No es imprescindible realizar grandes inversiones económicas para aplicar el método Montessori en la educación de los niños. Es necesario decirlo así, sin rodeos y de forma contundente, porque el mito de que es un modelo caro continúa estando extendido. Es cierto, por ejemplo, que no todas las familias pueden afrontar el pago de la matrícula en una escuela especializada. Pero este no es el único camino: existen alternativas. Con tiempo, creatividad y compromiso puedes brindar a tus hijos una educación guiada por los principios Montessori en casa, sin necesidad de gastar mucho dinero. Nuestro curso «Montessori en el hogar» está diseñado para quienes se han marcado este objetivo.
Si ya te has adentrado en las ideas de María Montessori, sabrás de la importancia de preparar el ambiente. El mundo es un lugar por descubrir para los niños; y durante sus primeros meses de vida, su mundo es sobre todo su entorno más próximo. Montessori nos invita a adaptar ese entorno a sus necesidades de aprendizaje. Hay enormes diferencias entre un espacio lleno de peligros y obstáculos y un lugar seguro y atractivo, que permita la libre exploración y la experimentación. Conviene hacer pequeños cambios y añadidos en cada estancia, preparando el hogar para la presencia y la acción de los niños. Por eso su cuarto debe ser realmente suyo. Seguro que en tu habitación tienes una cama acorde a tu tamaño y que has situado los muebles en posiciones y alturas que te resultan cómodas. ¿Por qué no hacer lo mismo en el dormitorio de tus hijos?
1. Olvídate de la cuna
Para María Montessori, las cunas son como pequeñas jaulas que restringen la libertad y la autonomía de los niños. Su uso implica que sean los adultos quienes decidan cuándo duermen y cuándo interrumpen su descanso. Las chichoneras que solemos colocar en los barrotes para evitar golpes también limitan su campo visual. Pese a todo, las cunas tienen una gran aceptación en nuestra cultura por cuestiones de seguridad: nos preocupa que los bebés puedan caer al suelo si utilizan una cama convencional. ¿Cuál es la alternativa? Poner el colchón directamente en el suelo o sobre una cálida alfombra. El niño tendrá así libertad para subir, bajar, gatear y gestionar su sueño con cierta independencia. Estos consejos también son aplicables si te decantas por otras opciones, como practicar el colecho.
2. Adapta el mobiliario
Cuando mides menos de un metro de altura y ni siquiera sabes caminar, desear un juguete que está en lo más alto de la estantería puede resultar frustrante. Los principios Montessori encajan mejor con estanterías bajas y sencillas, horizontales y no verticales. Permiten que todo esté al alcance de las manos del niño e incluso ofrecen una superficie adicional para jugar. Las sillas, mesas, cómodas y demás muebles deben adaptarse a la misma premisa. No pienses únicamente en crear una habitación bonita. Recuerda que es mucho más importante ofrecerle un espacio que incida en sus posibilidades y no en aquello que le hace dependiente. Cada pequeño detalle puede marcar diferencias. Instalar una extensión en el interruptor de la luz para que esté a su alcance, o permitir que elijan vestuario colocando su ropa en las baldas bajas del armario, son gestos tan simples como determinantes.

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3. La sencillez, esencia de la decoración
Los niños rebosan ganas de aprender. Por eso elegir estímulos apropiados es más importante que ofrecerles muchos distintos. Lo deseable es que el ambiente de su dormitorio sea apacible. Para conseguirlo emplearemos una decoración sencilla, basada en colores y tonos suaves y materiales preferiblemente naturales. Por otro lado, es mejor que no haya demasiados juguetes. Uno por estante es más que suficiente. Con opciones limitadas es más fácil para ellos decidir con qué jugar y evitar el desorden. Lo que sí puedes hacer es cambiar cada cierto tiempo los materiales y los libros de su estantería. Así le ofrecerás siempre alguna novedad estimulante sin arriesgarte a caer en el exceso.
4. ¿Qué hay en un dormitorio Montessori?
Piensa en materiales sensoriales, en objetos que puedan tocar libremente, con los que puedan experimentar. No cuelgues cuadros a una 'altura adulta', sino en la línea de sus ojos. Mejor todavía si son láminas realistas. Es importante no usar marcos que puedan causar heridas o accidentes. Si te apetece colgar un espejo en el que puedan aprender a reconocer sus expresiones, compra uno de tipo irrompible. A los más pequeños suele gustarles tener una barra fijada a la pared, que utilizan como apoyo para incorporarse sin ayuda. Todos estos elementos y otros similares hacen que los niños se sientan partícipes y tenidos en cuenta. Desarrollan poco a poco su sentido estético y pueden interactuar con el entorno sin frustrarse por no alcanzar los objetos que desean.
5. El dormitorio debe crecer junto al niño
Las necesidades, preferencias y capacidades de los niños cambian rápidamente durante sus primeros meses de vida. Un espacio que era perfecto a los seis meses puede no ser estimulante para un niño de un año. El ambiente debe acompañarle en sus hitos de crecimiento: gatear, sentarse por sí mismos, los primeros pasos, la evolución de su juego... Necesitamos que sean libres, no tener que estar lanzando advertencias y prohibiciones constantemente; pero también queremos que adquieran y practiquen nuevas destrezas. El paso del tiempo y la observación activa nos dirá, por ejemplo, cuándo puede ganar altura su cama o cuándo podemos incorporar una mesa.