Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), España es el tercer país de Europa con mayor prevalencia de obesidad infantil y juvenil, con un 14.2%. Los últimos informes publicados por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) apuntan que casi el 40% de los menores españoles de entre 3 y 8 años padece obesidad o sobrepeso. Pero lo más alarmante es que estos porcentajes no han hecho más que crecer durante los últimos años. El problema es gravísimo y no se están tomando medidas eficaces para resolverlo. Es urgente combatir el creciente sedentarismo de nuestros jóvenes y detectar qué está fallando en su alimentación.
¿Por qué hay tantas familias que no apuestan por una dieta saludable? En el curso «Qué le doy de comer a mi hijo», el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos Miguel Ángel Lurueña analiza varios obstáculos frecuentes. Como podrás comprobar, no todos tienen solución rápida ni sencilla. Pero buena parte de los problemas podrían solventarse aportando información veraz y fiable a las familias. El bombardeo de datos sesgados y mensajes publicitarios genera una confusión que, a menudo, conduce a tomar decisiones equivocadas en relación con lo que comemos.

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1. El nivel cultural y de ingresos de los padres
Este es uno de los obstáculos más complejos, dado que tiene diversas raíces e implicaciones. Sin embargo, se ha comprobado que existe relación entre alimentación insana y bajos niveles de educación e ingresos. Los caminos que vinculan ambas realidades son variados y requieren análisis en detalle. En términos muy generales, los padres en esta clase de circunstancias suelen tener menos tiempo para compartir con sus hijos y para pensar en su alimentación. También hay estudios que advierten que son estas familias las que suelen comprar productos insanos con mayor frecuencia. El bajo precio que suelen tener (por ejemplo, bollería industrial o ultraprocesados) contiene parte de la explicación. La alimentación saludable no es necesariamente un hábito caro, pero este tipo de productos sí suelen ser muy baratos.
2. La desinformación y la falta de conocimientos sobre alimentación
El desayuno es la ingesta más importante del día. Debemos hacer 5 comidas diarias. Los niños necesitan suplementos de ciertos nutrientes. Así podríamos seguir durante horas. "Circulan muchos mitos sobre alimentación y no todo el mundo sabe diferenciar si tienen o no alguna base", advierte Lurueña. Los mensajes que recibimos tampoco nos ayudan a formar criterio. ¿Cuántas veces has visto, en la televisión o en el envase de un producto, el aval o patrocinio de una sociedad científica? Cuando vemos estos sellos solemos confiar en que "es la mejor leche para un niño de 5 años". Sin embargo, a menudo no es así. No es más que publicidad.
Todo esto provoca confusión: no siempre es fácil distinguir entre un alimento saludable y otro que no lo es. ¿Sería positivo incluir una asignatura sobre nutrición en la escuela? "Más bien, tendría que hacerse de forma transversal. Tendríamos que aplicar una buena educación a lo largo de todo el día, no concentrándolo en un asignatura. Por ejemplo, sería bueno que los niños pudiesen cultivar verduras en los colegios", opina Miguel Ángel Lurueña.

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3. El precio y la ubicuidad de los productos
Como ya indicamos antes, los productos insanos son baratos y están por todas partes. Es difícil atravesar una calle sin cruzarnos con varios establecimientos de comida-basura. En el supermercado, además, los dulces siempre están a la altura y el alcance de los niños. Acaba resultando muy complicado que alguno no acabe dentro del carrito. En ocasiones incluso nos llevan a creer que los productos insanos son más cómodos que las opciones saludables. Pensemos en ello. ¿De verdad es más fácil consumir un yogur para beber (en general, cargado de azúcar) que una sencilla pieza de fruta?
4. Productos 'específicos' para niños
La publicidad provoca que los padres pensemos que necesitamos comprar productos específicos para nuestros hijos. La mayoría de los niños no necesita más que alimentos saludables normales, respetando ciertas indicaciones de seguridad. Dedica unos días a fijarte en los anuncios. Nos dicen que los niños crecen más fuertes con biberones de lactancia artificial, nos venden sus primeras galletas, potitos supernutritivos, aguas especiales... Todos estos productos hacen apelaciones al contenido nutricional que no coinciden con necesidades de los niños. A partir de los 3-4 años se acentúa el uso de imágenes atractivas para los peques. En los envases vemos personajes de dibujos animados o fotos de los premios que pueden obtener al comprarlos. Son prácticas que ya se han prohibido en varios países.
5. El papel de los padres
Engaños, amenazas, recompensas, castigos, coacciones, presiones, chantajes emocionales, humillaciones... esta clase de prácticas son parte del día a día en muchos hogares. Muchas veces, desde las buenas intenciones: los padres quieren que sus hijos coman y estén bien alimentados. Pero para fomentar una alimentación saludable es fundamental que aprendan a tener una relación sana con la comida. Obligarles a consumir más de lo que necesitan favorece, a largo plazo, la aparición de trastornos alimentarios. "Si quieres que tu hijo aprenda a alimentarse, no insistas para que coma", subraya el nutricionista Julio Basulto en el curso «BLW. Alimentación complementaria autorregulada». La idea no debe ser forzarles a comer algo que no les gusta, sino permitir que elijan entre un amplio abanico de alimentos saludables y evitar que encuentren opciones insanas en la nevera.