La concienciación social acerca del problema del acoso escolar ha mejorado de forma considerable durante los últimos años. El tema ya está sobre la mesa en medios de comunicación, centros escolares y hogares. No es un avance menor, teniendo en cuenta el silencio casi absoluto que históricamente ha rodeado al asunto; pero la situación global continúa siendo preocupante. Los casos de 'bullying' y 'ciberbullying' son comunes, los padres y profesores no siempre los detectamos y los niños y adolescentes no suelen manejar herramientas para reaccionar correctamente ante ellos. Queda muchísimo trabajo que hacer.
El 'III Estudio sobre el acoso escolar y ciberbullying' de la Fundación ANAR deja cifras inquietantes. Más de un tercio de las víctimas de acoso escolar no cuenta su problema en casa. El resto soporta maltratos durante más de un año antes de solicitar ayuda, si es que llega a hacerlo. La intimidación a través de nuevas tecnologías, en especial teléfonos móviles, supone alrededor de un 25% de los casos. Este documento apunta que los niños que padecen ciberbullying tienen una edad media de entre 10.9 y 13.5 años. Quizá lo más preocupante sea que varias de estas estadísticas lleven algún tiempo estancadas, sin cambios que evidencien mejoras o avances. Es el momento de que colegios, familias y niños colaboren para acabar con los acosos.

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¿Por qué los niños no hablan del acoso que sufren? ¿Cómo es posible que los padres no nos enteremos?
"Si mi hijo tuviese problemas, me lo contaría". Es sencillo caer en el error de dar cosas por hechas. La confianza en que el niño tomará la iniciativa para pedir ayuda nos hace bajar la guardia y dejar de observar. Como hemos visto, la mayoría de las víctimas de acoso escolar tarda más de un año en contarlo a sus padres. Buscar soluciones después de tanto tiempo supone enfrentarse a una bola de nieve que ya se ha agigantado. Resolver el conflicto resultará más difícil y traumático. Por eso prevención y constancia son nuestras mejores armas contra el bullying.
Los testimonios de las víctimas de acoso escolar ayudan a comprender por qué tantos jóvenes optan por el silencio. Algunas de las palabras más repetidas en sus relatos son "culpa", "miedo" e "indefensión". El acoso escolar es un maltrato con forma de goteo. Se inserta en la rutina y atraviesa picos y valles de intensidad, pero rara vez cesa por sí solo. Niños y niñas acaban por interiorizar los desprecios, llegando a sentirse merecedores de ellos. Los sentimientos de humillación, el deseo (mal entendido) de no preocupar a los padres, la creencia de que contarlo no hará más que empeorar las cosas... cierran un peligroso círculo de silencio.
Además, la experiencia indica que los adultos responsables no siempre somos proactivos cuando percibimos los problemas. Unas veces les quitamos importancia, queriendo creer que "es una fase, ya pasará". En otras ocasiones vemos sólo la punta del iceberg. Las notas empeoran, la actitud del niño cambia, pero atacamos los síntomas sin llegar al fondo de las cosas. Es esencial ir más allá y comprender por qué un niño 'se porta mal'. También hay casos de padres y educadores que, sencillamente, se sienten solos y/o perdidos ante estos problemas, sin saber qué camino tomar.

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¿Qué hacer ante el acoso escolar y el ciberbullying?
Lo más importante es comprender que la lucha contra el acoso escolar exige trabajo en equipo. Las familias, los centros escolares y los niños deben remar en la misma dirección. De nada sirve que los padres descarguemos toda la responsabilidad en la escuela, ni que en los colegios se impongn soluciones sin contar con el alumnado (sean víctimas, agresores o espectadores).
- Formar es prevenir. Madres y padres somos los primeros que tenemos que estar preparados para afrontar el problema. Esperar a que aparezca facilita que lleguemos demasiado tarde. Por otro lado, conviene preparar también a los niños. Desde muy pequeños es importante ofrecer una educación en valores. A medida que van creciendo, podemos concretar para hablar de situaciones que pueden encontrarse, como las de acoso o ciberacoso. La meta debe ser que no se conviertan en víctimas ni agresores, pero tampoco en espectadores silenciosos. Hay que dar la importancia que merece a la educación en la empatía desde la primera infancia.
. - Formación, también para los docentes. Desde las AMPAs debemos exigir que el centro escolar cuente con protocolos para afrontar casos de acoso. Todos deben conocer los procedimientos, empezando por los propios educadores, que tienen que estar formados y preparados para saber actuar. Lo que ellos pueden ver y transmitir en el aula tiene gran importancia. Necesitamos docentes emocionalmente inteligentes.
. - Confiar en los niños. Las estrategias suelen estar cargadas de buenas intenciones, pero a menudo se idean sin contar con el alumnado. Esto provoca que las vean como algo que no les concierne, impuesto por padres y profesores. Para estimular su colaboración es fundamental que se sientan implicados; y eso pasa por escuchar su opinión cuando hablemos de soluciones. Las iniciativas basadas en apoyo entre iguales figuran entre las que obtienen mejores resultados. Fomentan que los jóvenes no permanezcan impasibles ante el acoso y aceleran los procesos de detección de conflictos.
. - Informar y actuar. Ningún caso debe ser ignorado, ni siquiera en sus primeros momentos. Es necesario que las familias y los responsables del centro compartan información desde el instante es que se detecta un posible caso de acoso, sea de tipo físico o psicológico. Tampoco hay que tener dudas a la hora de informar a la inspección educativa, si se considera necesario.