La incorporación de alimentos sólidos a la dieta de los bebés es uno de los grandes hitos de su primer año de vida. Sea a través del Baby Led Weaning (BLW) o por otros métodos, los padres les acompañamos, les observamos y celebramos sus progresos. Cuando se acostumbra a consumir sólidos con regularidad y por sus propios medios, sentimos que empiezan a hacerse mayores. Entonces, cualquier día, sucede lo que nunca habríamos imaginado: dejan de comer. No hablamos de que ingieran cantidades más pequeñas, ni de que ya no les guste el que era su plato favorito. Hablamos de verdaderas huelgas de hambre. Se niegan tajantemente a probar bocado.
Cuando pasan más de un día sin comer comienza a cundir el pánico. "¿Qué le pasa? ¿Cuánto tiempo más puede seguir así? ¡Si no come, enfermará!", dicen las voces en nuestra cabeza. Aunque tengamos claro que presionarle no es buena idea, es difícil no caer en esa tentación. Probamos, insistimos... quizá incluso sobornamos. Pero el niño, tenaz, continúa negándose a alimentarse. "Muchas de las cosas que pensamos que son problemas son cuestión de esperar, aunque a veces no sea fácil", explica Sara Traver en el curso «Alimentación infantil 12-36 meses». Por lo general, estas huelgas de hambre son normales. Y por supuesto, pasajeras.
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¿Por qué dejan de comer de repente?
En ocasiones resulta complicado encontrar una causa concreta que explique el repentino cambio de actitud. De hecho, el porqué puede no ser ni siquiera relevante. Los padres solemos creer que, si encontramos el origen, encontraremos también una solución; pero con los niños las cosas no funcionan necesariamente de esa forma. Muchas veces no hay motivos: no es más que una etapa, una fase de su desarrollo. En otros casos sí hay alguna razón de fondo, aunque identificarla tampoco garantiza soluciones inmediatas.
Los cambios son un desencadenante habitual de estas huelgas de hambre. Por ejemplo, un cambio de residencia, porque realizamos una mudanza o nos vamos de vacaciones. O un cambio de cuidador, por las razones que sea. El niño puede reaccionar negándose a comer. Cuando esto pasa, la huelga de hambre no es necesariamente una expresión de descontento. Puede estar muy a gusto en su nuevo hogar, en el lugar de descanso elegido o con su nuevo cuidador. Simplemente, se siente desubicado y pierde el apetito temporalmente.
Pero sin duda alguna, la causa principal de las huelgas de hambre son las enfermedades. Un catarro, una gripe, un dolor de tripa, una otitis... o, sobre todo, la dentición. Esta clase de molestias también pueden provocar que dejen de tener hambre durante dos o tres días. No es alarmante, pero si la cosa se prolonga y no observas ninguna mejoría, no dejes de consultar a tu pediatra.
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Pero, ¿cuánto tiempo pueden estar sin probar bocado?
En el curso «BLW. Alimentación complementaria autorregulada», Julio Basulto insiste en que el apetito de los niños es "errático e inconstante". Esto significa que atraviesa distintas fases, con picos y valles. "Tenemos que comprender que las huelgas de hambre forman parte de su desarrollo normal. Ver 'no comer' a un hijo provoca sensaciones negativas, pero todos los niños vuelven a hacerlo", añade Sara Traver.
Así las cosas, un niño que ha perdido el apetito coincidiendo con un cambio de residencia volverá a comer en cuanto se adapte al nuevo hogar. Un bebé enfermo recuperará el hambre cuando supere ese catarro, o cuando los dientes dejen de incordiarle. Cuando no existe una causa clara, más pronto que tarde reaparece su interés por los alimentos. Si hasta ese súbito parón se alimentaba de manera normal, seguro que vuelve a hacerlo en un par de días.
Mención aparte merecen los niños que declaran una huelga de alimentos sólidos mientras mantienen lactancia materna. Es frecuente que se nieguen a consumir cualquier cosa que no sea leche, incluso incrementan las tomas. En este caso sobran motivos para permanecer tranquilos. Si continúan tomando el pecho no sólo no han dejado de comer, sino que están recibiendo uno de los alimentos más completos que existen. Esta situación es típica cuando la madre se reincorpora al trabajo después de haber sido la cuidadora principal durante un periodo prolongado.
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Entonces, ¿qué hago durante una huelga de hambre?
"Lo mejor que puedes hacer para superar la huelga de hambre es confiar en tu bebé y en su desarrollo normal. Generalmente se solucionan solas, esperando a que esté mejor y supere el cambio que le ha hecho cambiar de hábitos", comenta Sara Traver en el curso «Alimentación infantil 12-36 meses». La clave, por tanto, está en la paciencia. Nada de desesperación, ni de ponernos en el peor de los casos. Debemos apartar de nuestra mente los temores, creencias como que el niño enfermará o que no volverá a tener el gran apetito que antes demostraba.
Nunca es aconsejable presionar a un niño para que coma, pero hacerlo durante una huelga de hambre puede resultar todavía más contraproducente. Sobre todo, si su cambio de actitud tiene un trasfondo emocional. Lo único que conseguiremos será añadir más estrés al ambiente. Basta con mantener las costumbres, con sentarnos a la mesa como siempre y ofrecerle comida, sin obligaciones. "Si tiene alimentos a su alcance, seguro que no pasa hambre", subraya Sara Traver.
Puede ser buena idea proponerle alimentos que solían resultarle atractivos, dentro de una oferta saludable y equilibrada. Cuando están enfermos, en ocasiones les apetecen triturados, sopas, purés, alimentos blandos... Mantente alerta, escucha sus impresiones y trata de percibir cualquier pequeño interés que demuestre. Céntrate en acompañarle y transmítele calma, no ansiedad. Antes de que puedas darte cuenta, la huelga de hambre habrá terminado.