Alfred Adler fue uno de los precursores de la Disciplina Positiva. Este médico y psicoterapeuta austríaco, nacido en Viena el 7 de febrero de 1870, fue el fundador de la escuela de la Psicología Individual. Durante la primera mitad del siglo XX colaboró estrechamente con el psiquiatra y educador Rudolf Dreikurs. Sus investigaciones conjuntas dejaron un importante legado que Jane Nelsen y Lynn Lott recogieron en la década de los 80. Las dos autoras construyeron sobre esa base la filosofía y la metodología de la Disciplina Positiva. Un modelo pedagógico en constante actualización y crecimiento, que propone formar relaciones familiares basadas en la comunicación y el respeto, sin renunciar a esas máximas a la hora de actuar con firmeza.
"Alfred Adler fue un hombre con ideas que se adelantaron a su tiempo", explica Jane Nelsen, "durante sus populares conferencias y seminarios públicos en Viena, defendió la igualdad de todas las personas, todas las razas, las mujeres y los niños mucho antes de que estuviera en boga hacerlo". La importancia de afrontar los errores como oportunidades de aprendizaje, o de conseguir que los niños se sientan valorados y tenidos en cuenta, son algunos conceptos adlerianos que Nelsen desarrolla en su libro Cómo educar con firmeza y cariño. En el aniversario de su nacimiento, recordamos a Alfred Adler a través de sus propias reflexiones.
Batallas que no merece la pena librar
"Una batalla con un niño es siempre una batalla perdida. Nunca conseguiremos su cooperación a través de la lucha. [...] Ahorraríamos una incalculable cantidad de tensión y esfuerzo inútil si nos diésemos cuenta de que la cooperación y el amor jamás se consiguen por la fuerza".
Es insoportable trabajar en un sitio en que los jefes abroncan a sus subordinados cada vez que cometen un error. Lo que esperas de tu pareja o de tus amigos es que sean comprensivos cuando tienes un mal día. Sin embargo, con los niños se emplea a menudo otra vara de medir. Muchos adultos consideran normal gritar a un niño, amenazarle, castigarle e incluso humillarle, bajo el pretexto de que son herramientas empleadas con fines educativos. Alfred Adler fue un firme defensor de la igualdad e insistió en que mayores y menores son dignos de ser tratados con el mismo respeto. La Disciplina Positiva no contempla ninguno de los recursos antes mencionados. No sólo son denigrantes, sino también ineficaces.
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Una definición de empatía
"Ver con los ojos del otro, escuchar con las orejas del otro y sentir con el corazón del otro".
Para entender por qué un niño se porta mal, tenemos que mirar mucho más allá de su conducta. Es preciso comprender también sus necesidades, motivaciones y creencias para descifrar el mensaje que nos envía con su comportamiento. La empatía es por tanto una destreza fundamental para padres y educadores. Alfred Adler también acuñó el concepto de Gemeinschaftsgefühl, traducido como 'interés social' o 'responsabilidad social'. Formar parte de una sociedad no sólo otorga derechos, también implica responsabilidades; y una de ellas consiste en comprender que existen más necesidades que las propias. Un niño necesita trabajar su empatía para convertirse en un miembro útil de los mundos a los que pertenece.
El maestro y el alumno
"Un educador debe creer en el potencial de su alumno; y debe emplear todo su arte para conducir a su alumno a desarrollar ese potencial".
Para Alfred Adler, la primera tarea del educador es mirar en el interior de los niños que tiene delante. Porque lo primero no son los conocimientos que queramos transmitirles, ni las actitudes que deseemos fomentar en ellos, sino lo que ellos llevan dentro. Sólo conociendo y comprendiendo ese formidable potencial podremos acompañarles en su crecimiento. Como indica Laura Estremera en el curso «Materiales y recursos para aprender jugando», los niños no son recipientes vacíos que los adultos debamos llenar a nuestro antojo. "Son seres activos, autónomos, capaces y competentes que se desarrollan si respetamos su deseo, su motivación y sus necesidades", explica la educadora.
Sobre los principios
"Es más sencillo luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos".
Con este pensamiento, Adler nos invita a mantenernos alerta y ser autocríticos. Porque es relativamente fácil trazar un ideal de lo que creemos que debe ser un padre o un educador. Podemos leer, documentarnos y asumir como propios unos valores. Sin embargo, ¿en qué lugar quedamos al analizar nuestro comportamiento desde el rigor de las ideas que defendemos? De nada sirve creer que un niño merece el mismo respeto que un adulto, ni aceptar que educar es ante todo acompañar, si después no somos capaces de llevarlo a la práctica en el día a día. Por eso, sin olvidar los fundamentos teóricos, el curso «Disciplina Positiva» es esencialmente práctico. Porque no se trata sólo de cambiar la manera en que juzgamos y nos juzgamos. Se trata, sobre todo, de cambiar la forma en que hacemos y actuamos.