El 1 de junio celebramos el Día Mundial de las Madres y de los Padres. Así lo declaró la Asamblea General de la ONU en septiembre del año 2012, "queriendo reconocer su labor y honrar su trabajo en todo el mundo". En la mayoría de países suele celebrarse un Día del Padre y un Día de la Madre, de modo que esta jornada no tiene especial relevancia. Pero lo cierto es que nos brinda una oportunidad idónea para reflexionar sobre nuestro papel en el desarrollo emocional de nuestros hijos.
Lo normal es que madres y padres tengamos una idea bastante clara de las competencias para la vida que querríamos transmitir a niños y niñas. Por lo general, casi todos deseamos que sean empáticos, autónomos, que estén seguros de sí mismos, que respeten a los demás... Reflexionamos con frecuencia sobre ese futuro, sobre el camino que deben y debemos recorrer para alcanzarlo. No podemos olvidar, sin embargo, que para avanzar es necesario tener los pies en el presente y no perder de vista el pasado.
Por eso la autoobservación es una herramienta esencial para madres y padres. Para no pensar únicamente en lo que hacen los niños y en lo que nos gustaría que hicieran; sino también en lo que nosotros hacemos, decimos, pensamos y sentimos. Porque se educa con cada palabra, con cada gesto, con cada acción y hasta con cada sentimiento y la manera en que lo gestionamos.

Más información sobre el curso «Acompañamiento emocional»
¿Cómo actúas ante los conflictos con tus hijos?
En el curso «Acompañamiento emocional», Laura Estremera habla de dos formas de actuar ante problemas y conflictos con los niños, según el modelo propuesto por Daniel J. Siegel en su obra 'Disciplina sin lágrimas'.
- De forma reactiva. Es como activar el piloto automático. Lo hacemos cuando nos dejamos llevar, cuando la reflexión no precede a las acciones ni a las palabras. Como es lógico, se multiplican las posibilidades de que actuemos condicionados por un estado de ánimo, un mal día, una preocupación o sencillamente el cansancio.
. - De forma receptiva. La reacción pasa por nuestro cerebro. Intentamos tomar decisiones conscientes, teniendo en cuenta lo que queremos a largo plazo y también las necesidades de niños y niñas. Desde esta perspectiva, en la balanza pesa más el deseo de ser coherentes y respetuosos; y menos la emoción pasajera que podamos tener cuando se produce el conflicto.
Muchas generaciones de padres han educado sin detenerse a pensar en estas cuestiones. "Nadie invitaba a reflexionar, ni ponía en duda 'lo que siempre se ha hecho'. Pero hoy en día tenemos datos sobre 'lo que siempre se ha hecho' y sabemos que quizás no era tan adecuado como creíamos", explica Laura Estremera. El objetivo de analizar nuestro comportamiento y saber si tendemos a lo reactivo o a lo receptivo no es detectar errores y convertirlos en culpa, sino usarlos para buscar nuestra mejor versión como padres.

Más información sobre el curso «Todo sobre los niños»
¿Para qué sirve la autoobservación?
Ser mejores padres no sólo consiste en buscar alternativas y estrategias para educar y gestionar conflictos con niños. Es preciso ir más allá. Tomar conciencia de lo que nos gusta y de lo que nos disgusta, de nuestras propias necesidades e inquietudes. A través de la autoobservación llegamos al autoconocimiento y el autocuidado, tan olvidados y tan importantes para sentirnos mejor con nosotros mismos y estar en disposición de educar con el ejemplo.
"A menudo ignoramos todo esto, no tenemos conciencia o no sabemos expresar nuestros propios límites, ignoramos las señales hasta que explotamos. La autoobservación nos permite estar en el lado receptivo", dice Laura Estremera. Se trata, en definitiva, de que exista coherencia entre palabras y acciones; entre lo que queremos para el futuro y lo que hacemos en el presente.
"Tenemos que tener presentes nuestros objetivos a largo plazo. Si queremos que sean autónomos, tendremos que darles posibilidades de elegir, equivocarse y aprender del error. Para transmitirles el valor de la empatía, debemos prescindir de los castigos, que favorecen el egoísmo. Si queremos que tomen sus propias decisiones, tendremos que evitar imponer autoridad sólo porque somos mayores. Para que sean felices, amables, y estén seguros de sí mismos, tendremos que cuidar nuestras prácticas en el día a día, la forma en que afrontamos los conflictos y la cotidianidad. De cómo lo hagamos, de cómo acompañemos, dependerá si favorecemos ese tipo de persona que tenemos en mente a largo plazo. Si cambiamos nuestras estrategias, todo va a cambiar. Cambiaremos de hacer cosas a los niños a hacer cosas con los niños".
Laura Estremera - «Acompañamiento emocional»