Explicarlo no es fácil, pero casi todos lo sabemos. Lo sabemos porque lo sentimos; ya sea como madres, como hijos o como ambas cosas, cada una en su etapa. Pero nadie pone en duda que la relación madre-hijo produce el vínculo más especial de la naturaleza humana. La fortaleza de este lazo tiene una importancia mayúscula, no sólo en la infancia, sino durante toda la vida. Además, en muchísimas culturas se aprecia, se valora y se privilegia esta relación. Pero el vínculo no surge cuando la madre toma en brazos al bebé por primera vez. Empieza a formarse mucho antes, durante el embarazo. Y es posible que el conocimiento y la consideración de este aspecto no estén tan generalizados como deberían.
La conexión madre-hijo afianza sus cimientos durante los meses de gestación. Es fundamental mantener unos hábitos saludables y poner en práctica ciertos cuidados, tal como explicamos en este blog en el Día de la Madre 2019. Pero también es importante comprender qué pasa en el cerebro y en el cuerpo de la mujer durante el embarazo, porque este proceso de formación del vínculo tiene implicaciones fisiológicas. Conocerlas te ayudará a comprender y a comprenderte. Sobre todo, si vas a celebrar el Día de la Madre 2020 esperando el nacimiento de un hijo.

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Las bases biológicas del vínculo entre madre e hijo
Natalia López y Enrique Sueiro, de la Universidad de Navarra, son los autores de un interesante informe sobre la comunicación materno-filial en el embarazo. El estudio profundiza en la base biológica de los lazos entre madre e hijo. Porque el primer diálogo entre ambos es un diálogo molecular. El embrión envía a su madre una serie de señales y avisos moleculares, gracias a los que recibirá las energías que necesita para vivir. No será rechazado por el organismo de su madre, pese a ser un ente 'ajeno' al mismo: las sustancias que libera sirven para desactivar las células que impulsarían el rechazo. Este fenómeno se conoce como tolerancia inmunológica.
De este modo, podemos entender la gestación como una auténtica simbiosis entre dos vidas. Porque además, hoy sabemos que se producen aportaciones en el sentido inverso, desde el hijo hacia la madre. Se han encontrado células fetales en órganos maternos. El traslado de las mismas comienza alrededor de la cuarta semana, pero permanecen para siempre en el cuerpo de la mujer. Y por su juventud, aportan una potente capacidad de regeneración.
Estas células del feto se conocen como 'progenitores celulares asociadas al embarazo' (PAPC). "Por su origen fetal, tienen una gran capacidad de autorrenovación y colaboran con las células madre adultas en la función regenerativa del cuerpo de la mujer. Hoy existen datos de la participación de esas células, por ejemplo, en la reparación del corazón de madres que padecían cardiopatías", apunta Natalia López. Sin lugar a dudas, estamos ante dos vidas en simbiosis; y esto contribuye a la formación de vínculos.

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"El vínculo de apego afectivo y emocional forma parte del proceso biológico natural"
Resulta interesante examinar lo que ocurre con el cortisol durante la gestación. Esta hormona suele liberarse en situaciones de estrés, pero esto no sucede en el caso de mujeres embarazadas. El cortisol materno podría afectar de forma negativa al desarrollo del feto, haciéndole más susceptible a alteraciones metabólicas o enfermedades cardiovasculares, entre otros riesgos. Y por eso en el cerebro de la mujer embarazada se producen los cambios precisos para impedir la liberación de cortisol. Hay un incremento de progesterona en el cerebro que 'veta' la producción de cortisol; y además, hace posible un gran almacenamiento de oxitocina. Si el cortisol es la hormona del estrés, ésta es la hormona de la confianza.
La oxitocina es una molécula importantísima para la plasticidad funcional que genera el vínculo de apego. Tanto en el parto como al ofrecer lactancia materna, gracias al contacto cuerpo a cuerpo, se libera la oxitocina acumulada durante el embarazo, reforzando los lazos entre mamá y bebé. "El vínculo de apego afectivo y emocional forma parte del proceso biológico natural", concluye Natalia López. Por otra parte, esta liberación de oxitocina supone grandes cambios que requieren de adaptación. Así se explican las acentuadas fluctuaciones anímicas que en ocasiones se experimentan después del parto.