Los niños y las niñas desobedecen. Pueden hacerlo mucho o poco, con frecuencia o de forma puntual, pero todos lo hacen. Puede ser por error, por explorar límites o por cualquier otro motivo... pero desobedecen. Hagamos lo que hagamos, es literalmente imposible que cumplan a rajatabla todas las órdenes y peticiones que les hacemos; que por cierto, suelen ser demasiadas. Por lo general, lo grave no es tanto lo que ellos hacen -o no hacen-, sino lo que se desencadena a continuación. Los padres nos frustramos, nos alteramos y nos enfadamos. Entramos sin pensarlo en una batalla contra ellos. Sólo pasado el tiempo y ese calentón comprendemos que el enfrentamiento no merecía la pena; al menos, no en la mayor parte de los casos.
Deja de leer por unos segundos y piensa. ¿En qué dirías que consiste tener autoridad como madre o como padre? ¿Crees que tener autoridad consiste en no ser desobedecido nunca, en no permitir la rebeldía bajo ninguna circunstancia? Seguramente no. Es probable que tu definición aluda a conceptos como ejemplo, respeto, diálogo, capacidad para tomar decisiones justas... Sin embargo, a menudo pensamos de una manera y actuamos de otra. En el curso «Autoridad y límites», el prestigioso pediatra Carlos González nos propone reflexionar sobre la manera en que entendemos y gestionamos la autoridad que tenemos como padres. Entre los numerosos temas abordados por González a lo largo de 14 lecciones está la cuestión de las órdenes.

Más información sobre el curso «Autoridad y límites»

Niños, autoridad y órdenes: el ejemplo del monarca absoluto
Seguramente hayas leído El Principito, obra maestra de la literatura universal firmada por Antoine de Saint-Exupéry. Si no lo has hecho, deberías leerla cuanto antes. En uno de los capítulos de esta breve novela, el protagonista se encuentra con un hombre que asegura ser el rey de un planeta. "Un monarca absoluto", describe el texto. El soberano se jactaba de tener la capacidad de ser obedecido por todo y por todos, incluso por las fuerzas de la naturaleza. Asombrado, el principito le pide una puesta de sol.
"Tu puesta de sol, la tendrás. Yo la exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, que las condiciones sean favorables (...) Será a eso de... a eso de... será esta tarde a eso de las siete horas cuarenta. Y ya verás como soy obedecido", responde el rey. Evidentemente, no es más que un 'farsante'. Lo único que hace es ordenar aquello que sabe que se cumplirá, con independencia de lo que él diga. Sin embargo, sus reflexiones sobre el concepto de autoridad pueden resultarnos muy útiles.
"Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa. La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables".
Antoine de Saint-Exupéry - El Principito (1943)

Más información sobre el curso «Necesidades afectivas de los niños»

Un caso frecuente: cuando obligamos a los niños pequeños a pedir perdón
Como podrás suponer, nadie en su juicio sugeriría a mamás y papás actuar como el rey de El Principito. Lo que podemos hacer es intentar que nuestras órdenes sean oportunas y razonables, porque eso mejorará las posibilidades de que sean entendidas y cumplidas. "La autoridad es como el dinero. Si lo gastas en tonterías, no lo tienes después para cosas importantes", acostumbra a decir Carlos González.
Veámoslo en un caso conocido por cualquiera que haya visitado un parque con su hijo menor de 4 años. Cuando son tan pequeños, los niños no manejan demasiadas herramientas para comunicar sus deseos... y a veces terminan recurriendo a los golpes. Simplemente se pegan. ¿Qué hacemos entonces los padres? Normalmente, si el agresor es nuestro hijo, exigimos que pida disculpas al niño agredido. Le obligamos a pedir perdón. "No os lo aconsejo. No es buena idea para la autoridad paterna dar órdenes que puedan ser desobedecidas", indica el pediatra. Igual que cuando obligas a tu hijo a compartir, no le enseñas a compartir, cuando le obligas a disculparse no le enseñas a disculparse.
"Si le exiges a tu hijo que pida perdón, puedes encontrarte con que no lo haga. Tal vez en ese momento esté desbordado por las emociones. Estará tan bloqueado que quizá no sea capaz de pedir perdón. Y te desobedecerá", añade González. ¿Alternativa? Lo primero, separar a los niños para evitar males mayores. En segundo lugar, consolar al agredido. A continuación, puedes ser tú quien ofrezca una explicación y una disculpa al agraviado. "Perdona, mi hijo es pequeño y ha hecho algo que no debía". Por último, ofrece unas palabras -sin reproches- a tu propio hijo. "Cuando haces daño a alguien, lo mejor es que le pidas perdón. ¿Ves cómo lo he hecho yo?".

Más información sobre el curso «Todo sobre los niños»

Autoridad y límites en la relación entre padres e hijos
El ejemplo anterior demuestra que se puede renunciar a emitir una orden sin renunciar a resolver el problema. En lugar de imponer nuestro criterio, priorizamos tranquilizar a la víctima de una agresión, ofrecer un ejemplo adecuado y evitar un enfrentamiento con un niño poco predispuesto a seguir instrucciones. Se trata de recordar que, a menudo, no se trata de que quiera llevarnos la contraria. Lo que ocurre es que todavía está aprendiendo, que necesita crecer y desarrollarse para hacerlo mejor. Y para ello necesita tu tiempo, tu acompañamiento y tu comprensión. Necesita que estés dispuesto a ser flexible, que entiendas que ceder ante tus hijos no debilita tu autoridad, sino todo lo contrario.
La autoridad paterna puede -y debe- entenderse desde el respeto a los niños. No siempre es sencillo cumplir esta máxima, pero en nuestra mano está adquirir el compromiso de hacerlo cada vez mejor. Porque, por encima de todo, tus hijos necesitan que estés dispuesto a ser la mejor versión de ti mismo. De nada valdrá que te obedezcan ciegamente si lo hacen por la fuerza. "Lo que tú hagas a tu hijo cuando se porte mal, será lo que tu hijo haga a otros cuando considere que ellos se portan mal", subraya Carlos González.
Los cursos sobre autoridad de la Escuela Bitácoras están diseñados para ayudarte a gestionar tu responsabilidad como mamá o papá sin dejar de cuidar los vínculos con tus hijos. Hablamos de disciplina, límites, castigos, emociones, motivación, rabietas... de todo lo preciso para que el equilibrio, la armonía, la comprensión y el afecto sean los cimientos sobre los que construir vuestras relaciones.