Madres y padres somos conscientes de la importancia de compartir tiempo de calidad con nuestros hijos. Al hablar sobre crianza y educación, sobre cómo se construyen los vínculos de apego entre adultos y niños, la cuestión no tarda en surgir. Pero, ¿a qué llamamos tiempo de calidad? ¿Cómo podemos diferenciar un momento de calidad de otro que no lo es? ¿Existen una serie de requisitos que deben cumplirse? Hablar sobre tiempo de calidad es frecuente, pero responder de forma concreta a estas preguntas parece bastante más complicado.
Solemos confundir el tiempo de calidad con los momentos especiales. Programar una excursión, ir al cine, probar un nuevo restaurante o visitar un parque natural pueden ser maneras de favorecer el tiempo de calidad en familia. Pero la mayoría no tenemos la posibilidad de disfrutar de actividades como estas todos los días, ni siquiera todas las semanas; y los niños, sobre todo los más pequeños, necesitan que les dediquemos tiempo de calidad a diario. Esa es la clave. No se trata de hacer algo diferente, ni de idear siempre cosas nuevas y espectaculares. Lo fundamental es estar presente. Y eso sí podemos hacerlo cada día.
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Konrad Lorenz, John Bowlby y los periodos críticos en la formación de vínculos de apego
El austríaco Konrad Lorenz (1903-1989) es uno de los padres de la etología moderna. Lorenz estudió el comportamiento de animales como los gansos y se fijó en una serie de momentos clave en que las crías establecían vínculos con referentes adultos. Es lo que conocemos como periodos críticos. Son instantes únicos e irremplazables: si un ganso no construía lazos con su madre poco tiempo después de nacer, no podría hacerlo con posterioridad. Los estudios de Lorenz fueron una gran fuente de inspiración para John Bowlby, psicólogo inglés que formuló la Teoría del Apego.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el tiempo de calidad? Bowlby comprobó que los vínculos de apego entre los niños y sus cuidadores —por lo general sus madres— se crean durante los primeros meses de vida de los bebés. No solo eso, sino que el tipo de relación que un bebé tiene con su madre es el modelo a partir del que construirá sus relaciones en el futuro. "Lo que un niño consolida en estos primeros momentos es el recurso que utilizará durante su existencia", explica Soraya Sánchez, profesora del curso «Claves para criar desde el apego seguro».
Volviendo a Lorenz, podría decirse que los periodos críticos de la especie humana son los primeros meses de vida. Como podrás imaginar, un bebé de 6 meses no puede entender que una excursión es un momento de calidad. Pero sí comprende la forma en que le miras o le coges en brazos. También percibe tu estado de ánimo y el tono de voz con que le hablas. Y por supuesto, es muy sensible a la manera en que respondes a sus necesidades. Por eso los momentos de cuidado, el modo en que los afrontamos y vivimos, son la materia prima con que se elabora el tiempo de calidad.
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Los cuidados, el afecto y el tiempo de calidad
Los bebés necesitan sentirse limpios, pero no solo se trata de cambiarles los pañales a tiempo. También necesitan estar bien alimentados, pero no todo acaba con el gesto de ofrecer el pecho o un biberón. "Para que los momentos de cuidado sean de calidad, el afecto siempre debe estar presente", señala Eduardo Rodríguez en el curso «Cuidados de calidad en la etapa 0 a 3 años». Existe una diferencia sustancial entre cambiar un pañal deprisa, tratando de terminar lo antes posible; y hacerlo desde la calma y la presencia, comunicándote con el bebé y prestando atención a sus reacciones.
Lo que esto nos enseña es que el tiempo de calidad no está hecho de ocasiones especiales de vez en cuando, sino de muchos pequeños momentos del día a día. No solo mientras los niños son pequeños y están construyendo vínculos de apego, sino también cuando crecen. Y a veces no son más que diez minutos. Porque si sales de casa diez minutos antes, quizá puedas disfrutar del camino hasta la escuela, charlando con tu hija y no maldiciendo el tráfico y los atascos. Si apagas el teléfono móvil durante la cena, escucharás las preocupaciones o los planes de tu hijo, o podrás compartir con él los tuyos.
Eso es tiempo de calidad: estar presentes. Comunicarnos. Porque lo que más necesitan los niños es ese tiempo que mamás y papás decimos no tener.