El miedo no es un recurso educativo válido. No es una obviedad, aunque pueda parecerlo. Si preguntásemos a 100 madres y padres si consideran lícito utilizar el miedo para educar a sus hijos, más de 90 contestarían que no. Pero si examinásemos cuántos recurren a amenazas, gritos, castigos e incluso violencia física, el porcentaje cambiaría de manera sustancial. Después vendrían las excusas, los pretextos y las justificaciones. "Yo le castigo, pero solo cuando incumple una norma o se porta mal; y no lo hago para que sienta miedo, sino para educarle". Afirmar esto es asumir que el fin justifica los medios (y los miedos).
Es obvio que la mayoría de adultos que recurren al castigo o la amenaza no se plantean provocar miedo como un objetivo. Por lo general, la meta es modificar una conducta en la niña o el niño. El miedo no es más que el camino por el que se alcanza esa meta. Porque sí, esa meta se alcanza. Empleando el miedo pueden llegar a modificarse conductas, del mismo modo que usando un cañón pueden matarse mosquitos. El miedo funciona, por eso tantos adultos lo usan. Si es tan peligroso es precisamente porque funciona. El problema es el precio que —a menudo sin saberlo— aceptamos pagar al utilizarlo.
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Qué ocurre cuando padres y madres provocan miedo a sus hijos
Seguro que tienes claro qué es un hijo para ti. Es lo más importante en el mundo. Alguien a quien quieres ofrecer afecto incondicional, sustento y seguridad. Sin embargo, ¿te has parado a pensar qué son mamá y papá para un niño de 3, 4 o 5 años? Son personas a quien ama sinceramente, eso está fuera de duda. Pero ante todo, los padres son los seres de los que depende por completo su supervivencia. Sin papá y mamá, un niño pequeño no tiene dónde dormir. Tampoco qué comer. Y eso considerando únicamente necesidades básicas, porque el niño sabe que sin sus padres está expuesto a todos los peligros y amenazas imaginables.
Se puede tener miedo a la oscuridad, a las películas de terror o a los perros grandes. También se puede tener miedo a estar rodeado de desconocidos, a nadar en el mar o a las alturas. Pero, ¿imaginas algo más aterrador que tener miedo de las personas de las que depende tu supervivencia? Nada peor que sentir miedo ante tu referencia fundamental, tu familia, aquellos que deberían responder a tus necesidades afectivas, emocionales y fisiológicas.
Si sembramos miedo, miedo será lo que recogeremos. Ese es el riesgo al que se exponen quienes aceptan usarlo como recurso educativo. Es evidente que un niño no empieza a sentirse aterrado ante sus padres por escuchar un grito puntual, ni porque un día le amenacen con quitarle su juguete preferido si no se porta bien. Pero por lo general, las variantes del miedo como herramienta tienden a ir a más. Cuando un papá considera que las amenazas y los castigos son aceptables en ciertas situaciones, lo más sencillo será que con el tiempo encuentre nuevas circunstancias en las que su empleo le parezca justificado.
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El miedo es importante y necesario, para los niños y para los adultos
"Los miedos en los niños son algo natural y evolutivo, incluso importante y hasta beneficioso", explica la psicóloga Blanca Torres. No estamos contradiciendo lo que hemos expuesto antes. Existen miedos que cumplen una función y son necesarios para un desarrollo saludable. Ningún ser humano podría sobrevivir si nunca percibiese amenazas y reaccionase con miedo a ellas. Solo así podemos detectar peligros y emprender acciones para protegernos de ellos. Un niño que no siente ningún miedo está más expuesto que cualquier otro. El miedo será lo que le impida saltar desde la ventana de un cuarto piso, o tratar de acariciar a un perro que ladra enfurecido. Por eso no es buena idea decir "no tengas miedo" a los niños, aunque sea con la mejor de las intenciones.
El miedo no es una emoción 'mala' ni 'negativa', sino algo necesario e importante. Pero sobre todo, es una realidad compleja. Porque cuando se trata de criar y educar se juntan los miedos evolutivos, que cumplen una misión y terminan desapareciendo; y los miedos patológicos, que no solo no tienen función útil, sino que pueden dar paso a problemas más graves. También se mezclan, por supuesto, los temores propios de los niños y aquellos que les transmiten sus padres, muchas veces sin darse cuenta. Solo conociendo y entendiendo el miedo podremos aprender cómo gestionarlo y acompañarlo. Por eso en Escuela Bitácoras ofrecemos el curso «Miedo en la infancia», impartido por Blanca Torres.
Además, los cursos sobre autoridad de la escuela contienen multitud de alternativas para educadores y familias que quieran cambiar de mirada. A menudo no hacemos más que reproducir los modelos que conocimos en nuestra propia infancia. Si en casa te castigaban, es probable que repitas lo mismo en tu hogar; y seguramente tus hijos hagan lo mismo en el futuro. Romper el bucle y generar nuevas dinámicas no es sencillo, pero sí es posible; y mucho más con el apoyo y el asesoramiento de los profesionales más prestigiosos del mundo de la infancia y la pedagogía. Los profesores de Escuela Bitácoras.