En mayo de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció oficialmente como trastorno la adicción a los videojuegos. La definición publicada por este organismo enumera una serie de características que perfilan "un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente". Se hace hincapié, entre otros aspectos, en el carácter prioritario que esta actividad pasa a tener en la vida diaria de la persona adicta. "Se antepone a otros intereses y actividades", señala la OMS. También alerta sobre el "deterioro significativo" que puede producir a varios niveles, como el personal, el social o el familiar. Esta interferencia en la vida 'normal' es una de las cuestiones que más preocupa a las familias, no sólo en el caso de los videojuegos sino también en relación con el uso de Internet y redes sociales.
Es evidente que hay personas con problemas de abuso de videoconsolas, ordenadores, tabletas o teléfonos móviles. Suele destacarse que afectan a niños, adolescentes y jóvenes, aunque también ocurre con adultos. El reconocimiento de un organismo de referencia como la OMS ha servido para visibilizar el tema, para situarlo en primer plano; pero al mismo tiempo, es posible que también se haya creado cierta confusión a la hora de entender en profundidad lo que sucede. No parece prudente equiparar una adicción a una droga con una adicción relacionada con un comportamiento, que no involucre consumo de sustancias. Sin embargo, existe cierta alarma social que lleva a algunos padres a colocar sus temores prácticamente al mismo nivel en ambos casos.

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Excesos, abusos y adicciones en niños y adolescentes
No debemos restar importancia a la problemática vinculada a los videojuegos y las redes sociales. Sería un grave error menospreciar el impacto de un uso insano, pero no es mejor idea caer en la exageración o la simplificación. Por eso conviene entender que no todos los excesos y abusos, aunque sean perjudiciales, deben etiquetarse como 'adicciones'. La propia definición de la OMS -por otro lado, cuestionada por no pocos investigadores- puntualiza que el patrón de comportamiento de un adicto a los videojuegos "es evidente durante un período de al menos 12 meses".
Quizá lo más razonable sea huir de los extremos y profundizar en la comprensión de cada caso concreto. La cantidad de horas dedicadas a una actividad es un indicador a tener en cuenta. Pero igual de importante es ir un poco más allá. Dedicar cierto tiempo al uso de redes sociales puede ser problemático para un niño y no para otro. Lo preocupante es que el hábito deteriore su calidad de vida, perjudique su bienestar e incluso afecte a sus rutinas. Cuando esto sucede, estamos ante un exceso o un abuso que debemos gestionar. Para hablar de adicción, algo crónico y enfermizo, convendría contar con el diagnóstico de un profesional médico.

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¿Hay síndrome de abstinencia cuando les quitamos el móvil o la videoconsola?
El síndrome de abstinencia resulta evidente cuando las adicciones se relacionan con una sustancia. No ocurre lo mismo con las adicciones vinculadas a un hábito. Aunque veamos un malestar notable, en la mayor parte de los casos es poco riguroso elevarlo a la categoría de abstinencia. Es cierto que hay aspectos parecidos, pero las diferencias son demasiado relevantes como para ignorarlas y colocarlo todo en el mismo cajón. Una vez más, no se trata de minimizar un problema real, sino de delimitarlo correctamente para aplicar soluciones adecuadas.
El avance de la tecnología es cada vez más rápido. Nuestra relación con dispositivos y aplicaciones también evoluciona. El mundo cambia a velocidad de vértigo. Con frecuencia, madres y padres encontramos dificultades para distinguir cuándo es saludable un hábito de uso; o cuándo es segura y confiable una herramienta utilizada por nuestros hijos. Estas son las preocupaciones a las que ofrece respuesta el curso «Niños, móviles e Internet: una guía para padres», impartido por el formador TIC y divulgador Juan García. Una guía para construir y fomentar costumbres saludables en el empleo de las nuevas tecnologías, sabiendo cómo y cuándo actuar para evitar conflictos.