Muchos de los adultos que hoy son padres fueron educados a base de castigos y premios. Esta es probablemente la razón principal por la que estos métodos continúan teniendo cierta vigencia. Tendemos a repetir los patrones que conocemos. Algunos realmente creen que estas estrategias son la única manera de educar. Otros piensan lo contrario, pero terminan recurriendo a ellas, sobre todo cuando tienen que responder en caliente a las conductas inadecuadas de sus hijos. Sea como sea, el sistema de premios y castigos pervive sobre todo por una cuestión de costumbres, porque existe evidencia científica más que suficiente para condenar y desterrar su empleo.
"No se busca evitar el empleo de castigos porque no funcionen. De hecho, a corto plazo sí funcionan. El problema es que su uso conlleva una serie de efectos no deseables", señala el psicólogo Alberto Soler en el curso «Rabietas y límites desde el respeto». Demasiados padres aplican castigos u ofrecen premios ignorando todo lo que pueden provocar al hacerlo. Algunas de las consecuencias más importantes son las relacionadas con la motivación. ¿Nos interesa únicamente lo que los niños hacen y no hacen? ¿O también prestamos atención a los principios que guían su comportamiento? Las represalias y las recompensas pueden modificar una conducta puntual, pero no pueden transmitir valores.
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Motivación intrínseca y motivación extrínseca
Podemos hablar de dos tipos básicos de motivación. Por una parte, la motivación intrínseca. Es la que nace en nuestro interior, esa fuerza poderosa que nos mueve a implicarnos en algo. Quizá pienses, por ejemplo, que dispones de poco tiempo para leer. Pero, ¿verdad que devoras una página tras otra cuando topas con una novela capaz de atraparte? El placer que te proporciona esa lectura es motivación intrínseca. En los niños se refleja en la pasión con la que saltan en los charcos. A casi todos los les encanta. No persiguen objetivos al chapotear: sólo lo hacen porque les da un momento de gozo.
Por otro lado tenemos la motivación extrínseca. Como podrás imaginar, procede del exterior. No tiene que ver con nosotros mismos, ni con la actividad que llevemos a cabo. Hacemos algo para conseguir otra cosa. Retomando el ejemplo anterior, seguro que en el instituto te tocó leer cosas que te aburrían soberanamente. A pesar de todo, completaste las tareas. ¿Por qué? Porque querías aprobar. Si ofreces a tus hijos un helado a cambio de terminar su plato de verduras, o amenazas con retirarles la videoconsola si no lo hacen, te saldrás con la tuya unas cuantas veces. Sin embargo, no esperes que comprendan que los vegetales son imprescindibles en una dieta saludable.
La motivación vinculada a una educación responsable es, evidentemente, la intrínseca. "Premios y castigos acaban por destrozar la motivación intrínseca, la que de verdad nos interesa potenciar cuando estamos educando a los niños. Queremos que hagan ciertas cosas comprendiendo los motivos de nuestras demandas, no para evitar un castigo o conseguir un premio. Cuando desaparezca la amenaza del castigo o la promesa del premio, si era su motivo principal para realizar o evitar esa conducta, ésta tenderá a desaparecer o a repetirse", explica Alberto Soler.
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¿Quieres que tu hijo se porte bien... o quieres enseñarle a hacer el bien?
Podemos concluir que los premios y los castigos pueden hacer que un niño se porte bien, pero no le enseñarán razones para hacer el bien. En el curso «Autoridad y límites», Carlos González se expresa en la misma línea. "Éticamente, no tenemos derecho a utilizar la manipulación para conseguir que nuestros hijos hagan lo que queremos. Los premios reducen la calidad moral de un acto. Si ofreces un premio a tu hijo, le estás diciendo que crees que no iba a hacer lo que le pides. Los castigos no modifican la conducta de los niños ni de los adultos, no sirven para ‘volver buena’ a la gente. Enseño a mis hijos que el bien se hace sin esperar ningún premio y que no se hace el mal se tenga o no miedo al castigo", sostiene el prestigioso pediatra.
Entonces, ¿cómo educamos a los niños? ¿Cómo podemos marcarles límites, si no debemos usar castigos ni premios? Por fortuna, hoy en día disponemos de abundante información sobre métodos alternativos. "Eliminar el castigo no significa dejar que los niños hagan lo que les apetezca", subraya Jane Nelsen, creadora del programa de Disciplina Positiva. Esta propuesta pedagógica aporta numerosos recursos para evitar el uso abusivo de la sanción y la recompensa. Nos enseña a cambiar nuestra mirada hacia la infancia para concentrarnos en solucionar los problemas, en lugar de agotarnos tratando de educar a los niños haciendo que se sientan mal.
Por supuesto, no es un método mágico. Nada hará que tus hijos sigan tus consejos tanto como a ti te gustaría. Por eso no debes preguntarte si se portan bien, sino si estás enseñándoles por qué deben hacerlo. Responder afirmativamente a la segunda pregunta es la mejor manera de obtener satisfacciones a largo plazo.