La Navidad, la Semana Santa y el verano tienen algo en común: los boletines de calificaciones escolares. Las notas son los pilares sobre los que se sostiene el sistema educativo mayoritario. Es evidente que este método es un terreno fértil para ciertas injusticias, pero por lo general no queda más remedio que adaptarse. Nos gusten o no, las calificaciones al final de cada trimestre formarán parte de la vida de los niños durante muchos años. Por eso es fundamental que también los padres aprendamos a convivir con ellas.
El asunto se complica cuando el boletín incluye suspensos. Sean muchos o pocos, sorprendentes o previsibles, contundentes o raspados... los suspensos siempre son un mal trago para las familias. Del mismo modo que no existen dos niños iguales, tampoco hay dos insuficientes con una explicación idéntica. Pero, en cualquier caso, es importante saber cómo queremos posicionarnos llegado el momento de afrontarlo. Porque un suspenso no tiene por qué ser trascendental, pero la situación emocional que desencadene sí puede serlo.
1. Si estás furioso, déjalo para otro momento
Hay algo bueno en el sistema de evaluaciones trimestrales: nos dan un plazo de tres meses hasta la meta siguiente. No tienes por qué hablar del tema en el mismo momento en que recibas las notas. Si las noticias del boletín te alteran, te enfadan o te entristecen, aplaza la conversación. No es urgente. Porque los gritos, los sermones y los enfrentamientos nos encaminan a buscar culpables y no a proponer soluciones. La gestión de un suspenso es un momento idóneo para aprovechar las herramientas que nos proporciona la Disciplina Positiva, conectando con el niño antes de corregirle. Una mala nota no es motivo suficiente para herir su autoestima, ni para dañar los vínculos que nos unen.
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2. Pregunta y escucha a tu hijo
Cuando tu hijo tiene un problema, seguro que te sientas a escucharle. ¿Por qué convertir los suspensos en una excepción? Interésate por su versión de lo ocurrido. Quizá no te cuente la verdad, pero lo que es seguro es que nunca te la dirá si no le prestas atención. Debe saber que puede contar contigo. "La comunicación en familia es todo un arte. Si la dominas, será tu mejor aliado", subraya Cristina Gutiérrez en el curso «Adolescentes. Cómo comunicarnos con ellos». Sin comunicación no hay confianza. Y sin confianza, no hay vida familiar que merezca ese nombre.
3. Haz autocrítica
Hacer autocrítica no equivale a asumir más responsabilidades de la cuenta. Pero si los suspensos te pillan por sorpresa, es probable que algo se te haya pasado por alto durante el curso. No es cuestión de caer en el exceso de control, sino de hacer un acompañamiento regular y equilibrado. ¿Cuántas veces has charlado con tu hijo sobre su estado de ánimo y motivación a lo largo del trimestre? ¿Has hablado alguna vez con sus profesores? Estudiar es su trabajo, los suspensos y los aprobados son su responsabilidad, pero lo que tú haces también tiene cierta influencia. La idea no es repartir culpas, sino mejorar lo necesario para encontrar soluciones.
4. Identifica el problema
Sería maravilloso que existiese una solución universal para todos los suspensos. Algunos padres se comportan como si la hubiese: imponen castigos, a menudo ignorando lo que pueden provocar con ellos; o prometen premios, situando el foco en el resultado final y no en el esfuerzo. Pero la realidad es que se puede suspender por falta de interés, de trabajo, de organización... y también por tener problemas personales, familiares e incluso psicológicos. La actitud del niño ante el suspenso nos ofrece mucha información sobre el origen del problema. No es lo mismo que presente ese mal resultado demostrando intención de mejorar, que si lo hace con un tono desafiante o indiferente. Para acertar con el tratamiento, lo primero es hacer un diagnóstico atinado.
5. Ayúdale a aceptar su responsabilidad
La inmensa mayor parte de los suspensos se producen porque el alumno no ha estudiado lo suficiente. Si tu hijo no comprende ni asume lo sucedido, será complicado que realice los cambios necesarios para atajar el problema. Ni la mala suerte, ni "el profesor me tiene manía", ni ninguna otra excusa. Es imprescindible que acepte su responsabilidad sobre el suspenso. Por supuesto, resulta más sencillo cuando estimulamos su curiosidad desde pequeños, contagiándoles la pasión por formarse y crecer como personas. En el curso «Educar y aprender desde el entusiasmo», Marta y Lluvia Bustos comparten abundantes recursos para conseguirlo. Cuando los niños saben que aprender es más importante que aprobar, los suspensos no son más que anécdotas.
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6. Las soluciones eficaces son, ante todo, realistas
Si el boletín viene cargado de suspensos, tu primer impulso puede ser encerrar al niño durante todas las vacaciones, obligándole a estudiar. Hacerle sentir mal nunca es la manera idónea de motivarle. Es lícito que un suspenso tenga consecuencias, pero nunca hasta el punto de debilitar vínculos. Además, hay que tener presente que cada etapa tiene particularidades propias. Los más pequeños suelen tener problemas con la gestión del tiempo y el establecimiento del hábito de estudio. A medida que crecen, a estas dificultades se añaden otras nuevas: ausencia de métodos, falta de motivación, asignaturas que se atragantan... Para ayudar a tu hijo, tendrás que ajustar tus expectativas a su carácter y la situación en que se encuentre.
7. No sólo se corrige cuando llegan las notas
En el curso «Rabietas y límites desde el respeto», el psicólogo Alberto Soler nos habla de los distintos estilos parentales. La manera en que te relacionas con tu hijo a diario es también un factor decisivo en su actitud ante los estudios y su rendimiento académico. "Podemos afirmar que los adolescentes con padres democráticos presentan niveles más altos de autoestima y de desarrollo moral, un mayor interés hacia la escuela y un mejor rendimiento académico", sostiene un estudio de Alfredo Oliva, Águeda Parra y Enrique Arranz, publicado en el año 2008. Por otro lado, iniciar a los niños en hábitos positivos desde la primera infancia es igualmente determinante. La lectura es una de las armas más poderosas a nuestro alcance. La ciencia lo tiene claro: niños que leen, niños sanos, felices y despiertos.
8. ¿Eres tú quien debe ayudarle a estudiar?
Los padres debemos acompañar a sus hijos en sus estudios, como en muchos otros caminos que recorren en sus primeros años de vida. Sin embargo, esto no significa que seamos los más adecuados para ayudarles a preparar un examen o hacer sus deberes. A menudo, la implicación emocional de papá o mamá conduce a un exceso de tensión. De este modo, lo que debería ser apoyo en el estudio se convierte en un enfrentamiento, minando la relación y llegando a afectar a la autoestima del niño. Tu hijo necesita más tu afecto y tu confianza que tu transformación en profesor de refuerzo exigente e implacable. Si decides echarle una mano, piensa fríamente si puedes hacer ese papel antes de crear nuevos problemas.