La teoría del apego fue formulada por el inglés John Bowlby en la década de 1960. Desde entonces, miles de psicólogos, pediatras y educadores han basado en ella sus consejos sobre crianza. Muchas mamás saben, aunque sea a grandes rasgos, qué es el apego seguro. Y por supuesto, todas aquellas que conocen el concepto intentan llevarlo a la práctica a su manera. Se trata de crear una relación privilegiada entre adulto y niño, teniendo presente que las necesidades afectivas y emocionales del pequeño son al menos tan importantes como las fisiológicas. Este vínculo se consolida sobre todo durante el primer año, pero puede ser determinante durante toda la vida.
"Durante toda la vida". ¿Somos plenamente conscientes de ello? Muchos contestarán que sí sin dudar ni un segundo. Dirán que precisamente por eso conceden gran importancia a demostrar disponibilidad, empatía y calidez a sus hijos. Que saben que las consecuencias de la relación entre un bebé y su cuidador principal pueden tener largo alcance. Pero, a pesar de ese firme interés en hacer las cosas bien, hay un aspecto en el que no siempre reparamos. El hecho de que los efectos puedan percibirse durante toda la vida implica que nosotros mismos estamos marcados por un estilo de apego, por el lazo que nos unía a nuestras madres. Nadie parte de cero. No podemos olvidar que antes de llegar a padres, también nosotros fuimos hijos.
Más información sobre el curso «Claves para criar desde el apego seguro»

El estilo de apego puede marcar las relaciones adultas
La primera relación personal que tiene un bebé es la que le vincula a su figura de apego. Durante algún tiempo es casi la única. Su bienestar y su seguridad dependen totalmente de esa persona. La idea de relación que el niño construye tiene mucho que ver con los sentimientos que experimenta en esta etapa. No es lo mismo acostumbrarse a la comprensión y el cariño que a una atención intermitente, al rechazo o incluso al maltrato. El autoconcepto, la confianza en los demás y la capacidad para identificar emociones comienzan a asentarse durante este periodo.
De este modo, las personas que desarrollan apego seguro a lo largo de su infancia tienen tendencia a construir relaciones saludables cuando se convierten en adultas. Han aprendido qué cosas les hacen sentir bien y saben cómo buscarlas. Para ellas, equilibrio y felicidad van de la mano. Por el contrario, los niños que desarrollan apego evitativo suelen ser adultos con dificultades para expresar afecto. El rechazo que sufrieron durante sus primeros meses de vida les movió a inhibir o abandonar sus necesidades. Se protegen con una coraza de falsa confianza. Tratan de convencerse de que aislarse del cariño es también mantenerse a salvo de cualquier posible hostilidad.
En cambio, las personas con apego ambivalente pueden desear compartir tiempo con sus seres queridos y, paradójicamente, sentirse incómodas al estar con ellos. La explicación está en una primera infancia en la que nunca tuvieron clara la disponibilidad de su cuidador. "Cuando se siente de buen humor resuelve sus necesidades, pero en otros casos no. Esta ambivalencia genera angustia en los niños", reflexiona Soraya Sánchez en el curso «Claves para criar desde el apego seguro». Por último, los adultos con apego desorganizado experimentan problemas para crear y mantener relaciones. Las dramáticas circunstancias sufridas en su niñez les hacen percibir a los demás como inaccesibles y a sí mismos como indignos.
Más información sobre el curso «Cuidados de calidad en la etapa 0 a 3 años»

Causas y consecuencias de los estilos de apego
Como puedes comprobar, los apegos inseguros están en el origen de desajustes en el desarrollo emocional, cognitivo y social. "Creo que no le damos mucha importancia porque es muy habitual. Muchos de nosotros tenemos apegos inseguros", asegura Soraya Sánchez. Sin embargo, los patrones conocidos en la infancia pueden repetirse cuando somos padres, o al menos repercutir en nuestra forma de actuar. A menudo, sin que lleguemos a darnos cuenta. Por eso es fundamental tratar de identificar qué estilo de apego experimentamos siendo niños y, si es posible, relacionarlo con nuestro comportamiento y estilo parental.
En cualquier caso, no se trata de pasar de un extremo al opuesto. Conviene valorar nuestro papel en su justa medida, sin caer en el exceso. "No sólo lo que hace el adulto de referencia influye en el desarrollo del apego en el niño", matiza Soraya. El carácter del pequeño, su nivel de demanda o determinadas circunstancias, como atravesar una enfermedad, pueden generar situaciones en las que sea mucho más difícil satisfacer sus necesidades. Lo imprescindible es estar preparados, desde el conocimiento y la conciencia.
En el curso «Claves para criar desde el apego seguro» encontrarás la información práctica y las herramientas para lograrlo. Conocerás los distintos estilos de apego, sus causas y sus consecuencias; y sabrás cómo poner tu parte para sembrar el apego seguro en tus hijos. Cuatro horas de vídeo en calidad 4K que tienen complemento ideal en el curso «Crianza respetuosa en la primera infancia», también guiado por Soraya Sánchez, psicóloga y asesora de familias.