¿Cuándo aprenden los niños a sentarse por sí mismos? ¿A qué edad es normal que empiecen a gatear? ¿Y a caminar? ¿Debemos alarmarnos si llegado cierto momento no han aprendido a hablar? Los papás y las mamás nos hacemos este tipo de preguntas, en especial cuando somos primerizos. No hay mala intención en ellas: sólo queremos saber si nuestros hijos están desarrollándose saludablemente. Buscamos pruebas que nos confirmen que todo va bien, señales que apacigüen las preocupaciones. El problema es que a menudo caemos en la trampa de dar demasiada importancia a unas fechas que tan sólo son orientativas.
Y entonces, comparamos. Comparamos un niño con otro, o quizá peor todavía, comparamos al niño con una especie de modelo perfecto. Pensamos que lo normal es que 'aprenda' a caminar alrededor de los doce meses, que si pasa de los dos años ya debería haber 'aprendido' a hablar. Es más: creemos que si puede rebajar esos tiempos, mejor. Como si se tratase de batir algún récord o de superar un examen. "La palabra 'normal' no suele describir a un niño, sino responder a la expectativa de un adulto", señala Eduardo Rodríguez en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años».
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Procesos madurativos y procesos de aprendizaje
La reflexión de Eduardo Rodríguez no deja lugar a dudas. La mayor parte de las veces no hay motivo justificado para juzgar a los niños desde las coordenadas normal / anormal. No son ellos quienes lo necesitan, sino nosotros mismos. Y si nos hace falta algo así es sencillamente porque no comprendemos sus tiempos. Es imposible entender el desarrollo de un niño si no somos capaces de entender la diferencia entre aprendizaje y maduración. Porque gatear, caminar y hablar no son aprendizajes propiamente dichos. Son procesos madurativos.
"Usamos la palabra 'aprender' para cosas distintas, de manera ambigua. Yo creo que la palabra 'aprender' en sentido estricto tendríamos que reservarla para cosas que hay gente que sabe y gente que no sabe. Para que puedas aprender, alguien te tiene que enseñar, al menos tendrás que usar un libro que otra persona escribió. Además, para aprender hay que hacer un esfuerzo", explica el pediatra Carlos González en el curso «Necesidades afectivas de los niños». Entonces, ¿es correcto afirmar que los niños 'aprenden' a caminar o a hablar?
"Utilizamos la palabra 'aprender' para cosas que todos los niños hacen sin que nadie les enseñe. Todos aprenden a sentarse, a gatear, a hablar, a caminar, a ir al lavabo... ¿dónde está el que no aprendió? Lo hacen ricos y pobres. Los que van a la escuela privada y a la pública, hasta los que no van a la escuela. Caminan los que tuvieron padres que les cuidaron y les abrazaron, pero también los que tuvieron padres que no lo hicieron, incluso los maltratados. Porque todas esas cosas no son aprendizajes: son procesos madurativos", añade Carlos González.
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La importancia de respetar los ritmos de los niños
No tiene sentido obsesionarse por conseguir que un niño gatee o camine cuanto antes. Desarrollará las habilidades a su ritmo y a su manera, cuando su cuerpo y su mente estén preparados. Intentar acelerar sus procesos naturales es inútil. Y en cualquier caso, ¿de qué serviría hacerlo? No hay diferencias entre el bebé que da sus primeros pasos a los doce meses y el que tarda un poco más en lograrlo. El más precoz no caminará mejor cuando se convierta en adulto, ni será mejor atleta, ni obtendrá ninguna ventaja. Una vez más, somos los adultos los que tenemos prisa.
"Los niños emplean un tiempo en cada fase de su desarrollo motor por alguna razón. Respetarlo es respetarles como personas", apunta Eduardo Rodríguez en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años». A lo largo de sus doce lecciones profundiza en los fundamentos de la propuesta pedagógica de Emmi Pikler, basada en el respeto al desarrollo autónomo de los niños. Sus ideas encajan con muchas de las reflexiones de Carlos González en «Necesidades afectivas de los niños», su segundo curso para Escuela Bitácoras. En esta ocasión, el pediatra nos invita a acompañar a los pequeños en su crecimiento a través de la empatía, tratando de entender los porqués de sus actitudes. Respeto, cariño, comprensión y paciencia son las cuatro cosas que siempre debes llevar en la maleta para disfrutar de este maravilloso viaje.