Cada 3 de marzo celebramos el Día Mundial de la Naturaleza. Así lo proclamó la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2013. El organismo destaca en su resolución "el valor intrínseco de la flora y la fauna silvestres y sus diversas contribuciones ecológicas, genéticas, sociales, económicas, científicas, educativas, culturales, recreativas y estéticas al desarrollo sostenible y el bienestar de la humanidad". La jornada es perfecta para recordar que la educación en la naturaleza no es una opción, sino una necesidad real para nuestro planeta y quienes lo habitamos.
Cuando conocemos los formidables beneficios de crecer en contacto con un entorno natural, comprendemos por qué todos los niños deberían tener la oportunidad de disfrutar de la naturaleza. Sin embargo, es importante tener presente que la educación en la naturaleza no sólo redunda en ventajas para el individuo que la recibe. “La esencia de la educación en la naturaleza es la idea de que somos naturaleza, somos parte de ella”, recuerda Katia Hueso, profesora en el curso «Educar en la naturaleza». Ofreciendo a los niños un contacto permanente, directo y frecuente con el medio natural estamos enseñándoles a cuidar una parte de sí mismos. O, dicho de otro modo, a cuidar de su hogar.
Más información sobre el curso «Educar en la naturaleza»
Entender la naturaleza como nuestro hogar
La educación en la naturaleza se fundamenta en los cimientos de la ecología profunda, de la vida al aire libre en países escandinavos y de una ética ambiental basada en el respeto, el agradecimiento y las relaciones horizontales con la naturaleza. Esto último supone entender que no sólo estamos en la naturaleza, sino que somos parte de ella. Al hilo de esta idea, Katia Hueso señala tres pilares pedagógicos básicos en la educación al aire libre. Son el respeto, el juego espontáneo y la permanencia en la naturaleza. El último de ellos nos invita a ver la naturaleza, ante todo, como nuestro hogar.
"Si no tenemos la idea de que la naturaleza es nuestro hogar, seguiremos viéndola como algo ajeno a nosotros, a nuestra vivencia, a nuestro ámbito de percepción. Cuando sí interiorizamos esa idea podemos empezar a aprovechar este espacio como lugar para la fantasía, la creación, el juego... y el aprendizaje", añade Katia. Los niños que sienten que el entorno natural del que disfrutan es el lugar al que pertenecen pueden desarrollar allí un juego libre y creativo. Un poco más adelante, una vez consolidado ese contexto de juego, la naturaleza se convierte también en un espacio de aprendizaje. Y no sólo ocurre cuando los peques asisten a diario a una escuela al aire libre. Existen muchas otras alternativas para ofrecerles educación en la naturaleza.
La pedagogía al aire libre, en una escalera
En el curso «Educar en la naturaleza», Katia Hueso profundiza en los principios que guían la educación al aire libre. Entre los recursos que comparte está la 'escalera' de la asociación sueca Friluftsfrämjandet. Sirve para comprender de forma sencilla qué etapas atraviesa la relación de un niño (o un adulto) con la naturaleza. En los peldaños inferiores encontramos los primeros pasos, los cimientos. Los escalones más elevados representan las fases posteriores del vínculo.
- Sentirse seguro y confiado. Lo primero es la comodidad, el confort; conseguir que el contacto con la naturaleza sea agradable, en el momento y el lugar en que se produce.
- Divertirse en la naturaleza. Como explicamos antes, esto sólo es posible cuando se consolida la primera fase.
- Ver y reconocer la naturaleza. Comenzamos a hacerlo cuando estamos tan familiarizados con el entorno que ya hemos podido divertirnos.
- Entender las relaciones. La observación nos conduce al entendimiento de relaciones de causa y efecto. Cuando llueve, encontramos charcos; cuando sopla el viento, los árboles se mueven.
- El rol del ser humano. En este escalón empezamos a comprender que también nosotros tenemos un papel activo en la naturaleza porque somos parte de ella. Nuestros comportamientos tienen consecuencias.
- La influencia del ser humano. Además de lo anterior, podemos tomar muchas decisiones que influyen en nuestro entorno. Decisiones sobre nuestro estilo de vida, patrones de consumo o hasta la energía que utilizamos en casa o para desplazarnos.
La edad y el nivel de madurez del niño determinará los niveles de abstracción que puede alcanzar en cada peldaño.
Es importante subrayar que se trata de un recurso elaborado en Suecia. Si allí hay familias que no se dejan vencer por el frío, ¡no tengas dudas! Los niños necesitan disfrutar de la naturaleza (también en invierno); y vivas donde vivas, existen alternativas para lograrlo.