Mientras los niños son muy pequeños, los límites son tarea exclusiva de los padres. No podemos negociar con una niña de 1 año a qué hora nos iremos del parque para regresar a casa. Tomar esa decisión es cosa del adulto. Sin embargo, llega un momento en que sí es posible alcanzar acuerdos. Tal vez tengamos por costumbre irnos del parque a las siete de la tarde, pero con una niña de 4 o 5 años podemos pactar una excepción puntual. O puede que no hagamos esa excepción, pero sí podemos explicarle a la peque por qué es preciso respetar el horario. Pero al margen de cada caso y sus circunstancias, lo evidente es que a medida que los niños maduran es posible establecer relaciones más horizontales y menos verticales con ellos.
Aún así, los adultos tenemos cierta tendencia al sermón. Cuando creemos que la razón nos asiste -y a veces sin que nos asista- intentamos doblegar a los niños a través de largas peroratas. En ocasiones, además, elevamos el tono de voz o empleamos un lenguaje no verbal poco conciliador. La eficacia de estos recursos es bastante dudosa; de hecho, es habitual que los sermones incluyan fórmulas similares a "si ya te lo he dicho mil veces". Pero lo peor no es que los sermones no den resultado, sino que al soltarlos solemos dejar de prestar atención a la conexión.
Sí, es posible marcar límites a los niños sin recurrir al sermón ni al castigo. En el curso «Disciplina Positiva», Bei M. Muñoz nos propone 10 opciones para conseguirlo. Como siempre, tratando de actuar desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza.
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1. Dar opciones limitadas
En muchos hogares hay conflictos cuando llega el momento de recoger los juguetes. Se hace tarde, todavía hay que darse un baño y cenar... y el salón es un auténtico campo de batalla tras una tarde de juegos. Cuando mamá o papá ordenan recoger "ahora mismo", la inflexibilidad de la orden puede hacer que surja resistencia y oposición al otro lado. Ofrecer dos o tres alternativas puede ayudarnos a obtener cooperación. Por ejemplo, "¿vais a recoger los juguetes ahora o después de cenar?". Con esta clase de fórmula transmitimos a los peques que su opinión es tenida en cuenta. Además, les enseñamos a ser autónomos y responsables: están tomando una decisión que, llegado el momento, deberán respetar.
2. Formular una petición en diez palabras... o menos
Una de las -muchas- desventajas de los sermones es que son, por definición, largos. Bei M. Muñoz nos propone hacer un esfuerzo por plantear nuestras peticiones a los niños pequeños en pocas palabras. "A veces nos enzarzamos en explicaciones demasiado largas para los niños. Cuando llevas diez o doce palabras ya los has perdido. No tienen tanta capacidad de atención", recuerda Bei. Antes de dirigirte a ellos, date un segundo para pensar. Intenta buscar la forma más escueta posible de explicarles lo que quieres que hagan o dejen de hacer.
3. Usar una palabra
A veces las cosas están tan claras que no son necesarias ni diez palabras. Los niños saben qué toca hacer y tú también. "Os dije que quería esto recogido antes de cenar y todavía tenéis todos los juguetes desperdigados por la sala" es una frase de casi veinte palabras. Demasiadas. Si es cierto que ya habías expresado antes cuándo debía quedar recogida la sala, decirles una sola palabra clara puede bastar: "juguetes".
4. Usar el lenguaje no verbal
Seguimos tratando de cambiar el sermón por indicaciones breves e inequívocas. Quizás ni siquiera necesitemos una palabra. Si estás en el parque y llega la hora acordada para regresar a casa, no hay necesidad de recordar que es el momento, insistiendo en los motivos por los que no es posible tardar más y añadiendo que ese horario quedó acordado previamente. En circunstancias como esta, un gesto -como señalar el reloj en tu muñeca- puede bastar. A lo mejor no consigues llegar a casa a la hora que te habría gustado, pero sí evitar un choque verbal innecesario y poco productivo.
