Los aprendizajes son procesos profundos y complejos, llenos de matices y particularidades. No hay dos personas que aprendan de la misma forma. Las diferencias se perciben desde la infancia: cada niño tiene un ritmo único, tanto en la adquisición de destrezas y conocimientos como en la maduración; y por supuesto, cada uno tiene también sus propios intereses. Existen tantos caminos de aprendizaje distintos como niños y niñas hay en el mundo. Por eso nunca deja de maravillarnos observar cómo un bebé o un niño descubren, asimilan e interiorizan. Lo hacen con sus propios medios e iniciativa, con una fuerza tan natural como inagotable.
Esta asombrosa capacidad procede de lo que María Montessori llamó mente absorbente. Para la italiana, el gran objetivo de la educación debe ser respetar, cuidar y conservar ese magnífico potencial. "Nuestro cuidado del niño debería estar dirigido no por el deseo de hacerle aprender cosas, sino por procurar mantener siempre encendida en él esa luz llamada inteligencia", señaló la pedagoga. Pero, ¿qué sucede en la mayoría de los casos? ¿Ponemos medios y tiempo para atender a la individualidad... o todo gira alrededor de un programa que hay que cumplir, de unos contenidos que deben conocer? ¿Es posible mantener encendida "esa luz llamada inteligencia" si tratamos de imponer a todos los niños un mismo modelo de aprendizaje?

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El adulto, el ambiente y los materiales según el método Montessori
Con frecuencia se dice que la escuela debe preparar a los niños para integrarse en la sociedad. Para Montessori, la mejor manera de hacerlo es respondiendo en primer lugar a las necesidades de los peques. Por eso su método coloca al niño por encima de todo, más allá de cualquier contenido. La educación debe atender a su desarrollo psicológico, físico, espiritual y afectivo. Así, el niño se convierte en responsable de su propio aprendizaje. El rol del adulto, la preparación del ambiente y los materiales ofrecidos están supeditados a esta premisa.
En un aula Montessori no hay un adulto imponiendo tareas. Es un guía: su papel es observar y acompañar al niño. Debe respetar su libertad para pensar, actuar y elegir. No se trata de dejar que hagan lo que quieran: el ambiente está preparado para despertar su motivación. Se trata de un espacio diseñado con mimo, en el que encuentran argumentos para concentrarse en su trabajo. Las actividades que pueden abordar en este aula ofrecen respuestas al punto de desarrollo en que se encuentran los niños.
A esto contribuyen los materiales que tienen a su alcance. Una característica particular de los materiales Montessori es que tienen 'control del error'. No es preciso que un adulto explique al niño cómo se utiliza, sino que el propio material está diseñado para que el niño lo comprenda por sí mismo. El mensaje enviado es potente: el error es parte del aprendizaje. Tanto los materiales como el papel del adulto y el diseño del espacio favorecen que los niños desarrollen autonomía, autocontrol, autodisciplina y confianza en sus capacidades. Existen numerosas investigaciones que demuestran que el método Montessori funciona.

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La pedagogía Waldorf y la creatividad
Hay otras propuestas pedagógicas que también sitúan el foco en el niño, convirtiéndole en protagonista de su propio aprendizaje. Una de ellas es la pedagogía Waldorf, formulada por Rudolf Steiner a principios del siglo XX. "Nuestro mayor esfuerzo debe orientarse a desarrollar seres humanos libres, capaces de dar un propósito y una dirección a sus vidas. La necesidad de usar la imaginación, el sentido de la verdad y el sentimiento de responsabilidad: esas tres fuerzas son la esencia de la educación", decía Steiner. En sus palabras intuimos ciertos puntos comunes con las ideas que defendió María Montessori.
Son, en cualquier caso, dos modelos muy distintos. Uno de los rasgos característicos de Waldorf es la especial sensibilidad hacia la imaginación y la creatividad de los niños. Las actividades vinculadas a la música, la narrativa, la pintura y el teatro son esenciales, tanto como los trabajos de artesanía. Steiner pensaba que "el que tiene capacidad para mover los dedos con agilidad posee ideas y pensamientos flexibles y puede penetrar en la esencia de las cosas". El mundo de los materiales Waldorf es mágico, abundante y hermoso. En Escuela Bitácoras encontrarás dos cursos para sumergirte en él: «Crea tus materiales Waldorf I» y «Crea tus materiales Waldorf II», ambos guiados por Gema Luna.
También es Gema quien nos presenta los fundamentos de esta pedagogía en el curso «Waldorf en la primera infancia». Con esta formación descubrirás cuántas cosas puedes adaptar a tu casa o tu aula. Lo mismo ocurre con el curso «Montessori en el hogar», en el que Bei M. Muñoz nos muestra cómo aplicar en familia los principios expuestos por la italiana.