Todos los niños y todas las niñas tienen rabietas. Es cierto que, en términos de frecuencia, puede haber grandes diferencias entre un caso y otro. Pero de nada sirve comparar: sean muchos o pocos, los berrinches son episodios completamente normales en su desarrollo emocional. Sin embargo, no siempre es fácil entender esas súbitas 'explosiones'. Mamás y papás solemos cometer el error de que sus pataletas son siempre premeditadas, estrategias urdidas para manipularnos y salirse con la suya. Y aunque esto puede ocurrir, la mayoría de las veces no es así.
"Estamos tan acostumbrados a funcionar desde nuestra parte racional que nos cuesta mucho entender que los niños puedan funcionar de una forma distinta", reflexiona Alberto Soler en el curso «Rabietas y límites desde el respeto». El psicólogo considera que para acompañar y gestionar los berrinches es fundamental comprender de dónde vienen. Siguiendo a Daniel Siegel y Tina Payne Bryson, autores del libro El cerebro del niño, distingue entre rabietas del cerebro superior o mente racional y rabietas del cerebro inferior o mente emocional. Veamos sus características.
Más información sobre el curso «Rabietas y límites desde el respeto»

Las rabietas del cerebro superior
Esta clase de enfados explosivos emanan de lo que Siegel y Bryson llaman 'mente racional' y son intencionales. Se producen cuando el niño quiere algo, sabe que la respuesta más probable es negativa y decide armar un jaleo para conseguir lo que quiere. Cuando obtiene lo que desea, recupera el control de inmediato. Es muy complicado que aparezcan en menores de 3 años. Exigen sentido de estrategia y planificación; y por tanto, un considerable desarrollo de la corteza prefrontal. Si tu hijo tiene 4 o 5 años y suele tener berrinches, tal vez estés pensando que son de esta clase, intencionales y racionales. No es probable. Son los menos comunes; y además, muchas rabietas que comienzan en el cerebro superior y terminan en el inferior.
Una rabieta racional requiere una respuesta racional por parte del adulto. Alberto Soler nos recomienda no ceder ante sus demandas simplemente para ahorrarnos el escándalo. Hacerlo será validar la rabieta como fórmula de negociación aceptable. Recuerda que, mientras aprende a gestionar sus emociones, el niño debe aprender también a gestionar sus deseos y su frustración.
Que la rabieta sea intencionada no significa que el niño esté fingiendo, sino que es algo instrumental. Por eso la firmeza es la respuesta adecuada. Dejará de usar esa herramienta al comprender que no es eficaz. Eso sí: tengamos claro que ser firme y no ceder no son actitudes necesariamente reñidas con el cariño y el respeto. El objetivo debe ser actuar desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza, tal como plantea la «Disciplina Positiva».
Más información sobre el curso «Autoridad y límites»

Las rabietas del cerebro inferior
Este segundo tipo de pataletas vienen de la 'mente emocional' y son muy frecuentes entre el primer y el tercer año de vida. En apariencia, vistas desde fuera con nuestros ojos adultos, son idénticas a las rabietas del cerebro superior. Pero el proceso que las origina es muy distinto. Cuando un niño tiene estos berrinches, las zonas primitivas del cerebro toman el control. Es lo que se conoce como 'secuestro amigdalino'... y no le sucede únicamente a los 'peques'. ¿Verdad que, de vez en cuando, pierdes los papeles, tienes un cortocircuito o se te va la pinza? Cuando te sientes incapaz de controlar tus emociones, estás sufriendo un secuestro amigdalino. La diferencia elemental es que tu madurez te brinda más herramientas para recuperar el control sin llorar, gritar o revolcarte por el suelo.
Ante esta clase de rabietas hay dos respuestas posibles. Podemos intentar ayudar al niño a retomar el control o echar más leña al fuego. Y sin darnos cuenta, a veces tomamos el segundo camino. Porque el abuso de poder, ese manido "aquí mando yo", es justo eso: echar leña al fuego. "Esto no es una batalla que haya que ganar. Es un niño pequeño pasándolo mal y necesita ayuda", explica Alberto Soler. Por eso, lo primero debe ser conectar con él y ayudarle a reducir su activación emocional. Seguro que después habrá tiempo y calma para trabajar con su cerebro superior, ayudándole a analizar lo sucedido y a extraer conclusiones de ello. "Primero conectar y luego redirigir", dicen Siegel y Brayson.
Más información sobre el curso «Disciplina Positiva»

Gestionar rabietas desde el respeto
Como hemos visto, es importante saber cuándo actuar con firmeza. Pero igual de relevante es diferenciar entre firmeza y despotismo. "No implica castigar, ni ignorar al niño, ni tratarle mal. Lo sensato es acompañarle en estos momentos, consolarle, transmitirle cariño. Aunque tengamos que ser firmes, eso no está reñido con el amor y el respeto", subraya Alberto Soler.
El psicólogo nos propone "aprender a diferenciar las rabietas para acompañarlas siempre desde el cariño". El curso «Rabietas y límites desde el respeto» parte de estos principios para avanzar hacia el conocimiento y la gestión de estos episodios, a veces complicados e incluso desagradables. 20 lecciones en las que encontrarás contenido teórico para entender el desarrollo de tus hijos y herramientas prácticas para acompañar sus reacciones desde la tranquilidad y el afecto.