Muchos padres y educadores coincidimos en que es importante que en el hogar o en el aula haya una serie de normas. Los debates suelen surgir a partir de este punto. ¿Cuántas normas son necesarias? ¿Acerca de qué asuntos es más conveniente marcarlas? ¿Los límites son de obligado cumplimiento para todos... o sólo para los niños? ¿Pueden los peques participar en la fijación de esas reglas? Y sobre todo, ¿son las normas y los límites compatibles con una perspectiva de crianza respetuosa? "Son conceptos incómodos para algunas personas, que consideran que pueden marcar una diferencia entre la libertad y la ausencia de ella", explica la psicóloga Soraya Sánchez en el curso «Crianza respetuosa en la primera infancia».
Sin embargo, lo que verdaderamente define si existe respeto y libertad es la forma de gestionar en la práctica estos conceptos. "Los límites que respetan las necesidades y la libertad de los niños permiten que ellos se manejen con más seguridad, tanto en el espacio como a nivel afectivo o emocional. Las normas deben ser de convivencia. No buscamos reglas que digan en todo momento lo que hacer", sostiene Soraya.
Por eso nos propone pararnos a reflexionar sobre lo que verdaderamente consideramos importante, sea en nuestra casa o en nuestra escuela. Si tenemos claro lo que realmente cuenta, podremos buscar consenso para fijar normas. De ahí en adelante, la coherencia es la clave. "Si las normas se cumplen un día y al siguiente no, no estaremos generando seguridad", añade.
"Creo que tiene que haber muy pocas normas. Si son pocas será más sencillo que los niños las entiendan y las cumplan. Cuando hay muchas normas y todo gira alrededor de ellas, la convivencia no es sencilla. La idea es que las normas atiendan a las necesidades básicas, que sean pocas, claras... y tratar de cumplirlas siempre".
Soraya Sánchez | «Crianza respetuosa en la primera infancia» | Escuela Bitácoras
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Menos es más: crear cimientos con sólo tres normas
Cada familia es distinta y tiene sus propias necesidades. Lo que funciona en unos casos no tiene por qué dar resultado en otros. Pero con el objetivo de comprender la importancia de simplificar a la hora de marcar normas, Soraya Sánchez nos hace una propuesta de apenas tres reglas sencillas. Como verás, son fáciles de entender; pero al mismo tiempo, de ellas extraemos varias conclusiones.
- Respetar a otras personas. Esta norma implica no agredir, avasallar ni molestar a los demás; ni en casa, ni en el aula, ni en lugares públicos. También exige respetar el descanso o las ocupaciones de otros.
- Respetar animales, materiales y espacios. Si cumplimos esta regla, por ejemplo, no tiraremos cosas al suelo (salvo que sean juguetes y sea parte lógica del juego). Tendremos cuidado de no estropear ni romper cosas de forma intencionada, aunque sí pueda suceder por accidente.
- Garantizar la salud y la seguridad. Esta norma habla del respeto por uno mismo. Implica protegerse del frío y no jugar de forma peligrosa, entre otras muchas cosas.
Como puedes ver, se trata de indicaciones orientadas a gestionar la convivencia respetando la libertad. A estos cimientos podemos añadirse más normas, siempre y cuando sean relevantes. "Debemos reflexionar sobre ellas y comprobar que aportan algo positivo a la convivencia", apunta Soraya Sánchez.
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Los niños no siempre conocen las normas... y no siempre las cumplen
Con frecuencia, los conflictos en el hogar o el aula surgen porque los adultos damos por supuesto que los niños conocen las normas perfectamente. Por ejemplo, ¿sabe un niño de 2 o 3 años que no debe pintar en la pared? ¿Podemos afirmar que lo sabe sólo porque se lo hayamos dicho más de una, dos y tres veces? "A esa edad no son conscientes de que nosotros pensamos de manera diferente a ellos. Antes de decirle a un niño que ha roto una norma, valoremos si de verdad la conocía y entendía", recomienda Soraya.
En cualquier caso, es inevitable que las normas (incluso las conocidas) se rompan de vez en cuando. "La forma en que afrontemos estas situaciones es también un aprendizaje. Si perdemos los papeles, estaremos ofreciéndoles un modelo de resolución de conflictos. Si hablamos sobre ello o buscamos alternativas, les daremos un modelo distinto. La rotura de una norma no es sólo un problema. Puede ser una oportunidad", explica la psicóloga.
Como sabes, hay padres y educadores que prefieren educar a base de premios y castigos. "El exceso de premios enseña a los niños que en la vida nos recompensan por hacer cosas cotidianas, algo que no es verdad. El castigo implica darle la lección de que la vida es hostil, que nos harán sufrir si no hacemos lo que se espera de nosotros, cosa que tampoco suele ocurrir así", indica Sánchez.
En Escuela Bitácoras pensamos que los niños no necesitan castigos porque no necesitan sufrir para mejorar. Y coincidimos con Jane Nelsen en que eliminarlos no significa dejar que hagan lo que les apetezca. Por eso, en nuestros cursos sobre autoridad compartimos herramientas eficaces para facilitar la convivencia y la comunicación sin dañar el vínculo que te une con tus hijos o alumnos.