¿Qué tiene de perjudicial el colecho? Si planteamos la pregunta a cualquiera de sus numerosos críticos, el término 'autonomía' no tardará en aparecer en el debate. Con la convicción y la firmeza de quien se cree en posesión de la verdad, advierten que un niño que duerme con sus padres se convertirá en una persona dependiente. Que pasará un infierno para aprender a utilizar su propia cama. Que tendrá miedo a cualquier cosa que tenga que hacer por sí mismo. Practicar colecho, al parecer, equivale a firmar una condena a una vida adulta repleta de inseguridades. El castillo de naipes se derrumba en cuanto se pide a los feroces detractores una prueba sólida que respalde sus argumentos.
No pueden aportarla sencillamente porque no existe. Alberto Soler lo recuerda en el curso «El sueño en la infancia». "No hay evidencia científica que respalde que un niño que duerme solo desde pequeño vaya a ser más autónomo", explica el psicólogo. Podríamos añadir que tampoco hay pruebas de que los niños que duermen con sus padres durante varios años tiendan a ser más dependientes. Con todo, los estigmas perviven. Las familias que practican colecho suelen sentir vergüenza o remordimientos. Llegan a creer que están haciendo algo mal y prefieren no comentarlo abiertamente. Es cierto que las cosas han cambiado en los últimos tiempos, que esto ocurre cada vez menos, pero el tabú todavía está lejos de desaparecer. La información rigurosa es el mejor antídoto contra esta clase de prejuicios.
Lo que ha sucedido a lo largo de la historia
Puedes hacer el experimento en tu próxima reunión de amigos o familiares. Explica que conoces el caso de un niño de 4 o 5 años que comparte cama con sus padres. La mayoría de los presentes dirán que es una situación anómala, extraña, incluso antinatural. ¿En qué momento se generalizó esta manera de pensar? No está muy claro cuándo, cómo ni por qué; pero sí sabemos que el colecho ha sido una práctica mayoritaria entre los seres humanos de todas las sociedades y épocas. También en la occidental, hoy tan recelosa e intransigente con las familias que toman este camino. Si nos ceñimos a estudios antropológicos lo anormal no es compartir cama, sino cualquier otra opción. Que padres e hijos se separen a la hora de dormir es un fenómeno relativamente reciente. Y nadie se atreverá a afirmar que había una epidemia de dependencia entre los niños hasta que los progenitores comenzaron a actuar de este modo.
El geógrafo y biólogo Jared Mason Diamond ha estudiado la práctica del colecho desde diversas perspectivas. En su libro The World Until Yesterday. What Can We Learn from Traditional Societies? muestra lo habitual que ha sido durante siglos y más siglos de historia. Entre los casos que analiza llama la atención el de una tribu centroafricana. En ella, las familias tenían por costumbre compartir cama durante muchos años, incluso con hijos adolescentes. Diamond relata cómo los niños de aquella tribu asumían responsabilidades inalcanzables para sus iguales de Occidente. Exploraban por sí mismos los territorios salvajes que les rodeaban hasta conocerlos a la perfección. Con sólo diez años eran capaces de pasar varios días alejados de sus padres sin ningún apuro. La perversa influencia del colecho, supuestamente tan dañina, no parecía haber afectado en absoluto a su autonomía.
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Lo que la ciencia nos dice
No es sencillo llevar a cabo un estudio que profundice en la relación entre autonomía y colecho. Implica un proceso muy largo y costoso, además de complejo. Lo que prueban las investigaciones realizadas hasta la fecha es que compartir cama no es, de ningún modo, perjudicial para la independencia de los niños. Si existen indicios de algo es precisamente de lo contrario. Tener la posibilidad de elegir el lugar donde prefieren dormir podría ayudar a los niños a sentirse libres, seguros y autosuficientes.
Uno de los trabajos más interesantes sobre colecho y autonomía es el que Meret A. Keller y Wendy A. Goldberg completaron en 2004. Analizaron el comportamiento de 83 niños en edad preescolar y sus madres. Los dividieron en tres grupos: los que siempre habían practicado colecho, los que habían empezado a practicarlo después de que el niño cumpliese un año y los que dormían separados desde edad temprana. Los niños del primer grupo fueron considerados los más autosuficientes y los más independientes a nivel social. Las madres que demostraron tener más confianza en la autonomía de sus hijos fueron también las pertenecientes a ese grupo.
Lo más importante: seguridad, cariño y respeto
Que el colecho sea una opción respetable e incluso beneficiosa no quiere decir que se pueda aplicar de cualquier manera. Conviene tomar precauciones, muy especialmente cuando el bebé es menor de tres meses. Además, las principales asociaciones pediátricas desaconsejan el colecho cuando alguno de los progenitores consume tabaco, alcohol u otro tipo de sustancias.
El sueño de los niños es una preocupación capital para muchos padres. El descanso es fundamental para el bienestar de todos los miembros del hogar y es muy importante asegurarlo. Existe una amplia variedad de opciones para hacerlo y cada familia debe adoptar aquella con la que se sienta cómoda. Lo esencial es que el cariño y el respeto estén en la base de todas las decisiones. A menudo, quienes alertan sobre los supuestos peligros del colecho no se hacen las mismas preguntas sobre las consecuencias de otras fórmulas, como el 'método Estivill'.
Si la hora de dormir de tus hijos se ha convertido en un problema en tu hogar, te recomendamos apuntarte al curso «El sueño en la infancia». A lo largo de sus 18 lecciones, el psicólogo Alberto Soler explica con detalle cómo funciona el sueño de los niños. De forma clara y amena, aprenderás cómo distinguir hábitos y comportamientos normales de posibles trastornos. Podrás resolver tus dudas y encontrar, de una vez por todas, una rutina de sueño que permita descansar a toda tu familia.