En ocasiones, los adultos nos comportamos como si creyésemos cosas un tanto extrañas. Por ejemplo, actuamos como si tuviésemos la certeza de que los niños nacen con unas dotes de interpretación prodigiosas; cualidades que lamentablemente pierden a medida que crecen. Sólo esta creencia explica que no tengamos por costumbre sospechar de la autenticidad del llanto de una persona adulta, pero sí ponemos en duda -y además con frecuencia- que la llorera de un niño sea verídica y esté convenientemente justificada. No sólo cuando tiene una rabieta porque no le hemos comprado los caramelos que vio en el supermercado. También pensamos que puede estar "haciendo teatro" en momentos más difíciles. Por ejemplo, ante una separación.
Casi todos hemos vivido ese momento. Ir a la escuela, a un campamento o a casa de los abuelos para recoger a tu hija de 2 o 3 años, que ha pasado unas horas o unos días separada de papá y mamá. Cuando llegas, tu pequeña está jugando tranquilamente; pero en cuanto alza la vista y te ve, sale corriendo hacia ti y rompe a llorar. Entonces hay una voz que dice: "uy, si ha estado genial todo este tiempo y ahora se pone así... está haciendo teatro". No suele haber mala intención detrás de estas palabras, que puede pronunciar una maestra, un monitor o un abuelo. Sin embargo, lo que sí puede haber es cierto desconocimiento. Porque esa niña no está "haciendo teatro", sino tratando de comunicarse con sus padres.
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Lo que tú entiendes y lo que entiende tu hijo
Entonces, ¿está mal separarse de un hijo y dejarlo en una guardería, un campamento o en casa de unos familiares? Por supuesto que no. Si has tomado la decisión de hacerlo es porque sabes que allí estará bien. "El problema es que el niño no lo sabe", explica Carlos González en el curso «Necesidades afectivas de los niños». Los adultos pretendemos que los niños comprendan las cosas como nosotros lo hacemos, pero no nos paramos a tratar de entender cómo pueden sentirse ellos.
"Cuando el niño entienda que no hay peligro y sepa dónde está mamá, cuándo volverá y quién le va a cuidar entretanto, lo aceptará perfectamente. Mientras no entienda esas tres cosas, cuando su mamá se vaya llorará como si le estuviesen matando", sostiene el pediatra. Pero entonces, ¿por qué deja de llorar cuando su madre sale por la puerta y vuelve a estallar en lágrimas cuando regresa? "No lloran todo el rato porque nadie puede llorar todo el rato", responde González.
Los seres humanos lloramos cuando estamos tristes, pero la tristeza no siempre es condición suficiente para llorar. Cuando fallece un ser querido, no nos pasamos literalmente las 24 horas del día llorando. "Lloramos para decir a las personas que nos rodean que tenemos un problema y necesitamos ayuda. Lloramos delante de las personas que esperamos que nos ayuden y consuelen", apunta Carlos González. Por eso es natural que las lágrimas surjan con el abrazo de alguien querido que nos consuela. Porque, de forma más o menos consciente, al llorar estamos hablándoles de nuestro dolor.
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El llanto de un niño como forma de comunicación
Los seres humanos reían y lloraban antes de comunicarse a través de la palabra. Por eso los niños también dominan ese idioma. "El llanto, igual que la risa, es una forma de comunicación preverbal. Y eso es lo que hace el niño de dos años antes de que su madre se vaya, o cuando regresa a buscarle. Llora cuando ella está ahí y puede consolarle", comenta González, uno de los pediatras más prestigiosos de España.
Es absurdo recoger ese mensaje y usarlo contra el peque, asegurando que "te está tomando el pelo" o que "está haciendo teatro". En opinión de Carlos González, el mensaje que tratan de transmitirnos es muy distinto. "No está actuando, está demostrando cariño. Distingue bien entre su madre y su maestra. Por eso sabe que con una persona puede llorar y recibir consuelo, mientras que a otra no la conoce y no tiene esa certeza", advierte.
Ese niño que llora, o que insiste en reclamar atención de forma disruptiva después de un periodo de separación, está explicando a su manera lo mal que lo ha pasado. Al mismo tiempo, está indicando que un poco de afecto es lo que hará que se sienta mejor. "Pero si a los padres les han dicho que les toma el pelo, le reñirán y empeorarán el problema en lugar de intentar arreglarlo", concluye el doctor.
Es esencial que mamás y papás estemos preparados para identificar, interpretar y responder a las necesidades de nuestros hijos. Esto es lo que Carlos González intenta compartir en el curso «Necesidades afectivas de los niños». Desde su amplia experiencia como pediatra, padre y abuelo, Carlos aborda muchos otros aspectos relacionados con la crianza y educación de los niños en todos sus cursos para Escuela Bitácoras.