Muchas familias aprovechan el verano para disfrutar de la playa. Baños refrescantes, juegos y deportes sobre la arena, tiempo en común... los días de playa son divertidos para niños y mayores. Es cierto que vivimos un verano atípico, en el que nos toca seguir pautas para protegernos del coronavirus. El uso de mascarillas, el lavado de manos frecuente y el mantenimiento de la distancia de seguridad son hábitos a los que tenemos que acostumbrarnos. Y en la playa, estas medidas se unen a las de siempre, como las que debemos tomar para protegernos del sol. La aplicación de crema de protección solar está entre las imprescindibles.
En el curso «La piel de los niños», la dermatóloga Lorea Bagazgoitia nos recuerda que "la piel tiene memoria. Todo el sol que vamos absorbiendo a lo largo de la vida nos hace acumular papeletas para tener un cáncer de piel en el futuro". De hecho, se ha comprobado que sufrir cinco quemaduras solares durante la infancia puede incrementar hasta un 80% la probabilidad de padecer un melanoma. Por eso, el papel de los padres para proteger a los niños (y enseñarles cómo protegerse) es muy importante.
Utilizar gorra y ropa adecuada, beber agua con frecuencia, descansar a la sombra... A través de estas sencillas prácticas podemos acompañar y complementar la acción protectora de las cremas solares. Recuerda que escoger y aplicar una buena crema es fundamental, pero no suficiente si es la única medida de protección que tomamos.

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¿Cuál es el factor de protección solar adecuado para los niños?
Lo primero que nos llama la atención al observar el estante de cremas en la farmacia es el factor de protección solar (FPS). Por lo general, damos por supuesto que más es mejor; aunque también hay gente que piensa (equivocadamente) que una crema con un FPS elevado puede impedirnos sintetizar la vitamina D que obtenemos por efecto del sol. "El factor de protección solar es el número de veces por las que se multiplica la dosis eritematógena mínima cuando utilizamos ese producto", explica Lorea Bagazgoitia.
¿Qué quiere decir esto? Imagina que te expones al sol sin crema y sufres una quemadura a los cinco minutos. Usando una crema con FPS 30+, podrías estar expuesta a esa radiación 30 veces más tiempo sin quemarte. Ten en cuenta que este cálculo se realiza aplicando una cantidad de 2 gramos por centímetro cuadrado de piel, bastante más de la que solemos usar. Una crema con FPS 30+ frena el 93% de los rayos ultravioleta. Si el FPS es 50+, podrá bloquear hasta el 98%.
"En general, para los niños, siempre recomiendo una protección 50+", sostiene la doctora Bagazgoitia. La dermatóloga también nos aconseja aplicar la crema antes de salir de casa para hacerlo de manera cuidadosa; y nos recuerda que la utilización de cremas de protección solar no es recomendable en bebés menores de 6 meses. En el curso «La piel de los niños» nos proporciona más consejos para elegir una crema solar y hacer un uso seguro de ella.

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Cremas de protección solar con filtro de protección físico o químico, ¿cuáles son mejores para los niños?
Si te has parado a leer las etiquetas de las cremas de protección solar, o alguna información sobre ellas, también habrás visto que existen filtros físicos y químicos. "Lo correcto sería llamarles, respectivamente, filtros inorgánicos y orgánicos", aclara Lorea Bagazgoitia. Pero, ¿qué diferencias existen entre ellos? ¿Son unos mejores que otros? Y sobre todo, ¿cuáles son los más adecuados para proteger del sol a los más pequeños?
"Los filtros físicos reflejan los rayos del sol, de manera que el rayo ultravioleta no incide en la piel y evita el daño. Los químicos, en cambio, neutralizan y bloquean los rayos de sol mediante una reacción química para que no penetren en la piel", comenta la dermatóloga. Desde una perspectiva cosmética, los filtros físicos suelen producir cremas más blancas y pastosas; mientras que los filtros químicos resultan en cremas más fluidas. "La mayor parte de los protectores combina ambas cosas", añade Lorea.
Con todo, los filtros físicos no tienen riesgo de provocar alergias o sensibilización en la piel. Este peligro, aunque sea leve, sí existe en el caso de los filtros químicos. En términos generales es preferible dar prioridad a los filtros físicos en cremas para niños, muy en especial en casos de dermatitis atópica. Si en una circunstancia puntual tenemos que exponer al sol a un bebé y decidimos usar un poco de crema, también nos decantaremos por aquella que contenga filtros físicos o inorgánicos.