¿Desde cuándo existe la música? Nadie podría dar una respuesta precisa. Sí podemos apuntar que la música existe prácticamente desde que existe el ser humano. La creación de ritmos y melodías siempre ha despertado nuestro interés, tanto como escuchar las composiciones sonoras de otros. La música es lo más parecido a la magia que hay en nuestro mundo. Tiene el poder de animarnos o relajarnos, transmitir mensajes, expresar valores culturales, invitarnos al canto o la danza... De algún modo, sus raíces llegan a lo más profundo de nuestro ser. Por eso somos tantos lo que no sabríamos vivir sin música.
No es exagerado afirmar que la música tiene ese componente 'mágico'. Afortunadamente, esto no significa que la ciencia no pueda explicar lo que ocurre cuando escuchamos o interpretamos una canción. Durante los últimos tiempos, numerosas investigaciones han analizado cómo reacciona el cerebro humano al relacionarse con la música. Procedimientos como la imagen por resonancia magnética funcional o la tomografía por emisión de positrones han permitido comprobar que la música activa múltiples áreas del cerebro. "La música interacciona con nuestro cerebro de forma compleja, integrando casi todos sus sistemas e implicándolo en su totalidad", explica María José Mas, especialista en pediatría y neuropediatría y profesora del curso «El Neurodesarrollo. ¿Cómo saber que todo va bien?».
Es difícil encontrar una actividad tan estimulante y beneficiosa para el cerebro humano como la música. Las prácticas deportivas y artísticas reúnen abundantes ventajas, pero ninguna logra implicar tantas áreas del cerebro. Pero tal vez lo más interesante es que los beneficios alcanzan a todo aquel que establezca un contacto regular con la música. Aprender a tocar un instrumento, más allá del talento natural que tenga o el dominio que consiga, es un maravilloso regalo para el cerebro de un niño.

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Los beneficios de escuchar música
Cuando escuchamos música suceden muchas cosas en muy poco tiempo. En sólo una fracción de segundo, procesamos el sonido y tratamos de entender la melodía y el ritmo. Todo al mismo tiempo, sin ser conscientes de ello. La música llega a nuestro córtex auditivo a través del oído. Estimula la amígdala cerebral, un conjunto de núcleos de neuronas que es parte del sistema límbico y sirve para procesar emociones. Además, estimula el hipocampo, estructura relacionada con el almacenamiento de recuerdos.
Quizá no sabías que un recién nacido puede reconocer sonidos que escuchase a menudo durante el último trimestre de gestación. Suelen familiarizarse de forma muy especial con la voz de su madre. Por eso puedes ofrecer música a tu bebé desde el embarazo, cantándole con frecuencia. Con la participación de abuelos y hermanos, podéis incluso componer una nana exclusiva para él. Será su canción, única y emotiva. Cuando crezca, comprobarás que esa nana siempre le ayuda a encontrar la calma.
En «Música en la primera infancia», Raquel Pascual nos muestra cómo aprovechar los recursos musicales en el hogar y en el aula. Para jugar y divertirnos, pero también para educar, transmitir valores o incluso controlar emociones complejas.

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Los beneficios de tocar un instrumento musical
El cerebro se activa al escuchar música; pero si además tocamos un instrumento, su implicación es casi total. Es como si la mente entrase en un gimnasio y disfrutase entrenando. La información fluye y se relaciona a gran velocidad. Un montón de funciones cerebrales se ven favorecidas. Igual que cuando hacemos deporte regularmente nos sentimos más fuertes, tocar un instrumento tiene consecuencias perceptibles en otras actividades intelectuales. Nos ayuda a ser más ágiles, más creativos, más resolutivos...
Tocar música requiere trabajar las habilidades motoras, mejorando el control de los dos hemisferios del cerebro. La precisión lingüística y matemática es sobre todo tarea del izquierdo, la parte creativa recae sobre el derecho. La coordinación entre ambos hace que aumente el volumen y la actividad del cuerpo calloso, el vínculo que los une. Así, el cerebro gana rapidez a la hora de resolver problemas. Al tocar tenemos que planificar y prestar atención a los detalles, habilidades clave en el diseño de estrategias. Los músicos tienen una memoria más ágil, muy eficaz en la recuperación de recuerdos.
Leyendo una partitura activamos el córtex visual. Manejar un instrumento requiere la activación del córtex sensitivo y del córtex motor. El ritmo estimula áreas cerebrales relacionadas con aspectos como el equilibrio, la toma de decisiones, la expresión... Además, tal como explica María José Mas, al cantar activamos el área de Wernicke, que permite comprender sonidos; y el área de Broca, para articular palabras.
En «El Neurodesarrollo. ¿Cómo saber que todo va bien?», el curso de María José para Escuela Bitácoras, encontrarás herramientas para comprender los procesos de maduración de tus hijos. Sin duda, la música es un excelente recurso para acompañarles en ese camino. Hay un sinfín de maneras de hacerlo. Raquel Pascual, musicoterapeuta titulada, nos las presenta en el curso «Música en la primera infancia».