El 9 de enero de 1902 nació en Viena la maravillosa Emilie Madleine Reich, más conocida por el nombre que adoptó al casarse: Emmi Pikler. Esta pediatra trabajó durante más de tres décadas como directora de un orfanato situado en Budapest, en la calle Lóczy. Fue allí donde puso en práctica sus ideas, desarrolladas alrededor de una sólida convicción: los bebés y los niños son seres capaces y rebosantes de potencial. La pedagogía Pikler-Lóczy apuesta por la autonomía, el movimiento libre y el respeto a los ritmos de aprendizaje de los niños.
Pikler creía que "intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo no sólo es inútil, sino también perjudicial". El adulto debe satisfacer las necesidades afectivas del pequeño, así como preparar un entorno seguro y estimulante. Sin embargo, el mejor guía del aprendizaje y el desarrollo es el propio bebé. Si conseguimos cambiar prejuicios y creencias erróneas por respeto, observación y acompañamiento, descubriremos en él un ser lleno de iniciativa, deseoso de aprender. En el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años», Eduardo Rodríguez examina los fundamentos teóricos de la pedagogía Pikler-Lóczy y muestra cómo llevarla a la práctica. Los contenidos son aplicables tanto en el hogar como en un aula de educación infantil.
"Debemos ser conscientes de los efectos que la educación y los cuidados desde edades tempranas tienen en el conjunto de la vida de los niños", decía Emmi Pikler. Te proponemos celebrar el aniversario de su nacimiento repasando algunas de sus reflexiones sobre las capacidades y el potencial de los peques.
1. ¿Quién determina de qué es capaz un bebé?
"Como norma general, un adulto decide qué debe saber hacer un bebé, cuándo debe saberlo y cómo debe hacerlo. Esto es lo que les enseñamos. Se espera de ellos que hagan lo anterior bajo demanda, con más o menos ayuda adulta. Se presta mucha menos atención a las iniciativas y señales del niño (...) El niño se acostumbra a la imitación y la repetición mecánica en prácticamente todas las áreas de la vida. Como resultado de esta educación, el niño se vuelve completamente dependiente de los adultos y pierde autonomía. Generalmente consideramos esto una condición natural, en lugar de una consecuencia".
Nos pasamos la primera infancia diciendo a los niños qué pueden hacer y qué no, cómo deben hacerlo, cuándo pueden hacerlo. Y pocos años después nos sorprende que, ya en la adolescencia, tengamos que seguir repitiendo lo mismo. Así funciona la paradoja de la autonomía: queremos niños autónomos, pero criamos adolescentes dependientes. Como explica nuestro profe Alberto Soler, "la autonomía es una habilidad que los niños necesitan entrenar tanto como cualquier otra". No desde los 10 o los 13 años, sino desde que nacen.
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2. Mucho más que un cambio de mirada hacia la infancia
"Si queremos saber hasta qué punto los recién nacidos y los bebés son capaces de interactuar con su entorno, no sólo debemos cambiar la forma en que los observamos. Debemos también proveer un espacio apropiado y tratar a los niños de forma que facilitemos el desarrollo de sus capacidades".
El cambio de mirada es importante, pero insuficiente por sí mismo. Es necesario confiar en los niños y en su potencial, los adultos no debemos interferir en su desarrollo más de lo necesario; pero sí hay tareas que quedan en nuestras manos. Preparar un espacio adecuado es una de ellas. Otra, quizá más compleja, es la reflexión consciente. Debemos comprender la importancia de la manera en que les tratamos y les acompañamos. Su autoestima se alimenta de confianza, afecto y atención. Su potencial florecerá con más vigor cuanto más valorados y respetados se sientan.
3. Los niños son seres mucho más capaces de lo que creemos
"Se puede demostrar que, bajo las circunstancias adecuadas, en la vida diaria y no sólo en situaciones experimentales, los niños son capaces de mucho más de lo que se espera de ellos en los formatos convencionales de crianza. Son capaces de establecer una relación más completa y más rica tanto con su cuidador como con su entorno".
Emmi Pikler comprobó en el orfanato de la calle Lóczy qué ocurría cuando realmente se respetaba la iniciativa de los niños. Vio cómo progresaban con mayor seguridad desde sus primeros días de vida, para sorpresa de los adultos. Además, comprendió las consecuencias que tiene el estilo de crianza elegido por los padres y/o cuidadores. Tal como establece la Teoría del Apego, las relaciones establecidas durante los primeros meses del bebé pueden marcar el desarrollo y tener efectos durante toda su vida.
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4. La importancia de un espacio apropiado para el juego del niño
"Para hacer posible un comportamiento competente, es necesario un entorno físico apropiado. Esto incluye un comportamiento apropiado por parte del adulto cuidador del niño. Un bebé sólo puede jugar con independencia y manejar sus juguetes de forma competente si los materiales están a su alcance y tienen una forma fácil de agarrar; si pueden ser usados con libertad, por ejemplo sin estar atados o sujetos; si no se le prohíbe meterlos en la boca; etc. Los bebés desarrollan, practican y usan sus habilidades motoras sólo si tienen suficiente espacio para hacerlo".
Si tienes que interrumpir constantemente el juego del niño, significa que algo falla. El espacio no está debidamente preparado. E interrumpir puede significar muchas cosas diferentes: es impedir y prohibir, pero también es ayudar, incluso explicar. Porque el juego del niño debe ser libre, pero para que pueda serlo los adultos debemos hacer los deberes con antelación. Nuestra misión es garantizar las condiciones para que esa libertad sea rica y segura.
5. Los niños necesitan más tiempo y libertad que ayuda adulta
"La autonomía de los niños y su sentimiento de competencia está obstaculizado por la creencia adulta de que debemos ayudarles en su desarrollo. Bajo el pretexto de 'ayudar' y 'enseñar', privamos al niño de la posibilidad de tomar la iniciativa, o de intentar algo y llevarlo a término".
Durante bastantes años, y todavía en algunos hogares, los adultos impusimos a los niños el uso de andadores o tacatás. Creíamos que esa supuesta ayuda era beneficiosa para enseñarles a caminar. Por fortuna, la mayoría hemos terminado por comprender lo equivocados que estábamos. No es más que un ejemplo: hay muchos otros tacatás innecesarios y perjudiciales que suprimir. Y es que aún no hemos acabado de entender la diferencia entre aprendizaje y maduración, que todos los padres deberíamos conocer.