¿Qué actitud te gustaría que tuviese tu hijo ante el aprendizaje? Dedica unos segundos a pensar tu respuesta. La tarea no consiste en decidir si prefieres que sea un físico brillante o un erudito historiador. Se trata de averiguar las herramientas básicas que crees que necesitará en su camino, más allá de cuáles sean sus metas. Autonomía, curiosidad, imaginación, paciencia, capacidad para el esfuerzo... probablemente, en tu lista aparecerán esta clase de términos. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué no construir un modelo educativo alrededor de ellos? Eso fue lo que hizo María Montessori.
Un niño siempre está dispuesto a poner su parte. Tal como explica Montessori, los niños poseen una mente absorbente, ávida de conocimientos. Por supuesto, para ello necesitan un adulto como tú, dispuesto a acompañarles respetuosamente en cada paso. Pero además, es necesario que dispongan del contexto idóneo para el aprendizaje. Un espacio donde adulto y niño se encuentren para que este último despliegue todo su potencial. Esto es lo que María Montessori llamó ambiente preparado. Como podrás imaginar, no es necesariamente una única estancia. Los niños nunca dejan de aprender, de modo que obtendrán más beneficios cuanto más preparados estén los ambientes a su alrededor.
Más información sobre el curso «Montessori en el hogar»
1. ¿Es tu hogar el hogar de tu hijo?
Un niño de 18 meses no puede escoger el diseño del salón o la cocina de la casa en que vive. Los adultos somos quienes tomamos ese tipo de decisiones. Quizá por eso terminamos construyendo un mundo a nuestra medida. Así que siéntate sobre el suelo y mira a tu alrededor desde la misma altura desde la que observa tu hijo. ¿Dirías que el ambiente está preparado para responder a tus necesidades? ¿Qué tienes a tu alcance? ¿Materiales seguros con los que podrías experimentar con libertad, o tal vez peligros potenciales? ¿Cuánto tiempo podrías pasar entretenido en ese espacio sin la intervención de un adulto?
"La idea es preparar el hogar para que los niños puedan aprender de la mejor forma posible", subraya Bei M. Muñoz en el curso «Montessori en el hogar». Esto implica varias cosas. En primer lugar, no sólo se trata de adaptar el dormitorio del niño, sino de preparar en la medida de tus posibilidades todas las habitaciones de la casa, desde la cocina al aseo y la sala de estar. Por otro lado, ese proceso de adaptación deberá estar vivo. Sólo así podrá responder a las nuevas necesidades que surjan en el niño. Debes permanecer alerta y observar a tu hijo. Detecta sus intereses y dale facilidades para desarrollarlos. Recuerda que no puede convertirse en un adulto independiente si no le permites conquistar su autonomía.
2. La creatividad del adulto
Por todo lo mencionado hasta ahora, está claro que el papel del adulto es fundamental. Pero si hablamos de un hogar y no de un aula, existen ciertos matices que conviene tener presentes. A diferencia de una escuela, una casa no es un espacio explícitamente diseñado para que los niños se muevan en él. De hecho, es un lugar que los adultos siempre habitan antes que los pequeños y en el que a menudo son mayoría. Además, un hogar familiar debe cubrir más necesidades que las relacionadas con el aprendizaje de los niños. Por eso es tan importante que el adulto sea responsable y empático, que mantenga la mente abierta y la creatividad en plena forma. Esa preparación y disponibilidad es uno de los pilares de la propuesta educativa de María Montessori.
Más información sobre el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años»
3. Las inevitables normas
Libertad, autonomía e independencia no son conceptos reñidos con la existencia de normas. Sin embargo, lo ideal es no tener que aludir constantemente a ellas. Cuando recordamos una regla, solemos hacerlo para impedir o corregir una conducta. Aunque lo hagamos de manera tranquila y oportuna, esto supone la intervención del adulto y la interrupción del libre aprendizaje del niño. Preparar el ambiente es la mejor forma de reducir el número de normas y la cantidad de veces que necesitamos recordarlas. En lugar de repetir una y otra vez a tu hijo "no juegues con eso", sencillamente no dejes "eso" a su alcance. Además, una característica distintiva de los materiales Montessori es que están dotados de control de error. Son sistemas que posibilitan que el niño aprenda a utilizarlos guiado por su propio instinto. Así el adulto puede concentrarse en la importante tarea de observar e intervenir cuando sea verdaderamente preciso.
4. La belleza y el orden
Un ambiente preparado Montessori no sólo debe ser funcional, acorde a la capacidad y las necesidades de los niños. También es esencial que resulte atractivo, agradable, acogedor y hermoso. Debemos preocuparnos por la pulcritud, por disponer de espacios todo lo amplios y naturalmente iluminados que resulte posible. Todo esto sin olvidar la seguridad. La organización influye en las estructuras que, poco a poco, se formarán en la mente de tu hijo. Así, podemos decir que el ambiente no tiene sólo una vertiente física, sino también psicológica. Incluso socioafectiva, dado que será allí donde aprenda a interactuar, negociar, trabajar en equipo... ya sea con sus familiares o con otros niños.
5. La realidad y la libertad
La independencia no puede ser completa si no hay libertad. Nuestra meta debe ser que el niño tenga la máxima libertad posible dentro de tu hogar, que es el suyo. Que pueda moverse con tanta autonomía y seguridad como lo haces tú. Lo idóneo no es crear un espacio perfecto pero irreal, aislado de la cotidianeidad de la casa. Sin prisas ni agobios, el objetivo es incluirle tanto como sea posible. Cuantas más pueda experimentar por su cuenta, sin peligros y sin intervención adulta, más eficazmente conquistará su autonomía y desarrollará su autodisciplina. En el curso «Montessori en el hogar», Bei M. Muñoz ofrece claves para introducir cambios paulatinamente y observar los maravillosos resultados. Cambiando nuestra mirada hacia la infancia, conseguirlo es mucho más fácil de lo que parece.