La noticia del fallecimiento de una persona próxima es dura, difícil de gestionar emocionalmente para cualquiera. Quizá incluso más para los niños y las niñas, que dependen de sus adultos de referencia para acceder a la información y también para interpretarla. Y ocurre que muchas familias se sienten desorientadas y sin recursos cuando llega el momento de tener esa conversación. Nadie nos prepara para afrontarla. ¿Quién debe comunicar la noticia? ¿Cuándo es mejor hacerlo? ¿Dónde? ¿Existen diferencias entre la manera de contárselo a un niño de 7 años y a una niña de 13? Las dudas, con frecuencia mezcladas con el dolor, pueden provocar que se recurra a la ocultación, la evitación o incluso el engaño.
Madres y padres tenemos una responsabilidad importante en el acompañamiento del duelo de niños y adolescentes. No puedes escoger ni adivinar cómo va a elaborar su duelo tu hijo, pero sí puedes estar preparada para darle el apoyo y la comprensión que necesita. En el curso «Acompañamiento en el duelo (Proceso M.A.R.)», la psicóloga Alma Serra presenta un modelo (Movimiento hacia el Agradecido Recuerdo) centrado en el valor de la vida, con herramientas prácticas que nos ayudan a seguir adelante desde la calma. Por supuesto, uno de los primeros pasos que tendremos que dar es la comunicación de la noticia. Es esencial hacerlo en condiciones de seguridad, de modo que el proceso de duelo pueda continuar por el camino adecuado.
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Cómo crear un entorno seguro para comunicar el fallecimiento de un ser querido
"¿Se lo decimos ya o esperamos un poco?". Esta suele ser la primera inquietud que sentimos al valorar cómo transmitir la noticia a los niños. Es muy complicado tener la certeza de que escogemos el momento justo. Sin embargo, Alma Serra nos recomienda decirlo cuanto antes, salvo en circunstancias excepcionales y especialmente delicadas. Posponer la charla y recluir a los niños en el engaño o el desconocimiento puede hacer que surjan problemas añadidos. "Hay muchos adultos enfadados a nivel emocional porque cuando eran pequeños nadie les dijo que había muerto su abuelo, su abuela, su padrino...", explica la psicóloga. Además, es sencillo que acaben enterándose por sus propios medios; o al menos, que perciban que algo raro sucede en su entorno.
Siempre será mejor que una persona vinculada afectivamente a ese niño o adolescente se encargue de hablar con él. Esa persona también debe asegurarse de que lo hace en un "espacio de seguridad y tranquilidad", advierte Alma. En la mayor parte de casos, ese entorno es el hogar. Pero en ciertas situaciones (por ejemplo, presencia de equipos médicos o policía) el hogar puede ser un espacio inquietante.
Es frecuente que la persona que habla con el infante también esté afectada emocionalmente por el fallecimiento. Cuando esto pasa, es fundamental que procure estar acompañada por otro adulto al afrontar la conversación. Debe ser alguien que pueda ofrecer respaldo emocional, de modo que la situación no se desborde. "Esto no quiere decir que no se pueda llorar. Por supuesto que se puede. Pero también debemos intentar que la transmisión de la noticia no sea traumática en sí misma", aclara Alma Serra. Por otra parte, la psicóloga recuerda que es preciso estar preparados para acompañar cualquier reacción del niño, desde la tristeza hasta la ira. "No podemos tener expectativas", subraya.
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Cómo comunicar la noticia de la muerte de un ser querido según la edad de niños y niñas
Las conversaciones que se mantienen con un peque de cuatro años no tienen nada que ver con las que entablamos con un quinceañero. Como podrás imaginar, menos todavía cuando tratamos un asunto delicado como un fallecimiento. Con niños de hasta dos años, por ejemplo, podemos buscar apoyo en cuentos y canciones. "Debemos trabajar de forma visual para que puedan empezar a entender", expone Alma Serra. En el caso de niños de entre dos y cinco años, es posible que hayan escuchado hablar de algún fallecimiento previamente. Un compañero de clase, una mascota, algo visto en una película... Sus preguntas y las emociones que expresen serán más complejas.
A partir de los seis años sí aparecen cuestiones verdaderamente complicadas. Una de las preguntas habituales se refiere a los últimos momentos de la persona que ha muerto. Quieren saber si hubo dolor o sufrimiento. "Yo creo que responder que sí solo aporta angustia. Decirles que no contribuye a que elaboren su duelo de forma tranquila", reflexiona Alma. Con el tiempo descubrirán y entenderán que algunas muertes sí son dolorosas. Los adolescentes, por ejemplo, son conscientes de ello. A estas edades las conversaciones serán más profundas y pueden tener contenido filosófico. La variedad de recursos de apoyo que podemos brindarles también es más amplia, incluyendo libros y documentales.
El curso «Acompañamiento en el duelo (Proceso M.A.R.) Práctica» incluye numerosas propuestas en este sentido. Como segunda parte de la formación con Alma Serra, contiene el desarrollo práctico de los contenidos explicados en «Acompañamiento en el duelo (Proceso M.A.R.)». Este modelo, creado por Carlos Odriozola, proporciona pautas para que niños, adolescentes y adultos puedan conservar un recuerdo grato de las personas fallecidas. De este modo se evita que los traumas se enquisten, generando malestar a largo plazo.