La pedagogía Pikler-Lóczy nos propone acompañar el crecimiento y desarrollo de los niños ofreciéndoles la oportunidad de moverse libremente desde sus primeras semanas de vida. En lugar de obligarles a adoptar determinadas posturas, o de utilizar accesorios perjudiciales como los tacatás o andadores, Pikler nos invita a respetar su ritmo natural. Se trata de confiar en ellos, de verles como seres capaces; en definitiva, de cuidar los vínculos partiendo de una perspectiva diferente. Los beneficios de los planteamientos de Emmi Pikler están plenamente comprobados y no se limitan al plano físico, sino que alcanzan también a lo cognitivo y lo emocional.
¿Cómo es posible que nuestra manera de afrontar el desarrollo motor de los niños tenga repercusiones emocionales? Eduardo Rodríguez, educador con Postgrado en pedagogía Waldorf y Pikler, nos lo explica con detenimiento en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años». "Cuando respetamos el movimiento libre del niño y su desarrollo motor, estamos respetándole tal como es. Respetamos aquello que nos quiere decir y cómo quiere expresarlo", señala Eduardo. Así es como aplicar los principios de la pedagogía Pikler-Lóczy puede aportar grandes beneficios emocionales a los niños. Hoy veremos algunos de los más interesantes.
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Autoestima y seguridad
Las primeras fases del desarrollo postural y motor del bebé son mucho más importantes de lo que a menudo creemos. Los niños tienen, desde muy pequeños, necesidades relacionadas con el movimiento. Sin embargo, es precisamente en estas etapas cuando más intervencionistas solemos ser los padres. Colocamos al bebé de un modo determinado, impedimos ciertas posturas, le sostenemos mientras trata de gatear o caminar... Respetar el ritmo de los niños y permitir que atraviesen y superen cada etapa por sí mismos tiene consecuencias muy positivas en su autoestima. Los niños que tienen ocasión de comprobar que son capaces aprenden a confiar en sí mismos.
Cuando los adultos insistimos en intervenir constantemente, en tomar decisiones sobre cómo y cuándo debe moverse el niño, enviamos un mensaje. Lo que le transmitimos es "no puedes hacerlo solo". Es decir: es imprescindible la presencia de una figura externa para que puedas lograrlo. Esto dificulta que pueda sentirse seguro cuando tenga que afrontar movimientos sin ayuda. Como es evidente, si el bebé está acostumbrado a que un adulto intervenga, tendrá menos control en caso de tropiezo o caída. Por eso el movimiento libre, con observación y dentro de un entorno preparado, reduce el riesgo de que el niño se haga daño al moverse y jugar.
Autoconocimiento y autorregulación
Un niño que tiene tiempo y espacio para moverse en libertad tiene muchas más experiencias físicas y neuronales. Mientras se mueve, se observa a sí mismo; y esto hace que se conozca más y mejor. De este modo, el movimiento libre repercute en el autoconocimiento del bebé. Se trata, como sabes, de un rasgo determinante durante toda la vida. Las personas que conocen sus capacidades y sus límites tienen mayor facilidad para encontrar aquello que les hace sentirse bien.
El autoconocimiento nos conduce a la autorregulación. Una persona que se conoce bien, sea niña o adulta, tiene más capacidad para autorregularse. Esto influye en múltiples aspectos de nuestra vida diaria. Es determinante, por ejemplo, en el comportamiento a la hora de comer o dormir. Sólo el niño puede saber cuándo tiene hambre o sueño, cuando quiere ingerir alimentos o parar, descansar o despertar. "Esto no significa que cualquier problema de este tipo se solucione a través del movimiento libre, sino que puede ser una ayuda importante", aclara Eduardo Rodríguez.
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Los riesgos de no respetar el movimiento libre de los niños
A la vista de los beneficios del crecimiento en movimiento libre, los peligros del exceso de intervencionismo son fácilmente deducibles. Inseguridad y desconfianza, tanto hacia sí mismo como hacia el entorno y otras personas; problemas de concentración, falta de equilibrio, complicaciones en la espalda durante la juventud o la adultez... Sin duda alguna, poniendo ventajas y riesgos en la balanza, merece la pena apostar por esa forma de establecer relaciones con los más pequeños.
"No tenemos que sentirnos mal porque en cierto momento hayamos forzado determinadas posturas. La mayoría hemos crecido así y no hemos tenido problemas graves. Pero con Pikler sí tenemos la oportunidad de ofrecer algo distinto al niño, de acompañarle desde un modelo que les permite alcanzar los distintos estadios del desarrollo motor por sí mismos", concluye Eduardo Rodríguez. Si quieres profundizar en la propuesta pedagógica Pikler-Lóczy, matrículate ahora en el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años».