en los pies.
El virus llega a la piel a través del contacto con otra piel. Es decir, es necesario que exista roce y una mínima herida en la piel que contraerá el virus. Esta herida no siempre es visible. Basta con que la superficie de esa piel presente un mínimo daño, a veces no perceptible. También se cree que los virus podrían transmitirse a través del contacto con superficies que a su vez han estado en contacto con ellos. Por ejemplo, el pomo de una puerta, el suelo de un vestuario, un flotador de piscina... En cualquier caso, es importante indicar que esta forma de transmisión todavía no ha podido ser totalmente demostrada.
Después de ese contacto, el virus penetra en la piel y se asienta en una capa intermedia de la epidermis. La verruga no tiene por qué aparecer de inmediato, ni a corto plazo. Puede transcurrir hasta un año antes de que eso ocurra. Además, que la verruga salga en la punta del dedo pulgar no significa que el virus esté única y exclusivamente ahí.

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Tratamiento antiverrugas y prevención en bebés y niños
Un niño sano, que no padezca enfermedades que afecten a su inmunidad, verá desaparecer sus verrugas en un máximo de 2 años en dos de cada tres casos. En otras situaciones durarán más, pero lo habitual es que el organismo termine por destruir el virus. De ahí que, aunque sea recomendable seguir tratamiento, resulte difícil saber con certeza si es el propio organismo o ese tratamiento lo que resuelve definitivamente el problema.
En cualquier caso, la eficacia de algunos tratamientos está comprobada. Uno de los más conocidos es la crioterapia. Consiste en aplicar nitrógeno líquido frío (a unos -196º) sobre la verruga, congelándola muy deprisa. Al descongelarse se destruye el tejido y desaparece la verruga. Los resultados son muy buenos, aunque puede resultar un poco doloroso. Los dermatólogos disponen de los recursos precisos para aplicar este tratamiento. Aunque en las farmacias venden aerosoles de crioterapia, no son iguales a los que usa un profesional sanitario. Otra alternativa son los productos antiverrugas con contenido en ácido salicílico. Actúan deshaciendo la queratina, una proteína que cubre la piel y suele acumularse en las verrugas.
En el curso «La piel de los niños», Lorea Bagazgoitia aporta más información sobre las verrugas víricas en bebés y niños, así como consejos para protegerles de las infecciones. "Sobre todo, es cuestión de sentido común. Debemos evitar contacto directo con verrugas, o manipularlas; y usar chanclas o escarpines en piscinas, vestuarios y sitios públicos", explica la dermatóloga.