"Fíjate. Acabo de pedirle que no se ponga de pie en la mesa y ahí está de nuevo. Encima lo hace mientras le estoy mirando y sonríe. ¡Me está desafiando! ¡No me hace ningún caso!". Este tipo de frases son conocidas para cualquier mamá o papá. La inmensa mayoría hemos pronunciado palabras similares en alguna ocasión. Nos hemos desesperado tratando de convencer a nuestros hijos de 5 años o menos de que no pongan los pies en el sofá, o no pinten las paredes de casa, o no lancen piedras en el parque. Incluso hemos intentado pedírselo amablemente, armándonos de paciencia; sin obtener resultados. Nos miran a los ojos, sonríen y hacen de nuevo justo eso que acabamos de prohibirles. ¿Cómo no hundirnos en la frustración ante la ineficacia de nuestras órdenes?
Es posible que el problema esté en nuestro punto de vista. Eso es lo que expone Carlos González en el curso «Autoridad y límites». Según el prestigioso pediatra, esta clase de comportamiento en niños pequeños ni siquiera es realmente desobedecer. "Cuando desobedeciste a tus padres, ¿lo hiciste delante de ellos y sonriendo? ¿O lo hiciste a escondidas, como todo el mundo?", reflexiona. Desde cierta edad, los niños y adolescentes tratan de ocultarse cuando verdaderamente saben que están haciendo algo incorrecto o prohibido. Todos lo hemos hecho. El caso de los más pequeños es diferente. "Están deseando obedecer porque no hay nada que les haga más felices que ver a sus padres contentos y orgullosos, ni nada que les aterrorice tanto como verles enfadados o decepcionados", añade González.
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Aclaraciones para obedecer mejor
Entonces, si tanto desean obedecer, ¿por qué no lo hacen? Quizá las cosas no sean tan simples como tendemos a creer. Tal vez los adultos olvidemos con demasiada facilidad cómo aprendimos nosotros los conjuntos de reglas. Pongamos un ejemplo escolar, de la clase de matemáticas. Sumar es muy sencillo: consiste en reunir varias cantidades en una sola. Sin embargo, nadie es capaz de aprender a sumar apenas con esa explicación. El aprendizaje requiere práctica, exige repetir la operación un montón de veces. Y cuando no repetimos, olvidamos lo aprendido.
La persona que establece una norma tiende a pensar que es clara y fácil de entender. De hecho, lo normal es hacer un esfuerzo deliberado para que así sea. Es a la hora de llevarla a la práctica cuando surgen las dudas. Redactar una ley puede costar varios meses de trabajo y ocupar decenas de páginas. Y después de todo ese trabajo, tres tribunales distintos pueden hacer interpretaciones opuestas del mismo texto. Las reglas no siempre son tan claras como le parecen a quien las dicta.
Carlos González considera que un niño que desobedece sonriendo y mirando a los ojos del adulto está pidiendo aclaraciones para obedecer mejor. Porque necesita repetir para interiorizar cómo funcionan las cosas, porque puede que para él las normas no estén tan claras como lo están para los adultos. "Lo hace delante de ti porque necesita saber qué opinas. Te mira a los ojos para ver qué cara pones. Y te sonríe para demostrar buena voluntad", sostiene.
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La obediencia absoluta es imposible
Más allá de las motivaciones que tenga su comportamiento, ¿es justo esperar obediencia absoluta de un niño pequeño? "Está prohibido matar desde hace 5.000 años y todavía hay asesinatos. Está prohibido aparcar en doble fila, saltarse un stop y pagar facturas sin IVA, pero la gente continúa haciéndolo", comenta Carlos González. Nadie, ni siquiera el adulto más intachable, respeta las normas al 100%. Nuestros esfuerzos suelen centrarse en las más importantes, las que tienen consecuencias considerables. Es lógico y normal pedir a un niño que no pinte ni ensucie las paredes de casa, pero... ¿merece la pena perder los papeles por ello? ¿No dejará de hacerlo con el tiempo de todos modos, aunque no pongamos el grito en el cielo? "Hay que elegir las batallas que vale la pena luchar", concluye González.
Hay muchos aspectos de nuestra relación con los niños que podemos replantearnos. El concepto de obediencia, nuestra responsabilidad como guías y referentes, las expectativas que tenemos de ellos, las cuotas de libertad que les concedemos... En el curso «Autoridad y límites», Carlos González nos invita a reflexionar y hacer autocrítica, ejercicios necesarios para tomar decisiones conscientes y construir relaciones más equilibradas y saludables. Si lo que quieres es acercarte a tus hijos y comprender mejor sus sentimientos, apúntate ya a su segundo curso para Escuela Bitácoras, «Necesidades afectivas de los niños».