Una alarma se activa cuando el cerebro humano percibe el llanto de un bebé. Por supuesto, ese aviso es mucho más intenso en el caso de los padres, muy especialmente de los primerizos. ¿Por qué llora esta vez? ¿Puede que tenga hambre, sueño, frío? ¿Estará incómodo, quizá? Más que la respuesta a estas preguntas, lo que habitualmente intentamos es buscar una solución a toda costa. Queremos contrarrestar el llanto y tratamos de frenarlo. Lo cogemos en brazos, le ofrecemos chupete, teta o biberón, hacemos un cambio de pañales... Si nada de eso funciona podemos quedarnos en blanco, sin saber cómo traducir el malestar que el pequeño nos transmite.
Ahora piensa en lo que ocurre cuando tú lloras, o cuando lo hace otro adulto. Obviamente, él puede explicarnos con detalle qué le sucede, pero también podemos fijarnos en su lenguaje no verbal e interpretarlo. Las señales no son las mismas cuando el llanto es de tristeza que cuando es de rabia, enfado o emoción. También existe eso que podríamos llamar 'llanto liberador': no lloramos por nada en concreto, sino por un cúmulo de cosas que nos superan. Lloramos porque necesitamos hacerlo para descargar todo ese estrés. A su manera, los bebés también lloran de vez en cuando de este modo. Mientras tu hijo no pueda utilizar palabras para decírtelo, tendrás que prestar atención a otros detalles para entender qué le pasa.

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Comprendiendo las necesidades emocionales de tu bebé
Como siempre, la paciencia es nuestra mejor aliada cuando tenemos que entender a un niño. Si ya has concluido que tu hijo no quiere comer, ni está irritado por ningún motivo visible, trata de no dejarte llevar por los nervios. Ya sabes que ellos perciben enseguida el estado de ánimo de quienes le rodean y que las alteraciones les afectan profundamente. No suele resultar sencillo, pero conviene afrontar la situación con la mayor naturalidad y tranquilidad posible. Nada calma más a un bebé que la paz que puede transmitirle su mamá o su papá.
¿Qué haces cuando un amigo rompe a llorar ante a ti? Sería extraño que reaccionases con nerviosismo, concentrando tu energía en acallarle. Lo que seguramente hagas es darle tu apoyo y compañía hasta que se desahoga. Tu hijo no es diferente y es probable que te necesite mucho más que cualquier amigo. Cuando un bebé tiene una necesidad emocional, la mejor respuesta al llanto es el acompañamiento tranquilo. Más tarde, cuando llegue la calma, sí es importante reflexionar sobre el posible origen de su estrés. Pregúntate si las rutinas diarias son agobiantes: demasiado ruido, demasiadas visitas, demasiadas prisas... Vale la pena pensarlo con detenimiento y cambiar aquello que sea necesario.
El masaje, un gran aliado en la prevención del malestar
Elegir el mejor momento para hacerle un masaje a tu hijo es fundamental. No es buena idea intentarlo mientras está llorando, ni cuando está recién despertado o a punto de dormirse. El estado ideal es el que suele denominarse 'alerta tranquila'. Son las fases del día en que el bebé está despierto y relajado, abierto a experimentar sensaciones. Si consigues identificar esos instantes podrás escoger cuál es el idóneo para disfrutar de un masaje. No tardarás en comprobar sus efectos: con el apoyo de ese aliado y unas rutinas adecuadas, tu pequeño se encontrará mucho más tranquilo y cómodo a lo largo de la jornada.
El objetivo no es frenar los llantos y las expresiones de malestar cuando se producen, sino cambiar lo que sea necesario, añadir y modificar hábitos para que el bebé se sienta a gusto. También existen masajes específicos para otro tipo de necesidades, como los dolores causados por gases, cólicos o estreñimiento. En el curso «Masaje infantil a través del juego», Cristina Saraldi explora a fondo el potencial de esta práctica, una gran desconocida para muchas mamás. Te sorprenderá descubrir cómo puedes fortalecer vínculos y conectar emocionalmente con tu hijo con el juego como pretexto y el masaje como herramienta.