La autoestima es uno de los ingredientes imprescindibles de la felicidad. Nos ayuda a disfrutar de equilibrio emocional, a gozar de autonomía y a esforzarnos por resolver problemas y alcanzar objetivos. Sabemos que tanto el amor propio como las inseguridades pueden sembrarse durante la infancia y afianzarse, para bien o para mal, a medida que los niños crecen. Es natural que padres y educadores nos interesemos por cultivar la autoestima y hoy en día es una preocupación habitual. Sin embargo, una cosa es lo que queremos y otra lo que hacemos para conseguirlo. A veces, tratando de fomentar la autoestima, podemos provocar lo contrario.
Es lo que sucede cuando cometemos el error de alimentar su autoestima a base de elogios. Los niños se sienten fenomenal al escucharlos, incluso puede que reforcemos la conducta alabada. A corto plazo no parece haber inconvenientes. Los problemas surgen a largo plazo, si el elogio se convierte en nuestra principal herramienta para sostener su autoestima. "Cuando esto ocurre, un niño puede convertirse en adicto a la aprobación externa. Aprende a fijarse en los demás para determinar si lo que está haciendo es correcto, en lugar de aprender a evaluarse a sí mismo y reflexionar internamente sobre la manera correcta de actuar. Basa su autoestima en los demás en lugar de hacerlo en sí mismo", explica Jane Nelsen, coautora del programa de Disciplina Positiva.
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La importancia de la motivación y la autoevaluación
Entonces, ¿cómo podemos impulsar su autoestima sin abusar del elogio? Los conceptos clave para lograrlo son autoevaluación y motivación. Imagina que tu hijo de 4 años te muestra orgulloso cómo ha recogido todos sus juguetes. O, si lo prefieres, que tu hija de 12 años vuelve a casa anunciando que ha sacado una buena nota en su último examen. ¿Cómo les responderías?
- "¡Oh, qué niño más bueno!" / "Te agradezco que ayudes en casa".
- "¡Lo has hecho muy bien!" / "¿Cómo te sientes con lo que has conseguido?".
- "Estoy orgullosa de tus notas" / "Esa nota refleja cuánto te has esforzado".
Seguro que has percibido las diferencias. En cada uno de los tres ejemplos, la primera frase es un elogio y la segunda una opción motivadora, que invita a los niños a autoevaluarse. Las primeras frases pueden ser manipuladoras y condescendientes, no valoran nada más que la perfección y sitúan el foco en nuestro propio juicio. Las segundas son respetuosas y demuestran aprecio por el esfuerzo, no sólo por el resultado. Y sobre todo, enseñan a los niños a pensar en sí mismos y por sí mismos. Si mantenemos esa misma actitud cuando afrontan dificultades o cometen errores, estaremos fomentando auténtica autoestima.
"La autoestima no puede darse ni recibirse. Se basa en la sensación de capacidad personal y la confianza en uno mismo que se adquieren afrontando decepciones, resolviendo los problemas y teniendo muchas oportunidades para aprender de los errores. Para motivar de un modo eficaz, los adultos deben tener una actitud respetuosa, interés en el punto de vista del niño y ganas de brindarle oportunidades para que desarrolle competencias para la vida que ayuden a no depender de las opiniones negativas de los demás", apunta Jane Nelsen.
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¿Cómo diferenciar entre elogios y motivación?
Los ejemplos anteriores son muy nítidos. Sin embargo, la frontera entre elogio y motivación puede ser bastante más borrosa. La Disciplina Positiva nos ofrece abundantes recursos prácticos para aprender a distinguir ambas cosas. Bei M. Muñoz, Bibiana Infante y Violeta Alcocer nos enseñan a utilizarlos en «Disciplina Positiva» y «Disciplina Positiva de 8 a 16 años», los dos cursos de Escuela Bitácoras en torno a esta propuesta pedagógica.
Una idea que suele dar resultado es hacernos alguna preguntas sobre la frase que hemos dicho o pensamos decir. ¿Son palabras que les inciten a autoevaluarse? ¿Son respetuosas, en la más amplia acepción del término? ¿Valoran el punto de vista del niño? ¿Podrías emplear una expresión parecida con un amigo? Si las respuestas son afirmativas, es probable que estés motivando. Si son negativas, seguramente estarás elogiando.
Además de los elogios, existen otras prácticas que pueden afectar a la motivación de los niños, como los premios y los castigos. Es difícil no tropezar, no caer nunca en el elogio inoportuno o la amenaza facilona del castigo. Pero la buena noticia es que siempre hay alternativas y margen de mejora. No olvides que como mamá, papá o educadora, tu autoestima y tu motivación también son muy importantes. Tu ejemplo, tu actitud ante tus propias equivocaciones, son maneras de enseñarles que los errores pueden ser maravillosas oportunidades para aprender.