"Una provocación es una invitación, una sugerencia, algo que despierta el interés por explorar, usar materiales y jugar. Es una invitación para que el niño juegue y utilice materiales según su curiosidad, su deseo, su motivación o sus ganas de descubrir". Así define Laura Estremera el concepto de provocación, que maneja con frecuencia durante sus cursos en Escuela Bitácoras. Las provocaciones son, por tanto, maneras de ofrecer materiales a niños y niñas con las que intentamos favorecer el aprendizaje por descubrimiento.
Como sabes, los niños aprenden más y mejor cuando son responsables de su propio aprendizaje. Son seres activos, que aprenden y se desarrollan moviéndose, combinando objetos, jugando... Las provocaciones van en línea con lo que la neurociencia sabe sobre cómo aprende el cerebro humano. Gracias a ellas podemos fomentar, entre otros aspectos, el desarrollo del pensamiento científico en los peques. Al jugar de este modo se hacen preguntas, se plantean problemas y alcanzan soluciones por sus propios medios.
"La curiosidad enciende la emoción y abre las fronteras de la atención. El juego, combinación de emoción y placer, es el arma más poderosa de aprendizaje".
Francisco Mora
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¿Es una provocación lo mismo que una actividad?
Quizá estés pensando que las provocaciones son un tipo de actividad que planteamos a niños, como las típicas fichas para colorear que todavía vemos en numerosas aulas de educación infantil. Para entender qué es una provocación y cómo funciona, es fundamental comprender en qué se diferencia de una actividad convencional.
- Las provocaciones no tienen objetivos concretos.
- Cuando planteamos una provocación, no es obligatorio que ningún niño participe en ella.
- Los materiales para una provocación no se utilizan de una única forma. Son los niños quienes dan vida a los materiales. El adulto acompañante no impone cómo se usan, ellos deciden siguiendo sus deseos y necesidades.
- Las provocaciones no son actividades dirigidas. Los materiales se ofrecen para que los niños prueben, exploren, experimenten...
- No hay un resultado correcto; de hecho, en una provocación no hay ni siquiera un resultado buscado. No existe una forma de terminar bien o mal, cosa que sí suele suceder en otras actividades.
Las provocaciones son, en suma, una manera de abordar el aprendizaje totalmente distinta a la de otra clase de actividades. Los niños necesitan más juego libre y menos actividades dirigidas; y al plantear una provocación, respetamos esa necesidad sin que esto implique (ni mucho menos) renunciar al aprendizaje.
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El rol del adulto en las provocaciones
Entonces, si los niños y las niñas tienen tanta libertad durante las provocaciones... ¿qué papel tenemos los adultos acompañantes?
En primer lugar, el adulto es siempre una base segura para el niño. Cuando el peque sabe que cuenta con esa referencia puede concentrarse en explorar, jugar y aprender con tranquilidad. De este modo, el adulto debe acompañar y prestar atención a las necesidades de los niños. La observación adulta durante el juego libre del niño es fundamental. Sólo observando podremos hacer un registro de lo que vemos, conocer mejor a los individuos y/o grupos y preparar nuevas provocaciones con eficacia.
Además, corresponde al adulto preparar un ambiente estéticamente atractivo, en el que el niño se sienta motivado e invitado a participar. Es el acompañante quien selecciona materiales y los coloca en un espacio. Para ello debe pensar qué puede favorecer cada material, tener claros los motivos por los que es o no es conveniente, desarrollar hipótesis sobre lo que los niños podrían hacer con él...
En el curso «Materiales y recursos para aprender jugando», Laura Estremera te enseña a elegir materiales adecuados para plantear provocaciones en las que niños de distintas edades puedan manipular, explorar y experimentar. Laura, educadora infantil y psicomotricista especialista en atención temprana, también te muestra cómo preparar una provocación en el espacio del que dispongas, con ejemplos concretos incluidos.