5. Usar una nota
Antes nos referíamos al manido "te lo he dicho mil veces". Si no te gusta repetir tanto, evita hacerlo. Cuando los niños aprenden a leer, el lenguaje escrito es otra herramienta que puede ser útil. Coloca en su habitación una nota que le recuerde cuál es el momento de recoger los juguetes. O pon en el cuarto de baño un post-it que contribuya a que no olvide tirar de la cisterna y bajar la tapa. Insistimos: aunque no siempre funcione, te ahorrará a menudo ese momento de enfado al sentirte obligada a repetir algo que ya habías dicho.
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6. Dile cómo te sientes
En las relaciones entre adultos es frecuente que hablemos sobre nuestro estado de ánimo para explicar nuestras decisiones. "No me apetece salir a tomar algo ahora, estoy muy cansado", por ejemplo. ¿Por qué no hacemos lo mismo con los niños? Asumimos que no podrán entender qué nos ocurre, pero no tiene por qué ser así. "Comprendo que hoy te gustaría quedarte un rato más en el parque, pero yo estoy muy cansada y quiero volver a casa", puedes decir. Con esta expresión demostramos que tenemos en cuenta su opinión y, al mismo tiempo, brindamos un valioso ejemplo. Le enseñamos la importancia de expresar sus sentimientos con naturalidad.
7 . Dar información clara
Es una alternativa en la línea de las anteriores: brevedad, claridad y concisión. Si has acordado con tus hijos que el salón debe estar recogido a las siete de la tarde, no tienes por qué entrar en una discusión. Tampoco son necesarios los calificativos u otra clase de apreciaciones. Basta con hacer alusión a la información objetiva: "esta es la hora que habíamos acordado".
8. Describe lo que ves
Como en el ejemplo anterior, utilizar calificativos es una excelente manera de terminar sermoneando o, peor aún, entrar en una acalorada discusión. En algunas situaciones es suficiente con describir objetivamente y sin juzgar lo que tenemos ante los ojos. "Veo un montón de juguetes tirados por el suelo" o "veo que la ropa sucia todavía está fuera del cesto", por mencionar dos casos recurrentes en muchísimos hogares.
9. Sé consecuente
Ser consecuente consiste, en esencia, en cumplir con nuestra palabra. Cuando somos papás o mamás resulta más complicado. Debemos demostrar que podemos ser consecuentes sin mostrarnos siempre inflexibles. "Ser consecuente es llevar a cabo lo que hemos decidido. Pero eso no significa que en ciertos contextos no podamos ser flexibles. Si creemos que un límite es adecuado, debemos concluir con él; aunque podamos ser flexibles en otras circunstancias. Me refiero, por ejemplo, a ceder simplemente porque un niño proteste mucho, cuando realmente consideramos que no es el momento de ceder", explica Bei. La clave está en distinguir cuándo es oportuno ceder, recordando que ceder ante los niños no debilita nuestra autoridad, sino todo lo contrario.
10. Actúa sin sermonear... manteniendo la conexión
El modelo de Disciplina Positiva, creado por Jane Nelsen y Lynn Lott, es deudor del trabajo del psiquiatra y educador Rudolf Dreikurs. Y Dreikurs decía: "cierra la boca y actúa". Ese es el principal fundamento de toda alternativa al sermón: menos palabras y más hechos. "Se trata de actuar, pero manteniendo la conexión en todo momento. Intentando trabajar con los niños y fijar límites con ellos. Cuando hablamos de actuar es actuar con ellos, manteniendo la conexión, verbalizando y validando sus sentimientos", sostiene Bei M. Muñoz.
Con los cursos «Disciplina Positiva» y «Disciplina Positiva de 8 a 16 años» descubrirás un modelo con éxito en todo el mundo. Bei M. Muñoz, Bibiana Infante y Violeta Alcocer te enseñarán cómo crear relaciones basadas en el equilibrio entre amabilidad y firmeza. Siempre a través de recursos prácticos, como las reuniones familiares, una herramienta clave para pactar normas y límites con niños y adolescentes.