El síndrome del emperador, también llamado síndrome del niño tirano, es un trastorno de conducta reconocido y descrito por profesionales. Los jóvenes que lo padecen son incapaces de controlar sus impulsos cuando quieren algo. Sienten sus caprichos como auténticas necesidades vitales y llegan a usar la violencia verbal y física para obligar a los demás a plegarse a sus deseos. No pretendemos aquí llevar la contraria a quienes han estudiado este problema. Conviene matizar que el síndrome del emperador se presenta generalmente en chavales de cierta edad, sobre todo adolescentes. En este texto hablamos de peques de entre 0 y 4 años.
Un niño de esta edad que tiene una terrible rabieta porque quiere un juguete o un caramelo no es un tirano. No pretende tomar el control del hogar, ni pasar por encima de sus padres, ni nada parecido. Los berrinches son en esta época conductas normales. Lo que sí es importante es lo que los adultos de referencia hacemos cuando se producen. "Las rabietas son una manifestación de la frustración de un niño ante un deseo que no puede cumplir. Son un fenómeno normal dentro del desarrollo infantil. Esto es algo que tenemos bastante asumido... pero cuando es nuestro hijo el que la lía con cierta frecuencia, surgen dudas", comenta Alberto Soler en el curso «Rabietas y límites desde el respeto».
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¿Tienen berrinches porque quieren mandar?
Muchos padres viven las rabietas de sus hijos pequeños como auténticos golpes de estado. Se sienten desafiados y consideran que su autoridad está siendo cuestionada. Así, el problema no es el caramelo, el helado o el juguete que se le antoja al niño: se trata de demostrar quién manda. Creen que es necesario doblegar al peque para reforzar su liderazgo. Que ceder no es una opción, porque hará que las pataletas sean cada vez peores. Consideran que si no son inflexibles, los niños tomarán el control para convertirles en esclavos a su servicio. Pero, ¿realmente puede sentir ese poderoso deseo de gobernar un ser humano de 2 o 4 años?
Carlos González está convencido de que no. "Casi nadie quiere mandar. ¡Mandar es un 'rollo'! Requiere pensar, dedicar tiempo, tomar decisiones difíciles y saber que, decidas lo que decidas, más de la mitad de la gente estará en contra. Los niños no quieren mandar, no quieren ser pequeños tiranos, ni grandes tiranos, ni tiranos de ningún tamaño", sostiene el pediatra. Los berrinches son una etapa en su aprendizaje de habilidades. Los utilizan para conseguir lo que desean porque aún no conocen métodos más eficaces. ¿Por qué cuando son mayores tratan de conquistarnos con palabras bonitas? Incluso son capaces de abrir negociaciones para obtener la videoconsola que ansían. Simplemente han aprendido: las rabietas dejan su lugar a estrategias mejores.
"El niño que tiene una tremenda rabieta porque quiere un helado no está intentando mandar. No está dando un golpe de estado. No está tomando el mando de la familia. Tanto si le das el helado como si no se lo das, mañana seguirás mandando tú. Mañana no será el niño el que decida a qué empresa tienes que ir tú a trabajar, sino que serás tú el que decida en qué escuela tiene en que estudiar tu hijo. No será tu hijo el que te diga que tienes que ducharte, serás tú quien se lo diga a él. Si quieres cómprale el helado, si no quieres no se lo compres, pero no te pongas como si estuviese dando un golpe de estado. No es así. No quiere mandar. ¿Qué quiere? Sólo quiere el maldito helado".
Carlos González, en el curso «Autoridad y límites»
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Los niños y la autoridad
Entonces, ¿cuál es la actitud adecuada ante un berrinche? No existen reglas universales, ni mucho menos remedios mágicos. Pero sí hay algo que siempre debemos recordar. "Un niño con una rabieta no necesita que razones, sino que conectes emocionalmente con él", explica Alberto Soler en el curso «Rabietas y límites desde el respeto». Cuando un niño de menos de 4 años tiene un capricho y pierde el control, siente una descomunal frustración. Y aunque parezca que en ese momento no hay para él nada más importante que aquello que anhela, sí lo hay. Necesita sentir que tú comprendes lo que le pasa, que estás ahí para acompañarle. Si respondes a esa necesidad quizá no soluciones la rabieta de inmediato, pero sí recogerás los frutos de tu paciencia a largo plazo.
Cada niño y cada familia es un mundo, por eso el curso de Alberto Soler incluye herramientas variadas y, sobre todo, abundantes propuestas sobre las que reflexionar. A menudo es una cuestión de enfoque, de pensar menos en la pataleta que tenemos delante y más en los valores que queremos transmitir a los niños, como la empatía. No temas que un berrinche erosione tu autoridad: si la gestionas de forma justa y coherente, la conservarás... incluso si de vez en cuando demuestras ser capaz de ceder. "La autoridad es como el dinero", apunta Carlos González, "si lo gastas en cosas superfluas, no lo tendrás para cosas realmente importantes".