Los seres humanos podemos ver una película, leer un relato o escuchar una canción y emocionarnos. También podemos asomarnos a una ventana, o simplemente cerrar los ojos, y echar a volar nuestra imaginación. En estas capacidades reside una de las grandes diferencias entre nosotros y el resto de mamíferos. Quizá sea la más importante de todas. Esto debería darnos una idea clara del papel trascendental que las emociones juegan en el desarrollo de una vida plena. Sin embargo, si te detienes a pensarlo durante un instante... ¿dirías que dedicamos tiempo y recursos suficientes a conocer y comprender nuestras emociones? ¿Qué lugar ocupan las emociones en nuestro sistema educativo, tanto en la escuela como en la familia? ¿Las estamos tratando como algo realmente importante?
Estas son algunas de las cuestiones sobre las que Mar Romera nos invita a reflexionar en el curso «La familia, primera escuela de las emociones». Mar, una de las pedagogas de mayor prestigio en España, apuesta por buscar una educación "emocional y emocionante". Con el amor y el respeto incondicional hacia nuestros hijos incidimos en la educación afectiva o emocionante; pero "necesitamos también la educación del afecto, la educación emocional". Porque, como ya advirtió Aristóteles hace más de 2.300 años, "educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto". A lo largo de las casi 4 horas de su curso en Escuela Bitácoras, Mar habla de las líneas de trabajo que demanda una educación emocional verdaderamente eficaz. La primera de ellas es la alfabetización emocional.
"Cuando hablamos de educación emocional y educación emocionante, hablamos de intentar romper cadenas. Educar en la libertad y con libertad, con el valor de elegir".
Mar Romera | «La familia, primera escuela de las emociones» - Escuela Bitácoras
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Qué es la alfabetización emocional
Cuando hablamos de alfabetización emocional, hablamos de conocer nuestras emociones. Pero no se trata de conocer como conocemos los ríos de la provincia de León o el año en que comenzó la I Guerra Mundial. El objetivo no es recitar una lista de emociones, ni una definición genérica de cada una. El término 'conocer' adquiere aquí su sentido más completo y profundo. Se trata de brindar a los niños la posibilidad y el tiempo de examinar y entender todas sus emociones. No sólo aquellas que general y erróneamente calificamos como positivas o negativas. Todas y cada una de ellas.
Por tanto, conocer supone manejar herramientas para nombrar una emoción, reconocerla y reflexionar sobre ella. Para que el conocimiento sea real y completo tendremos que descubrir también nuestras respuestas motrices, cognitivas y fisiológicas ante cada estado emocional. "Si no sé qué gesto pongo cuando me enfado, no puedo llegar a tener conciencia emocional", señala Mar Romera. Y aquí está la paradoja. Todos desarrollamos emociones, pero pocos llegan a conocerlas de esta manera. Nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida, pero a menudo son auténticas desconocidas para nosotros. En el curso «La familia, primera escuela de las emociones», Mar nos orienta hacia un modelo educativo que tenga en cuenta estos aspectos.
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Cómo trabajar la alfabetización emocional con tus hijos o tus alumnos
Hay dos errores habituales a la hora de afrontar un trabajo de alfabetización emocional con niños. El primero es tratar de ejercer de guía sin haber vivido antes el proceso de alfabetización en carne propia. Podrías enseñar a un niño el nombre de todas las montañas de Asia sin haber estado en ninguna. Si te pregunta cuáles son las partes de una célula, podrías ayudarle a aprenderlas, aunque tú las hayas olvidado hace muchos años. En la actualidad disponemos de recursos extraordinarios para gestionar este tipo de contenidos. Sin embargo, no podrá guiar en la alfabetización emocional quien no haya aprendido antes a conocer sus propias emociones. Hay numerosos adultos que no lo han hecho. Entre ellos, madres, padres y docentes.
El segundo error común es pretender trabajar la alfabetización emocional a partir de la realidad. Esto es, intentar que tu hijo conozca qué es la ira cuando está enfadado; o que tu alumno comprenda cómo funciona su tristeza cuando se siente afligido. "Ese es el peor de los momentos para trabajar alfabetización emocional", subraya Mar Romera. No son circunstancias en las que un niño (ni un adulto) esté plenamente capacitado para razonar. Por eso, la pedagoga recomienda trabajar siempre"a través de analogías y metáforas". Canciones, fábulas, cuentos, cortometrajes, películas... nos ofrecen maravillosas posibilidades para estimular emociones desde una situación más controlada.
"Estaremos entrenando rutas neurológicas que se convertirán en herramientas para la mochila de la vida", comenta Mar. En el curso «La familia, primera escuela de las emociones», Mar nos hace propuestas para llevar a cabo este trabajo. También nos habla de la conciencia y la socialización, otras dos grandes líneas de trabajo en educación emocional. Seis lecciones para que las emociones no sigan siendo una asignatura pendiente.