John Bowlby nació en Londres (Inglaterra) el 26 de febrero de 1907. Con cuatro años fue separado de su cuidadora principal, su niñera, una experiencia que le marcó profundamente. Bowlby nunca olvidó la angustia que vivió en aquellos momentos, o cuando dejó su hogar para ingresar en un internado todavía siendo niño. Su inquietud ante aquellos sentimientos le llevó a convertirse en psicoanalista; y en la década de los 60 formuló la Teoría del Apego, su trabajo más célebre. John Bowlby logró demostrar cómo las relaciones entre madre e hijo, sobre todo durante los primeros meses del bebé, pueden tener consecuencias determinantes en su desarrollo y en todas las etapas de su vida.
El apego está en los cimientos de nuestro mundo emocional y afectivo. Disfrutar de un apego seguro durante la infancia es tener una base sólida para desarrollar relaciones saludables en el futuro. Por el contrario, cuando el apego es desorganizado, evitativo o ambivalente, es más sencillo que aparezcan diversos problemas a la hora de establecer vínculos. Tal como expuso John Bowlby, las consecuencias de las primeras relaciones se extienden durante toda la vida. Por eso, si eres mamá o papá, también es esencial conocer el tipo de apego que marcó tu infancia. Quizás te sirva para obtener respuestas sobre las formas en que te comunicas y te relacionas con tus hijos. El curso «Claves para criar desde el apego seguro», con Soraya Sánchez, te ayudará a comprender el concepto de apego, su teoría y su práctica.
Recogemos aquí algunas citas de John Bowlby. En ellas nos habla del apego y sus consecuencias, tanto cuando es seguro como cuando es de alguno de los otros tipos.
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1. El apego seguro y la confianza del niño en sí mismo
"La confianza ilimitada en la accesibilidad y apoyo que pueden brindar las figuras de apego constituye la base de desarrollo de una personalidad estable y segura de sus propias fuerzas".
Con este planteamiento nos acercamos a la noción de apego de John Bowlby. La disponibilidad y el afecto que expresa la figura de apego, normalmente la madre, es determinante para el presente y el futuro del niño. Presente, porque esas condiciones le aportan tranquilidad y bienestar. Y futuro, porque si disfruta de esa calma y esa felicidad de manera continuada se sentirá suficientemente seguro para desarrollar su personalidad y todo su potencial.
2. Apego, estilo parental y herencia familiar
"Los niños tienden, inconscientemente, a identificarse con los progenitores; y en consecuencia, a adoptar, cuando ellos mismos se convierten en padres, las mismas formas de conducta de las que ellos fueron testigos durante su infancia (...) Por consiguiente, la herencia de salud o enfermedad mental transmitida por medio de la microcultura familiar no es menos importante (y tal vez no lo sea mucho más) que la herencia genética".
Las consecuencias del estilo de apego van mucho más allá de lo que afecta a un solo individuo. Tal como indica Bowlby, tendemos a asimilar y repetir patrones. Por supuesto, la cadena puede romperse; pero es probable que un niño que disfruta de apego seguro sea capaz de brindárselo a sus propios hijos en el futuro. A la inversa ocurre lo mismo: un niño que recibe determinado trato de sus padres puede interiorizar como normales y beneficiosas ciertas conductas que favorecen un apego no seguro.
3. Los niños no son (tan) distintos a los adultos
"No sólo los niños pequeños, sino también los seres humanos de todas las edades, se muestran más felices y pueden desplegar su talento de manera más provechosa cuando confían en contar con el respaldo de una o más personas que siempre acudirán en su ayuda al surgir dificultades".
Cuando hablamos de apego no hablamos de algo extraño, ni de algo que afecte únicamente a los niños. Es algo natural, vinculado a la condición humana. Para cualquier individuo es reconfortante el apoyo y el afecto de sus seres queridos. Cuando enfrentamos un problema nos basta saber que no estamos solos para sentirnos más capaces de superarlo. Con frecuencia ni siquiera es preciso recurrir efectivamente a ese apoyo: el hecho de saber que contamos con él nos proporciona fuerzas para resolverlo. No se trata de ver a los niños como seres frágiles, sino de comprender la particular manera en que ellos necesitan sentir ese respaldo.
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4. Autoconfianza no es sinónimo de independencia total
"La persona con auténtica confianza en sí misma de ninguna manera parece ser tan independiente como sugieren ciertos estereotipos culturales. Un ingrediente esencial es la capacidad para confiar plenamente en otros cuando la ocasión lo exige, y saber en quién puede confiarse".
Desde Escuela Bitácoras ya hemos advertido que, si quieres que tu hijo sea 'independiente', estás cometiendo un error. Nadie lo es. Somos interdependientes, por eso es fundamental distinguir en quién podemos confiar y tener la capacidad de ser dignos de confianza cuando la situación lo requiere. Para tener confianza en sí mismos, los niños necesitan contar con una figura de apego. Pero cuando confían en sí mismos, aprenden también a ser una base segura para otros. Es importante diferenciar 'independencia' y 'autonomía'. En el curso «Cómo fomentar la autonomía en los niños», el psicólogo Alberto Soler se detiene a explicar las diferencias entre estos conceptos.
5. El peligro de infravalorar la importancia del apego
"Sería desatinado argumentar que, porque la mayoría de los individuos se recobran de los efectos de una separación o pérdida, esas experiencias carecen de importancia".
Un niño desatendido, atendido de forma deficiente e incluso maltratado puede salir adelante. Es evidente. Sin embargo, es muy peligroso suponer que la recuperación anula por completo el efecto de los acontecimientos traumáticos anteriores. Como hemos visto, las consecuencias del apego se extienden durante toda la vida. El vínculo afectivo se genera incluso antes del nacimiento. Se asienta cuando las necesidades afectivas y emocionales del niño son consideradas tan importantes como las fisiológicas. A ello pueden contribuir prácticas y cuidados como la lactancia materna. Además, el apego se fortalece si el niño cuenta con figuras de apego complementarias, como la del padre u otros cuidadores.