La crisis del coronavirus está siendo un examen para todas las familias. Tras varias semanas confinamiento, lo normal es que ya hayamos tenido que lidiar con situaciones de tensión. Enfrentarse a esta clase de problemas, con la carga de estrés añadido que supone el encierro, es todo un desafío para niños y adultos. Resulta más difícil que nunca mantener la calma para concentrarnos en la búsqueda de soluciones. Y en estos casos, cuando el nerviosismo nos supera, los padres tratamos de imponer autoridad por la vía rápida, señalando culpables y/o imponiendo castigos. Es la forma en que la mayoría hemos sido educados y la herramienta que tenemos interiorizada y automatizada. Pero ni es eficaz, ni mucho menos es el único recurso a nuestro alcance.
Mamá, abuela, psicóloga y educadora, Jane Nelsen ha demostrado que existen alternativas a ese modelo que insiste en educar a los niños a base de hacerles sentir culpables cada vez que cometen un error. "¿De dónde hemos sacado esa loca idea de que para que los niños se porten mejor... antes tenemos que hacerles sentir peor?", cuestiona Nelsen. Es una de las reflexiones que empleó como punto de partida para crear el programa de Disciplina Positiva para padres y docentes, junto a Lynn Lott.
Cuando alguien señala los peligros del uso del castigo, suelen elevarse las voces de quienes necesitan justificarse. "Sí, de acuerdo, a nadie le agrada castigar a sus hijos. Pero entonces, ¿qué hago cuando se portan mal? ¿Dejo que hagan lo que les dé la gana?". Jane Nelsen lo tiene claro: "eliminar el castigo no significa dejar que los niños hagan lo que les apetezca". Establecer límites sin recurrir al castigo ni al sermón no es fácil, pero sí posible. La Disciplina Positiva nos brinda recursos para conseguirlo.
1. ¿Funcionan los castigos?
"El castigo negativo incita a la rebelión y es muy desalentador para niños y padres".
Se supone que el objetivo último de un castigo es educar al niño, conseguir que abandone una conducta irrespetuosa, peligrosa o inapropiada. Sin embargo, quien castiga suele sentirse triste, frustrado e incapaz, incluso enfadado o culpable. El castigado, por su parte, alberga además un sentimiento de injusticia e impotencia. En esas condiciones parece complicado que pueda aprender algo de lo ocurrido. Es más, difícilmente encontrará motivación para extraer alguna lección valiosa de sus errores. Si abandona su conducta inadecuada no será por convencimiento sino por sometimiento, por miedo a consecuencias en forma de castigo. Lo más probable no es que aprenda cómo debe comportarse, sino que aprenda a ocultarse para evitar sanciones. "Tendré que hacerlo sin que me pillen": rebelión. A base de castigos, ni los padres educamos ni los niños aprenden.
2. Empecemos por respetarnos mutuamente
"El respeto mutuo incorpora las actitudes de:
a) tener fe en las capacidades propias y ajenas;
b) interés en el punto de vista ajeno aparte del propio;
c) una buena disposición para responsabilizarse de la propia contribución al problema.
La mejor forma de enseñar estas actitudes a los niños es dando ejemplo de ellas.
Imagina que cometes un error en tu trabajo y tu superior te tacha de inútil y negligente, te niega una oportunidad para explicarte o proponer soluciones y te despide. Caben matices, pero cuando adoptamos una actitud punitiva y recurrimos al castigo estamos aplicando este esquema. No se trata de aceptar cualquier excusa que el niño ofrezca, ni de pasar por alto las faltas. Pero... ¿crees que tendrá ganas de mejorar si no escuchas su punto de vista? ¿Que cambiará de actitud si tú no confías en que lo haga? Y sobre todo, ¿qué valores transmitimos cuando reaccionamos de manera irrespetuosa ante los errores de otros? Si quieres que tus hijos colaboren, el respeto mutuo es un primer paso imprescindible.
3. Enseña a tus hijos que los errores pueden asumirse y repararse
"Cuando un niño hace algo irresponsable o irrespetuoso, es importante brindarle la oportunidad de repararlo haciendo algo para compensar a la parte ofendida".
Ante conductas inadecuadas, Jane Nelsen propone buscar soluciones en lugar de señalar culpables. Por supuesto, la reparación de un daño no funcionará si adoptamos una actitud punitiva. "Como has roto el juguete de tu hermano, ahora tendrás que darle uno de los tuyos", por ejemplo. Sí es eficaz cuando la abordamos desde el equilibrio entre amabilidad, firmeza y respeto, tratando de que los niños se involucren en las decisiones. "Has roto ese juguete y tu hermano está triste. ¿Crees que podemos hacer algo para ayudarle a sentirse mejor?". Como es evidente, la clave es buscar el momento idóneo para afrontar la cuestión. Nadie tiene ganas de reparar daños cuando está enfadado y considera que sus actos tienen justificación.
4. Los niños necesitan sentirse motivados para portarse mejor
"Reparar el daño es motivador porque los niños aprenden que pueden responsabilizarse de su conducta sin temor a que les culpen, avergüencen o inflijan daño".
Al principio señalábamos que el castigo puede causar sometimiento, miedo o rebelión en los niños. Cuando hacemos un esfuerzo por motivarles, las posibilidades de que aprendan valiosas lecciones de vida se multiplican. Resulta más probable que entiendan qué han hecho mal, qué consecuencias tiene su comportamiento y cómo buscar alternativas correctas. Eso sí, para ello es esencial que los adultos seamos los primeros en comprender por qué los niños se portan mal.
5. Dime en qué te centras y te diré qué consigues
"Si invertimos el 85% de nuestro tiempo y energía en centrarnos en el 15% de conductas negativas, estas aumentarán y las positivas pronto desaparecerán".
La inmensa mayoría de los niños mantiene una conducta aceptable durante la mayor parte del tiempo. Evidentemente, un par de horas de comportamiento irrespetuoso pueden ser suficientes para agotar el depósito de paciencia. Pero incluso en ese caso, en la jornada quedan bastantes horas de conductas positivas. Jane Nelsen nos propone buscarlas, reconocerlas y agradecerlas. Si pasas el día recriminando a tu hijo sus errores, comprobarás que sigue cometiéndolos; pero si aprecias sus aportaciones positivas, estarás alentándole para seguir en ese camino. Y ambos os sentiréis mejor. "Centrarnos en las conductas positivas es motivador para nosotros y para los demás", explica Jane Nelsen.
6. Respeto + comunicación + motivación + escucha = soluciones
"Cuando los adultos los tratan con respeto, procuran resolver juntos el problema, los motivan y se centran en las soluciones, los niños se sienten tenidos en cuenta y se portan de un modo responsable".
¿Qué sucede cuando se desacredita la eficacia de los castigos? A menudo, sus defensores reaccionan exigiendo que las alternativas propuestas sean poco menos que hechizos mágicos o fórmulas infalibles. "La perfección es una perspectiva poco realista y muy desalentadora para quienes sienten que deben alcanzarla", comenta Jane Nelsen. Ningún método puede garantizar que un niño deje de cometer errores, como tampoco existe ninguno que asegure que un adulto acierte siempre al educar a sus hijos.
Para renunciar a los castigos no necesitamos un remedio perfecto y fácil de aplicar, sino alternativas que tengan más beneficios y menos peligros. Y eso es lo que nos ofrece la Disciplina Positiva.