La tendencia natural del ser humano es desconfiar de aquello que no conoce. Por lo general, lo desconocido nos parece inseguro, temible o como mínimo sospechoso. Sin embargo, en la actualidad es relativamente sencillo combatir este instinto irracional. La información es abundante y accesible, cualquiera puede encontrar datos fiables en pocos minutos. El problema es que los mitos, los bulos y las creencias populares sin fundamento son criaturas tozudas. Se resisten a desaparecer. No sólo eso: se extienden con rapidez en cuanto tienen oportunidad. En el Baby Led Weaning (BLW) tenemos un ejemplo de lo más evidente.
Cada vez más mamás y papás apuestan por la alimentación complementaria autorregulada. Se han realizado estudios e investigaciones sobre el método, respaldándolo con evidencia científica. Lo recomiendan pediatras, nutricionistas, psicólogos y muchos otros profesionales. Y a pesar de todo, alguna gente continúa poniendo en duda su seguridad, su eficacia o su idoneidad. Muchas de las objeciones que se le hacen al BLW se repiten y hoy traemos una breve recopilación con las más frecuentes. Si aún no te has animado a probarlo, quizá te reconozcas en estos temores. Pero si lo has puesto en práctica con tus hijos, habrás tenido que lidiar con la suspicacia de amigos y familiares. Seguro que has escuchado comentarios similares en más de una ocasión.
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1. ¡Se va a atragantar!
Un clásico entre los clásicos. Sirves a tu hijo un plato con carne, pescado, frutas o verduras troceadas. Lo colocas ante él para que pueda decidir qué come, llevando pedazos a su boca con sus propias manos. Con los ojos a punto de salir de sus órbitas, alguien te advierte de la imprudencia que estás cometiendo: "pero... ¡se va a atragantar!". ¿Realmente es más probable que un niño sufra un accidente de este tipo comiendo sólidos que consumiendo una papilla? "Creer que un niño no debe comer trozos porque se va a atragantar es como creer que no debe caminar porque se va a caer", responde Julio Basulto en el curso «BLW. Alimentación complementaria autorregulada».
No es sólo su opinión. Basulto se apoya en la evidencia científica disponible, que demuestra que los niños a los que se les ofrecen sólidos no sufren más atragantamientos que aquellos que comen purés. Es más lógico de lo que puede parecer a primera vista. Un bebé que coge un trozo, lo mira y lo lleva a su boca está alimentándose de manera activa, prestando atención a lo que hace. Pero si sólo tiene que esperar que la cuchara llegue a su boca cuando el adulto de turno se la acerque, es más sencillo que se distraiga y se atragante. En el curso «BLW. De la teoría a la práctica», Sara Traver añade un dato más: "la mayoría de los atragantamientos se producen con alimentos peligrosos, chupetes defectuosos, juguetes partidos... y no con alimentos sólidos seguros".
2. Si le das a elegir, no comerá de todo
Ofrecer sólidos a un niño implica dejar que escoja, pruebe y desarrolle gustos y preferencias. Por supuesto, habrá alimentos que les gusten más que otros; y tenderá a consumir aquellos que sean de su agrado. Aquí entra en juego otra obsesión común entre los padres: "¡tiene que comer de todo!". La creencia de que una dieta es más saludable cuanta más variedad incluye está extendida, pero no es cierta. Lo beneficioso es consumir productos naturales y, sobre todo, evitar alimentos superfluos. Si lo que propones a tu hijo es sano y adecuado para su edad, que prefiera lo que le gusta no es problemático. Tendrá etapas monótonas y repetitivas, pero lo normal es que con el tiempo despierte su interés hacia otras opciones y alcance un equilibrio.
3. Comiendo de esa forma, nunca aprenderá a utilizar los cubiertos
El Baby Led Weaning propone que los niños usen sus propias manos para comer. Tal vez te parezca extraño, pero hay quien cree que esto puede afectar al desarrollo de su habilidad para usar cubiertos. ¿Acaso no aprenden a dibujar con gran precisión después de pasar mucho tiempo garabateando? Cada destreza tiene su momento. Y en todo caso, parece más lógico pensar a la inversa. Un bebé que puede comer por sí mismo será más autónomo y tendrá más confianza en sí mismo. Sabrá cómo funcionan sus manos, un conocimiento que posteriormente le ayudará a dominar el tenedor. Desde luego, abrir la boca y esperar la llegada de la cuchara no parece una actividad más edificante y enriquecedora.
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4. A mí me dieron papillas y no me fue tan mal...
Miles de niños se alimentan a base de triturados durante varios meses, incluso años. Crecen sanos, fuertes y felices, se convierten en jóvenes y aprenden a comer por sí mismos. No hay nada de malo en ello. El BLW no es una crítica a otras opciones. Sólo es una alternativa que trata de hacer hincapié en otros aspectos además de la nutrición, como el respeto a los niños y la potenciación de su autonomía. Porque cuando ofrecemos alimentos a un bebé no sólo estamos aportándole nutrientes: estamos relacionándonos con él, ayudándole a desarrollarse e influyendo en la construcción de sus propios esquemas dietéticos. Todas las decisiones que tomamos tienen consecuencias. No hay ninguna receta que garantice resultados exactos, pero sí podemos optar por aquella más acorde con nuestros principios.
5. Lo de los trozos está muy bien, pero ensucia demasiado
La preocupación más surrealista del listado. Ni la alimentación, ni los hábitos, ni la autonomía, ni el vínculo... ¡hay gente que sólo puede pensar en las manchas en la ropa, el mantel o la alfombra! En una cosa tienen razón: sí, cuando permitimos que coman por sí mismos, los niños suelen ponerlo todo perdido. Pero también experimentan con texturas, aromas y sabores de una manera rica y beneficiosa para su desarrollo intelectual. Porque los bebés aprenden a través del juego, sea con alimentos o con cualquier otro material. Eso por no recordar lo evidente: las manchas se limpian, los aprendizajes permanecen.
6. ¡Es que así no va a comer casi nada!
Este es el segundo temor más habitual, a corta distancia del número 1 de la lista. Si permitimos que escoja trozos a su antojo... ¿comerá todo lo que necesita para crecer? Al fin y al cabo, de ese modo no consume más que unos cuantos pedazos. En un tazón de papilla hay mucho más: cinco verduras, un poco de carne y un chorro de aceite de oliva. Es curioso que los temores se centren en que el niño quede desnutrido. Por desgracia, en nuestra sociedad hay más problemas de obesidad infantil que de desnutrición. "Los niños no crecen porque les demos de comer. Tienen hambre porque están creciendo", subraya Julio Basulto.
Tal como explica en el curso «BLW. Alimentación complementaria autorregulada», insistir a los bebés para que coman más de lo que desean incrementa el riesgo de que sufran trastornos alimentarios o aversiones a ciertos alimentos. Además, las cantidades de nutrientes que los necesitan en cada edad varía mucho de un caso a otro. Por ejemplo, las necesidades de un niño de 9 meses están entre 504 y 924 calorías diarias. El máximo estimado es casi el doble que el mínimo. ¿Cómo puedes saber en qué punto de la escala está tu hijo? No puedes. Para eso están sus mecanismos naturales de hambre y saciedad. A través del Baby Led Weaning permitimos que estos mecanismos trabajen por sí mismos, desde la sabiduría de la naturaleza.