La Navidad es una época repleta de ilusión para los niños. Disfrutan de las vacaciones, suelen reencontrarse con familiares y seres queridos y participan en las tradiciones propias de este periodo. Y por supuesto, están los regalos. Las llegadas de Papá Noel y los Reyes Magos son los momentos más esperados por ellos. Visitan los centros comerciales, ofrecen caramelos, les animan a escribir cartas repletas de peticiones... Nuestros hijos viven en una sociedad que les empuja a creer en la existencia de estos generosísimos seres mágicos. Esto impone un dilema al que nos enfrentamos todos los padres: ¿qué posición debemos adoptar? ¿Es conveniente permitir y fomentar que crean en Santa Claus y los Reyes Magos?
Como siempre decimos, lo esencial es informarse y reflexionar antes de tomar una decisión responsable. Lo que no admite dudas es que decir que estos personajes existen es mentir a los niños. No se trata de señalar y condenar a quien desee compartir esta fantasía con sus hijos, pero tampoco caben medias tintas. Es lícito considerarla más o menos importante, creer que es inofensiva; pero indiscutiblemente es una mentira. Y como tal, puede tener consecuencias. La Navidad tiene multitud de aspectos hermosos, aunque son también fechas en las que resulta fácil dejarse llevar por el consumismo. Por eso merece la pena pensar en el mensaje que deseamos transmitir a los niños. Como verás, hay fantasías que no sólo son simples fantasías.
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Fantasía e imaginación: el enfoque Montessori
Muchos padres creen que la fantasía es un estímulo para la imaginación y la creatividad de los niños. Desde bebés les hacen tomar contacto con todo tipo de ensoñaciones: cuentos de hadas, películas protagonizadas por seres fantásticos y, por descontado, Papá Noel y los Reyes Magos. Nosotros mismos hemos crecido saboreando esta clase de experiencias y guardamos gratos recuerdos de ellas. Por eso suele resultar impactante descubrir que María Montessori no opinaba de esta forma. Según la pedagoga italiana, es preferible evitar la fantasía antes de los 6 años. No porque haya nada dañino en ella, sino porque el funcionamiento de la mente y sus procesos madurativos aconsejan que se introduzca un poco más tarde.
"¿Cómo puede desarrollarse la imaginación de los niños a través de lo que es, contrariamente, el fruto de nuestra imaginación? Somos nosotros los que imaginamos, no ellos; ellos creen, no imaginan. La credulidad es, ciertamente, una característica de una mente inmadura que carece de experiencia y conocimiento de la realidad y está todavía desprovista de esa inteligencia que distingue lo verdadero de lo falso, lo bello de lo feo y lo posible de lo imposible".
María Montessori
Montessori defiende que los niños necesitan partir de la realidad para desarrollar su inteligencia. Por tanto, hacerles creer en algo que no es cierto es invitarles a arrancar desde un planteamiento erróneo. Con 3 o 4 años no se distingue "lo verdadero de lo falso (...) y lo posible de lo imposible". Es un momento en el que el niño necesita volcarse en el conocimiento de la realidad, del mundo, de sí mismo y sus semejantes. Son los cimientos de aprendizajes posteriores, entre los que se cuenta la fantasía. Para asimilar los valores que contiene una fábula de Esopo, por ejemplo, es preciso comprender que sólo ese contenido moral puede encontrar su correspondencia en la realidad. Las liebres y las tortugas no compiten en carreras ni charlan entre ellas. Sin embargo, sí es cierto que debemos huir de la arrogancia; y también que, en ocasiones, podemos llegar lejos avanzando despacio.
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La magia de la Navidad no necesita mentiras
Es probable que María Montessori no tuviese en mente a los Reyes Magos al hablar sobre fantasía y realidad. Sin embargo, si aún estuviese viva, sería muy crítica con los contenidos televisivos a los que están expuestos los niños de hoy, incluso aquellos que son aptos para todos los públicos. Las fantasías navideñas no tienen por qué estar entre las más peligrosas. Pero en cualquier caso, tal como hemos visto, se trata al fin y al cabo de mentir. ¿Necesita realmente la Navidad mentiras que alimenten su magia?
Las tradiciones son perfectamente adaptables. Podemos preparar comidas especiales, preparar un árbol con adornos y repartir los regalos sin necesidad de engaños. Incluso podemos crear nuestras propias tradiciones, como ir a dar un paseo al bosque en busca de los materiales para fabricar decoración navideña. Tampoco se trata, por otro lado, de que mantengas una charla muy seria con tu hijo de 2 años en la que le expliques con detalle que los Reyes no existen. Quizá la idea sea, más bien, no participar activamente en las mentiras generalizadas. No es tanto mentir o desmentir como escuchar y responder las preguntas que nos hagan.
Ten presente que las mentiras tienen las patas cortas. Puedes engañar a tus hijos con Papá Noel durante algún tiempo, pero tarde o temprano descubrirán que se la has jugado. En ese momento no sólo conocerán la verdad, sino que tratarán de comprender por qué les has mentido. Tú les explicarás que se trata de una tradición, pero es posible que no les convenza una costumbre basada en el embuste. Educamos principalmente a través del ejemplo; y utilizando y justificando la mentira también estamos dándoles uno. Si además usamos la farsa para hacer chantajes, los peligros se multiplican.
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Desterrar los chantajes de la Navidad
En muchos hogares, los Reyes Magos no son una forma (acertada o no) de alimentar la imaginación de los niños. Son una excusa para manipularles a través del chantaje. ¿Quién no ha escuchado que "si no te portas bien, los Reyes no te traerán regalos"? Esta afirmación, tan normalizada que parece inofensiva, tiene múltiples implicaciones. Supone imponer un sistema de recompensas y castigos, medidas que afectan críticamente a la motivación de los niños. Peor aún si los vinculamos a sus responsabilidades, cosa que suele ocurrir con las notas escolares del primer trimestre.
Tal vez no te hayas parado a pensar en ello, pero afirmar que los Reyes Magos sólo hacen regalos a los niños que "se portan bien" también es decirles que hay alguien vigilándoles. Alguien que les observa permanentemente, 24 horas al día durante todo el año; y que después les somete a un juicio implacable. O lo que es lo mismo: más mentiras. El mensaje es este, por mucha fantasía que lo adorne. Además, si no gritas a tus hijos porque no te gusta que te griten, deberías descartar el uso de chantajes por ese mismo motivo. A nadie le gusta ser víctima de coacciones, por muy navideñas y tradicionales que sean.