"En general, en las escuelas, las matemáticas son un escollo en lugar de una materia atractiva (...) Todo es más fácil si el conocimiento ha echado sus raíces en la mente absorbente".
María Montessori en 'La mente absorbente del niño' (1949)
"A mí siempre se me han dado mal las matemáticas... soy más de letras". Una simple multiplicación suele bastar a muchísimos adultos para recurrir a esta clase de respuesta. Lo que resulta más preocupante es que sean niños los que se encasillen a sí mismos con sentencias similares. Desde muy pequeños interiorizan que sus dificultades con las matemáticas son irremediables, como un defecto innato y permanente. Su predisposición al aprendizaje queda marcada por esa creencia, que por lo general es equivocada. En el curso «Inteligencias múltiples», Miriam Escacena explica que el origen del problema suele estar en la forma en que presentamos las matemáticas a los niños.
La inteligencia lógico-matemática puede estimularse desde edades tempranas, trabajando a través del juego. Durante varios años, la experiencia sensorial, la investigación autónoma y la manipulación de materiales deberían ser esenciales en su aprendizaje. Por el contrario, enseguida se ven sentados en un aula, recibiendo mensajes unidireccionales de maestros que garabatean números en la pizarra. Un niño al que se le dan mal las matemáticas suele ser más bien una víctima del hastío. Porque ninguna mente infantil detesta las matemáticas desde que nace. Ese rechazo empieza a fraguarse cuando la educación que les brindamos no conecta con sus intereses ni con sus capacidades.
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María Montessori y la mente matemática
María Montessori se interesó por las capacidades matemáticas innatas de la mente de los niños. En sus obras reflexionó sobre la abstracción y el poder de comprender más allá de lo que percibimos a simple vista. "Demos nombre a la parte de la mente que se construye a través de la exactitud y llamémosla 'mente matemática'. Este término se debe al filósofo, fisico y matemático francés [Blaise] Pascal, que decía que la forma de la mente humana es matemática: la apreciación de las cosas exactas permite el conocimiento y el progreso", apunta Montessori en La mente absorbente del niño (1949).
La educadora italiana entendió la importancia de trabajar las destrezas matemáticas desde la primera infancia. También señaló la necesidad de usar materiales específicos para ello. "Los objetos matemáticos no están dispersos en el ambiente como los árboles, las flores o los animales. Por ello, en la edad infantil no hay ocasión de desarrollar espontáneamente la mente matemática, lo que determina un obstáculo para el posterior desarrollo mental", alertó. Para salvar este escollo, María Montessori diseñó materiales didácticos a los que llamó "abstracciones materializadas o material matemático básico". Hay muchos que puedes elaborar en casa, reciclando botellas, cajas, recipientes... Encontrarás varios ejemplos en los cursos «Inteligencias múltiples» y «Montessori en el hogar».
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La importancia de la inteligencia lógico-matemática
La inteligencia lógico-matemática define nuestra capacidad para usar números adecuadamente y para razonar de forma efectiva. Las personas que la cultivan tienen facilidad para abordar los problemas desde ángulos muy variados. Son capaces de plantear hipótesis, examinarlas y encontrar soluciones con rapidez. Por eso es básica para arquitectos, ingenieros y economistas, aunque también para músicos y profesionales de otras áreas. Los conceptos más abstractos se consolidan durante la adolescencia y la madurez, al integrar el razonamiento lógico. Sin embargo, el desarrollo en edades tempranas es fundamental.
El curso «Inteligencias múltiples» es una completa guía para trabajar todos los talentos que los niños atesoran en su interior. En sus 13 lecciones aprenderás qué actividades son más convenientes para impulsar cada tipo de inteligencia. Para ello, la profesora Miriam Escacena sigue la clasificación de Howard Gardner, psicólogo y profesor en la Universidad de Harvard. Un curso pensado para obtener ideas, herramientas y recursos con los que acompañar el crecimiento intelectual de los niños. Porque si no les ayuda a explotar todo su potencial, no deberíamos llamarle educación.