Con frecuencia escuchamos decir que un niño tiene "problemas de aprendizaje". Y en numerosas ocasiones, esta expresión no se utiliza de forma correcta y precisa. Muchos adultos la emplean sin conocer la diferencia entre aprendizaje y maduración. Antes de emitir esta clase de juicios conviene entender cómo funciona y cómo se desarrolla el cerebro del niño. Laura Estremera, profesora de la Escuela Bitácoras, suele explicarlo comparándolo con una escalera de caracol. Lo más sencillo es subir peldaño a peldaño, apoyando cada aprendizaje nuevo en los anteriores. Se puede ascender saltando algún paso, pero puede causar alguna dificultad. Sobre todo, porque al llegar arriba quizá echemos en falta ese escalón evitado.
Es algo que hay que tener presente al abordar el aprendizaje de la lectoescritura, protagonista de uno de nuestros últimos cursos. No son conocimientos que podamos inocular al niño de cualquier modo, dando por hecho que podrá interiorizarlos simplemente porque tiene cierta edad. Tal como explica Laura Estremera en el curso «Lectoescritura», los requisitos para que el aprendizaje sea exitoso son de muy diversos tipos. Por eso el gateo, un hito que suelen alcanzar durante el primer año de vida, está vinculado con la asimilación de lectura y escritura, que años después emprenderán en la escuela.
Más información sobre el curso «Lectoescritura»
¿Qué ocurre en el cerebro de un bebé cuando gatea?
Como sabes, el cerebro humano cuenta con dos hemisferios. Un buen funcionamiento requiere coordinación entre ellos. Esto es posible gracias al cuerpo calloso, la red de fibras encargada de comunicar un lado con el otro. Las conexiones se activan cuando se desarrolla el patrón cruzado de movimiento, capacidad de mover simultáneamente ambos lados del cuerpo. Los niños lo hacen a través del gateo contralateral. Se desplazan moviendo un brazo y el pie contrario al mismo tiempo. Esta señal nos informa sobre cómo está madurando su cerebro. "Lo que pasa dentro del cerebro va manifestándose en el movimiento de los bebés", explica Laura Estremera.
Las implicaciones de cara a la lectoescritura son abundantes. Durante el gateo, el niño trabaja aspectos decisivos para muchas actividades: la fuerza, el tacto en la palma de las manos, la estabilidad o la motricidad general. La maduración de las vías cruzadas en el gateo está vinculada con la dominancia lateral, el uso de una mano con mayor destreza. Cuando el niño logra sentarse por sí mismo aparece la pinza con los dedos. Esta capacidad de coger objetos con el índice y el pulgar es imprescindible para el agarre de lápices a la hora de escribir.
Al poder moverse con cierta autonomía y explorar, los niños desarrollan su visión. Coordinan ojos, cuerpo y mano para alcanzar el objeto de su interés. Toman conciencia del espacio que les rodea y su profundidad, así como de la distancia entre sus ojos y sus manos, que será la misma que cuando escriban. Además, integran y unifican la información que reciben por cada ojo. Lo mismo ocurre con la información auditiva. Retomando la metáfora inicial, son peldaños en los que podrán apoyarse cuando estén en una zona más alta de la escalera, aprendiendo a leer y escribir.
Más información sobre el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años»
El movimiento libre
Reflexionar sobre lo que sucede durante el gateo nos recuerda la importancia fundamental del movimiento libre. Los niños no necesitan que un adulto (o peor todavía, un tacatá o similares) les enseñe cómo gatear o caminar. Son procesos madurativos, que evolucionan y culminan cuando ellos están preparados. Así toma sentido la reflexión de Emmi Pikler que Eduardo Rodríguez recoge y amplía en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años». "Intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo no sólo es inútil. También es perjudicial", advirtió la pediatra húngara.
Esto no quiere decir que los adultos no tengan responsabilidad alguna durante el movimiento libre. Al contrario. La preparación del espacio, la observación y la presencia como base segura son esenciales. Eduardo Rodríguez profundiza sobre todas estas cuestiones en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años». Un total de 12 lecciones y 3 horas de vídeo en calidad 4k para entender cómo podemos favorecer que un bebé madure a su ritmo sin interferencias contraproducentes. El acompañamiento respetuoso es clave durante esta etapa, tan maravillosa como relevante. Es el tiempo en que el niño asienta los cimientos de los aprendizajes que construirá en años posteriores.